Khalid Ghali ostenta el cargo de comisionado de Diálogo Intercultural y Pluralismo Religioso en el Ayuntamiento de Barcelona. Una ciudad diversa por definición, que aglutina cientos de nacionalidades y decenas de confesiones. Venía de coordinar la oficina de Asuntos Religiosos, así que se conoce las comunidades que conforman la capital catalana como la palma de su mano.
Estos meses, la pandemia del coronavirus ha parado la ciudad y la vida de los vecinos y vecinas, como se constató con una de las primeras cancelaciones de grandes eventos: el Año Nuevo Chino. Esta pandemia comenzó con muestras de racismo hacia la comunidad china que, por el contrario, reaccionó a los primeros indicios de contagios con “responsabilidad, iniciando un confinamiento voluntario”, apunta Khalid.
El racismo durante la pandemia también se ha hecho patente por la vía administrativa, haciendo que las 600.000 personas que se encuentran en situación administrativa irregular en España tuvieran problemas para acceder a las ayudas estatales. Todo, a causa de una “ley de extranjería terrible”. Ahora bien, Khalid cree que las experiencias compartidas durante estos momentos difíciles harán que las relaciones entre vecinos y vecinas salgan fortalecidas después del confinamiento.
¿Considera que durante el confinamiento y la nueva normalidad que se presenta se han llevado a cabo políticas inclusivas o que, por el contrario, son muy normativas?
Debemos tener en cuenta que cuando hablamos de diversidad en Barcelona, decimos que el 26% de vecinos y vecinas han nacido fuera de territorio español. Si sumamos los niños que tienen un background migratorio, hay un 2% más. Se hablan 300 lenguas, hay 179 nacionalidades diferentes y el 12% de los hogares son de parejas mixtas. El 34% de niños y niñas tienen uno de los dos progenitores de origen culturalmente diverso. Hay 569 centros de culto, de 25 confesiones diferentes y 600 comunidades religiosas. Esto es diversidad.
En los últimos 10 años hemos pasado de abordar la inmigración como un hecho nuevo, a entenderlo como algo constitutivo de la ciudad. La diversidad es patente de forma estructural y la Covid se debe afrontar teniendo presente que, todavía ahora, diversidad es sinónimo de desigualdad. Si miramos cifras sobre cómo ha afectado la pandemia en los barrios, tanto en cuanto a salud, como a brecha digital o a afectaciones a la situación laboral, vemos que quien peor lo tiene son las personas diversas. El impacto que ha tenido, tiene y tendrá la Covid acentuará las dificultades de algunas personas para ver garantizados sus derechos.
Desde el Ayuntamiento hemos intentado tenerlo presente. Hemos trabajado con las comunidades, por si teníamos que habilitar espacios para hacer entierros o despedidas, por ejemplo. Se ha dado atención en diferentes lenguas intentando tener presentes las diferentes realidades sin establecer distinciones.
Si no se apuesta a una ley que regularice el máximo de personas, se nos quedará mucha gente atrás
Hemos visto estos meses cómo los Servicios Sociales se saturaban, pero también hay mucha gente que por estar en situación administrativa irregular o trabajar en la economía informal, no ha podido tener acceso a las prestaciones sociales. ¿Diría que hay colectivos que no han sido tenidos en cuenta?
Desde el Ayuntamiento se ha dado apoyo a las diferentes comunidades, que ya estaban organizadas, y que nos presentaban sus necesidades. Pero es obvio que no lo conseguiremos si no resolvemos la realidad de las 600.000 personas que se encuentran en situación administrativa irregular en España. Más allá de la situación actual, la economía informal es fuente de subsistencia en la ciudad de Barcelona. Estas condiciones dificultan mucho a las personas en situación administrativa irregular poder acceder a ayudas o prestaciones. Por ello, los recursos que se han puesto a disposición de la población desde el Ayuntamiento no hacían distinciones, porque el padrón es algo casi universal y, por tanto, no se ha hecho ningún cribado a la hora de acceder la salud o la alimentación.
Creo que las consecuencias las veremos más pasada la Covid, en cómo recuperarán el trabajo y los recursos a las personas que trabajan en la economía informal. Si no se apuesta por una ley que regularice el máximo de personas, se nos quedará mucha gente atrás. Por ello, creo que los problemas tienen una raíz estatal, porque tenemos una ley de extranjería terrible. Hay personas en situación regular, con permiso de residencia, a las que no se les permite trabajar. Y esto lo hemos visto estos meses, con personas que tenían conocimientos y experiencia para dar una mano en esta situación excepcional y que no han podido ponerse a trabajar.
En el marco del confinamiento se dio la campaña ¡Regularización Ya! que pedía una política más firme, mientras que el Gobierno se limitaba a ampliar el permiso de trabajo a temporeros y trabajadores esenciales. ¿Qué opinión le merece?
Hay que repensar todas las políticas, porque hablamos de personas irregulares, pero desde el punto de vista administrativo. No han cometido ningún delito. Debemos recuperar el debate sobre cómo se ha normalizado, por parte incluso de algunos partidos políticos, la jerarquización de las personas y el hecho de que si eres irregular no puedes acceder a recursos. Desde la derecha se ha normalizado que haya personas con unas limitaciones que les llevan a la precariedad más absoluta sin ninguna posibilidad de futuro.
Hay muchos estudios que explican que el impacto de la migración hace que crezca el PIB. Europa es un continente envejecido y si lo planteamos desde una visión instrumentalista y economicista, necesitamos gente que pueda contribuir de forma activa a mantener el estado del bienestar. Cualquier política que vaya en contra de la regularización de cualquier trabajador en contra de la lógica. Y creo que las consecuencias de la Covid han contribuido a hacer emerger este debate con cierta fuerza.
Hemos tenido que ampliar el espacio para otras confesiones en el cementerio y cubrir la demanda ya que, con las fronteras cerradas, no han podido repatriar los cuerpos y se han tenido que enterrar aquí
¿Cómo diría que el confinamiento ha afectado a las diversas comunidades que hay en Barcelona? Antes hablaba de que se hicieron acciones especiales en cuanto a los entierros de diferentes confesiones
Las prácticas habituales de muchas comunidades migradas pasan por la repatriación de los cuerpos. En el cementerio de Collserola hay espacios habilitados para otras confesiones, desde 1992 con un pacto que establece que las comunidades de arraigo (las evangélicas, católicas, judías, musulmanas y ortodoxas) tienen una serie de beneficios. Y habilitar un espacio en los cementerios es uno. Ahora, la Covid ha tenido un gran impacto de mortalidad en todas las confesiones y ciertas comunidades no han dado de sí. Por eso hemos tenido que ampliar el espacio que tenían concedido el cementerio para cubrir la demanda ya que, al estar cerradas las fronteras, no se han podido repatriar los cuerpos y se han tenido que enterrar aquí.
Durante los primeros momentos, la Covid vino acompañada de muestras de racismo hacia la comunidad china. ¿Cómo cree que evolucionará esto?
Al principio se vieron algunos episodios puntuales de racismo y de violencia simbólica, atribuyendo la Covid a la comunidad china. Pero en todo momento, esta comunidad ha mostrado una responsabilidad y un sentido de ciudad importantísimo. Suspendieron la celebración del año nuevo chino, muchas de las personas que habían estado en China se aislaron voluntariamente, algunos comercios cerraron antes de que se les diera la indicación …
La extrema derecha está muy presente, no sólo en el arco parlamentario, sino en la construcción del imaginario. Hemos de construir uno nuevo. La ventaja que tenemos en Barcelona, a la hora de hacer contrarelato, es que en una ciudad se puede construir una dimensión identitaria mucho más inclusiva que a nivel estatal. Normalmente, preguntadas de donde son, las personas hacen referencia a su ciudad: esta identidad nos hace más fácil revertir la extrema derecha y el racismo.
Ahora menciona el año nuevo chino, que se suspendió. En una entrevista para este medio, Joan Subirats hablaba de la complejidad de volver a hacer celebraciones en el espacio público. Como se plantean las diferentes comunidades las celebraciones que vendrán en los próximos meses?
Hemos mantenido el contacto con las entidades culturales y religiosas, que tienen en cuenta la situación y hablan, en muchos casos, de posponerlas o, incluso, anularlas. Otros, esperan poder celebrarlas más adelante, viendo en qué condiciones. Por ejemplo, la misa de Corpus, que en años anteriores había llegado a congregar 2.000 personas, este año se plantea para 200.
La solución pasa por hibridar los espacios habituales con aforos limitados y las conexiones online
Así como se plantea abrir más centros educativos para poder llevar a cabo los esplais de verano, siguiendo con las medidas de seguridad, ¿desde el Ayuntamiento se ha planteado abrir más espacios para fiestas y celebraciones?
De lo que más se ha hablado no es tanto de deslocalizarlas, sino de celebrarlas online. Las comunidades han mantenido el contacto a través de las redes sociales e, incluso, algunas han contactado con otras comunidades de todo el país. Hay capacidad de innovación y de construcción de nuevos espacios que, aunque no sean físicos, también son de relación y de comunidad. La solución pasa por hibridar los espacios habituales con aforos limitados y las conexiones online. La celebración de la muerte de Jesucristo, por ejemplo, se hizo a través de plataformas en las que había más de 200 personas conectadas. Esta situación ha acelerado mucho la incorporación de las nuevas tecnologías y muchas comunidades se han sorprendido de la facilidad que han tenido para mantener el contacto, en este nuevo escenario de apoyo mutuo.
¿Cree que la inclusión en la interculturalidad saldrá reforzada de esta situación?
La Covid ha puesto de manifiesto la necesidad de interseccionalidad. Tenemos que trabajar para que los ejes de discriminación se minimicen. Estamos en un momento clave para decidir si nuestros hijos seguirán siendo tratados como migrantes. Tenemos una ciudad formada por jóvenes que hablan seis lenguas, que han socializado con dos culturas… debemos visibilizarlos y empoderarlos, haciéndolos copartícipes de la ilusión de crear una Barcelona más inclusiva, que no sea asimilacionista, donde no tenga cabida aquello de primero los de casa.
¿Quienes son los de casa? ¿Mis hijos lo son? Todavía ahora no es lo mismo tener un nombre u otro; yo he tenido que reflexionar sobre si ponía un nombre u otro a mis hijos. Yo mismo, para poder alquilar un piso, tenía que poner el nombre de mi pareja, porque a mí no me contactaban. Hay que seguir normalizando la diversidad, haciendo que entre en el espacio de toma de decisiones. A pesar de haber un 28% de población culturalmente diversa, no están presentes en los espacios de poder. Y si existen, es porque son el dato folclórico.
En este terreno, uno de los grandes ejemplos a seguir es el movimiento feminista. Ahora es inconcebible tener espacios donde no haya representación de mujeres. Pues también debería saltar la alarma si cuando se habla de la diversidad no hay personas diversas. Y no por cuota, sino por lo que aportan.
Dice que estamos en un momento clave. ¿Cree que los aprendizajes de la Covid ayudarán?
Soy del parecer que lo que cambia la realidad no son las ideas, sino la experiencia colectiva. Cuando un vecino, que forma parte de una comunidad como la senegalesa, con quien no habías tenido contacto, te ofrece una mascarilla, te cuestionas parte de tu imaginario y de tus prejuicios. Se han producido relaciones y se han dado contactos que han generado una química real, que va más allá del relato.


