Resulta fascinante estudiar los mapas y descubrir cómo al pasear vivimos entre un gran teatro cargado de reformas, muchas de ellas sólidas, muchas otras estériles en su objetivo de derrotar los caminos del pasado, y como mi empecinamiento de estas semanas es con la antigua carretera de Horta no está de más recordar cómo el presente es capaz de cancelar la lógica trazada durante siglos para imponer una idea.
Esta, en nuestro caso, es el omnipotente Eixample de Ildefons Cerdà. En la anterior entrega nos quedamos en Provença con Cartagena tras seguir a nuestro protagonista desde sus vestigios en els Jardins de Montserrat Roig. Al lado, desde finales de los años veinte, los pasajes de Faustino León y Pau Hernández ocultan otra torrentera más de la zona, la de Milans, así llamada por transcurrir entre las antiguas propiedades de ese señor, justo en los actuales terrenos del Hospital de Sant Pau.
En 1931 Rosselló moría en Dos de Mayo y Provença a la altura de Cartagena, entonces Igualdad, como atestigua un homónimo pasaje cercano, entre la acción del torrent de Milans y las construcciones de la antigua carretera de Horta, aún poderosa y sin sospechar como tras la Guerra Civil sería víctima de ese anhelo enloquecido por completar la cuadrícula sin respetar lo pretérito.

Por eso mismo antes de regresar a nuestro objetivo no está de más constatar, lo advertimos, la continuación del torrent de Milans por el passatge de Vilaret, tan resistente como para mantener su descenso en nuestros días, cruzar el carrer de Mallorca y fenecer en el de Valencia, como si su presencia fuera un secreto muy bien guardado, algo asimismo palpable por la vigencia de negocios nada homologados, sino más bien variopintos, homenaje a talleres, locales y otros mecanismos económicos de antaño.
El Vilaret aún está bautizado en recuerdo a la propietaria de los terrenos, la señora Antonia, y puede confundir al andariego inexperto, pues su relación con la antigua carretera de Horta era la de un cruce de sendas para confirmar cómo nuestra ruta era un desguace pese a su robustez, hasta continuar también por la calle Mallorca por una manzana casi virgen durante la Segunda República. La única excepción era otro pasaje, el de Utset, y el apellido, inexistente en el planisferio hace casi un siglo, nos remite a los terratenientes de todo este perímetro comprendido en el antiguo término de Sant Martí de Provençals, más concretamente entre Gràcia y el templo gaudiano.
No hace muchas semanas tuvimos el privilegio de redescubrir el barrio de Romans, justo en la frontera entre la Villa y el inmenso pueblo rural anexionado a Barcelona en 1897. Josep Utset era marido de Anna Romans i Jordà, y a partir de esta asociación todo fluye con más garantías al encajar las piezas de otras investigaciones donde habíamos referenciado a Utset en la junta de propietarios de Lligalbé y Mas Casanovas, demostrándose la conexión de todos estos puntos cercanos a partir de la posesión de hectáreas.

Hoy en día el passatge de Utset es un cul-de-sac y nos entorpece las pesquisas por su interrupción en la escuela Bailongu, célebre en estos barrios, al menos desde mi memoria, cuando éramos adolescentes y eso de danzar era fundamental si querías tener oportunidades de ligue, aunque dada la situación actual como no lo hagamos en casa todos lo tenemos bastante complicado.
Utset se engarzaba en ese tramo con la antigua carretera de Horta, veloz hacia su inicio al lado de la estación del Norte y aún identificable en otro sector donde, estos análisis siempre surgen desde detalles a priori irrelevantes, salté de alegría por atar tantos cabos que me habían acompañado durante mis andanzas desde mi ignorancia para con la antigua carretera de Horta.
Según el nomenclátor de vías públicas de 1942, un documento increíble por enumerar todos los cambios debidos a la victoria franquista, la antigua carretera de Horta nacía en Dos de Maig y moría en Aragón. Justo antes debía travesar el passatge Bofill, un pasadizo típico de la parte baja de la Sagrada Familia, muy bien surtida en este aspecto por su estructura inicial, donde se aprovechaba este tipo de via urbana para tener doble acceso a las viviendas.

En el 22 de Bofill siempre me chocó dar con un muro anómalo, una reminiscencia de cuando lo campestre se atrevía a sacar la cabeza. Tras este aún luce un domicilio con cierto regusto a villa de principios de siglo XX, y eso sólo puede significar una reformulación de la calle en un instante concreto.
Bingo, esa finca pertenecía a la antigua carretera de Horta y es su último guiño; luego se ensanchaba hasta ser absorbida en Aragón por otra encrucijada entre lo viejo y lo nuevo, lo primero por otra ruta contraria a tanta democracia ordenada de Cerdà, el camí dels Enamorats, mientras lo segundo surgía tanto por la tristemente famosa Escola Ramón Llull, pletórica por el trabajo de Goday, como por el paso del ferrocarril Madrid Zaragoza, con su base en la Estació de França, hoy bastante ninguneada y antes esencial por su centralidad y la memoria de tantos viajes y migrantes aterrizados en la ciudad condal una vez traspasaron sus puertas, y para muestra ese maravilloso botón del inicio de Nada, de Carmen Laforet.
A nuestra manera hemos llegado a la conclusión del periplo, pero esto es mentira. Cuando, durante el confinamiento, salía de casa no tenía tan clara la finalización, y desde la búsqueda pude dar con otras sorpresas y adentrarme en las mismas desde su absoluta soledad. Al fondo las torres más visitadas de la capital catalana me miraban sin pestañear. A su vera, en ese trecho peatonal con vocación turística, los niños se divertían con sus patinetes, libres al abrazar su derecho a ocupar el asfalto. Volverá el ruido, no me cabe duda, simplemente debemos reorientarlo para salir beneficiados desde nuestra condición ciudadana.



1 comentari
Hola Jordi,
Formo part de la Comissió de Memòria Històrica EL POBLET-Sagrada Família, i en relació al nom del Passatge Vilaret al nostre entendre i d’acorod amb l’expedient trobat a l’AMDSM qui en va sol.licitar l’apertura el 10 octubre 1876 en qualiat de propietari del terrent va ser en Miguel Ferrer Vilaret, fill de la Sra. Antonia Vilaret i Ojeda.
Salutacions