Todos podemos sonreír o ensombrecernos cuando transitamos por algunos lugares que nos recuerdan momentos preciosos o lúgubres. Otros se interiorizan, forman parte de uno mismo. Me ocurre con la plaza justo al lado del único vestigio del torrent de Lligalbé. Al lado de ese mural gigantesco, el más grande la ciudad, he charlado horas y horas con mi amigo José Luis, tantas como para merecer ambos el nombre de ese espacio en homenaje a las historias mínimas de la ciudad, cuando nadie escucha, se oyen los sonidos inherentes y las conversaciones son oro sin interferencias.
José Luis es el culpable de mi interés por el Baix Guinardó, quizá por un comentario suyo donde me mencionaba como las casitas del passatge de Bone llegaban hasta el Mas Casanovas, y como me parecía inconcebible fui interesándome más, hasta querer reconstruir su pasado, y más en concreto el del torrent, tan fundamental como para dar nombre a la barriada, a principio del Novecientos la más sana y más olvidada de la capital.
La página del nomenclátor, siempre tan útil, tiene algún error de peso en la entrada del Lligalbé. El topónimo proviene de una masía antiguamente ubicada al pie del Turó de la Rovira y documentada en varios textos entre 1128 y 1386. La siguiente referencia corresponde al archivo municipal y menciona un conflicto de intereses en 1849 por unas propiedades, Can Cussó, casi inmediatas al cruce entre el Lligalbé y travessera de Gràcia.

Saltamos a 1890, no por nada, sino por un mapa. Hasta ese momento la zona, perteneciente a Sant Martí de Provençals, casi en su límite con Gràcia, era un prodigio de fincas rurales, y entre ellas y el agua se configuraban sus rutas originales. Una de ellas, desaparecida como casi todo con la autopista urbana de la Ronda del Guinardó, era el camino de la Legua. Iba desde el actual campo del Europa en el carrer Sardenya y reseguía en su conclusión los muros de la compañía de Aguas de Barcelona, propietaria de los terrenos desde 1870, como aún muestra la vieja reja de entrada. Su verdadero final confluía con el Lligalbé, cruzándose con el carrer de la Bona Sort, en su senda colindante al futuro carrer Lepant, su némesis.
Antes, mientras no sentía ninguna amenaza, su recorrido se extendía hasta el carrer Provença, muriéndose junto a otro torrente aledaño, el de Delemús, en Nápoles con Diputación, donde se inauguraban tanto la carretera de Horta, un grandísimo desguace, como el camino dels Enamorats, aún hoy en día una especie de incordio a la rectitud del Eixample.

El Lligalbé tuvo otros apodos, entre ellos torrent dels Frares, por la homónima fábrica, quien sabe si un tejar, sita en la manzana de Industria, Sant Antoni María Claret, Lepant y Padilla. Para entender el conjunto debemos saber que estos bautizos sufrieron muchas mutaciones, y a finales del Ochocientos esas referencias fluviales eran más identificables para la ciudadanía, pues ahora vemos el ensanche de una pieza, cuando en realidad su unificación tardó decenios.
Otro de sus denominaciones era la del Notari, por una masía próxima a la Sagrada Familia, expropiada en 1933 para beneficiar a la avinguda Gaudí, pletórica de inmuebles racionalistas, y urbanizar ese trozo aún con aromas pretéritos. En la web del nomenclátor también se le menciona como Faura, una inexactitud garrafal, pues este torrente transitaba a la vera de Padilla hasta fenecer en la carretera de Horta, a la altura de Mallorca y Castillejos.
Quien pasee por estas parcelas barcelonesas y sepa manejarse en las formas brindadas por la calle podrá sospechar la existencia de otras corrientes, como la de Casanovas, cuyos vestigios pueden seguirse entre su pasaje, escuchimizado por la cuadrícula, y la travessera de Gràcia, o el de Milans, cuyos derroteros lindaron hasta 1939 con el carrer de la Igualtat, cambiado con la victoria franquista por Cartagena, conservándose la nomenclatura más democrática en otro pasaje de sus inmediaciones, donde quizá se desviaba Milans.

Sirva esta introducción para presentar el contexto territorial del torrent de Lligalbé. Con el Pla Cerdà no se auguraban maravillas para estos enclaves, de hecho el ingeniero había previsto un camposanto como regalo, levantándose los pocos habitantes con palabra para evitarlo, y no fue así como surgió la Compañía de Aguas de Barcelona, pero la diferencia era palmaria.
La compagnie des eaux de Barcelone se fundó en Lieja el 19 de junio de 1867. Tenía capital francobelga y canalizó el agua de la localidad de Dos Rius para distribuirla por el Eixample. Su principal depósito tenía dieciséis mil metros cúbicos y su chalé residencial, encargado en 1890 por Nicolas Recúlez, apoderado de la compañía, a Enric Figueres, estaba a 93 metros sobre el nivel de mar. Desde 1988 es la sede del Distrito de Horta-Guinardó, quizá la más bella de todas por su estilo mozárabe, tan de moda en Barcelona en el fin de siècle decimonónico.

En una foto de los años sesenta puede apreciarse la ruta del Lligalbé. Al fondo brilla esta perla deseada por el apoderado, mientras a la derecha se hallaba la residencia de ancianos Sant Josep Oriol, en el cruce del torrente con el carrer de la Bona Sort. En una carta al director de 1970 solicitaban un piano para los ancianos. A veces uno camina por los sitios y luego se arrepiente de no haberse fijado en ciertos detalles. Según el catastro la moderna sucesora de Sant Josep Oriol goza de un edificio de 2009 en los números 48 y 50 de la Ronda del Guinardó. Los vecinos se quejaron de su diseño porque tapaba la prueba de la dirección de nuestro protagonista.
No sirvió de nada, y quizá por eso muchos, incluso historiadores, confunden un trecho previo con el mismo arroyo, y si lo hacen es por imprecisión municipal, ahora mismo este meandro lleva el nombre del Lligalbé, y la dificultad de seguir el hilo de toda la cartografía. En un plano de 1935 este pequeño y sinuoso tramo se llamaba passatge de Padilla, con dos incursiones en los breves periodísticos de los años veinte por una residente mordida por una jaca y una pelea de un trabajador afincado en el pasaje. En el ángulo de su terminación, junto al Lligalbé, lucía hasta hace pocos meses la granja Guillén, último mohicano de ese héroe sin voz ni voto, ni siquiera verbo, vigente durante casi un milenio. Ahora resiste en pocos metros y fenece, otra vez, en una cloaca.



1 comentari
Hola Jordi soc Carles Sanz un dels historiadors del Baix Guinardó, l’article està molt be i molt documentat, m’agrada. Jo he escrit varies articles sobre aquest torrent.
La foto antiga del torrent tindries que haver citat d’on l’has tret. Està a “l’Abans Guinardó- Can Baró” pàg. 192, jo soc el dipositari d’aquesta foto i te uns drets. Respecte a l’última foto, confluència amb Padilla, això ja no era el torrent de Lligalbé ja que aquest baixava on estava la Granja Guillen direcció Lepant, aquesta part era el Camí de la Llegua que confluia en aquest punt amb el torrent.