Quizá, como siempre sin saberlo, me he metido en un buen lío con el inicio de esta serie, pero me da igual desde la sinceridad de ofreceros mis investigaciones con sus costuras bien visibles. En realidad, esta nace por la lectura de un volumen sobre Carmen Broto. Aún no puedo confesar el motivo de mi interés. En ese ensayo, notable y muy menospreciado por amiguismos y otras historias de la prensa de este pequeño país llamado Catalunya, Manuel Trallero y Josep Guixà mencionaban un cambio de numeración del carrer de la Industria, y pese a haber devorado esa obra hará más de una década esperé con mucha parsimonia la oportunidad de adentrarme en tan apasionante cuestión, y sí, puedes reír, te lo concedo, ríe mientras te muestro cómo superar obstáculos insalvables ante la dificultad de dar con documentación fehaciente para contar una trama urbana increíble.

Iré a la punta más alejada de mis dominios. En un mapa de 1891 el carrer de la Industria debuta en una intersección de caminos, con la riera de Magòria bien destacada. En 1931 podemos discernir más sobre su trayectoria por las reformas de esa zona. En ese instante el carrer París, así bautizado en 1922 para romper con la continuidad de Industria, salía de la plaça del Centre y moría en La Diagonal. Tras la guerra, como expliqué no hace mucho en estas entregas barcelonesas, los vencedores quisieron rendir homenaje a la Alemania Nazi y un tramo dedicado a la capital francesa pasó a glorificar la del Tercer Reich.

Els punts en vermell marquen l’inici i la fi del carrer Industria l’any 1891.

Esto, hola alcaldesa, no se ha cambiado, como tampoco el caso de la avinguda de Roma, cuyo origen, antes mentaba a la Generalitat, se remonta a 1940 para masajear a Galeazzo Ciano, Ministro de Asuntos Exteriores italiano de visita a Barcelona, alojado en el Ritz y agasajado con vítores de muchos ciudadanos. Como a todo el mundo le importa un comino el nomenclátor os informo de la existencia de un carrer de Roma en el Putxet, colindante con Bertran, legendaria a principio de nuestro siglo por el asesino múltiple del número 28, un parquin sin cámaras de seguridad. No hay problema con el duplicado al ser vías distintas, calle y avenida; aun así, si una de ellas desapareciera ganaríamos un poco de dignidad a falta de pedagogía.

Perdonen esta introducción tan copiosa en minucias. Quiero hablar de otra cosa. Lo prometo. Ahora mi cabeza se ha rebelado porque, justo cuando murió Juan Marsé, critiqué en las redes sociales la política del Ayuntamiento y un técnico municipal, de esos aficionados a no leer nada ajeno al creer tener razón eterna, quiso atacarme por decir que ni Jaime Gil de Biedma ni Carlos Barral tienen siquiera una placa donde fallecieron. Vale, tienen unas manzanas interiores al lado del carrer del Taulat, pero nadie sabe de ellas, y este señor pagado por todos los ciudadanos se atrevió a replicarme con eso de “no es fácil alterar el nomenclátor, no lo sabes tú bien.” Si le mando recuerdos desde aquí es por su arrogancia y la mentira de sus palabras, pues tras la victoria de Colau en 2015 prometieron cargarse las referencias franquistas y monárquicas. Con algunas sí han cumplido. Con otras deben tener miedo, como con la Reina Victoria en Monterols. ¿Me equivoco?

Vista del carrer Martí, a l’esquerra el número 104, domicili durant anys de Juan Marsé | Jordi Corominas

Pues eso. Con Marsé bastaría una bonita inscripción en Martí 104, sería lo más comprensible al ser el edificio de su educación sentimental. Si quieren les ayudo, lo haría encantado. Eso sí, no le pongan un parque en el Carmel para sacarse una foto y tener muchos retuits. Ya hay una biblioteca, y añadir más tardes con Teresa en la barriada del Pijoaparte sería populismo grotesco; les recomiendo desarrollar políticas sociales dignas, sobre todo en este tiempo de pandemia, y menos simbologías olvidables, herencia de Carlinhos Brown, gran prócer de izquierdas. Ay.

Ah, París de la France. El sueño barcelonés desde un profundo complejo de inferioridad. Ahora mismo esta avenida mide poco más de un quilómetro y medio, postulándose en l’avinguda Tarradellas, antes la rimbombante Infanta Carlota Joaquina, para fenecer en el número 220. No muy lejos de ese enclave, en la manzana englobante de Urgell, Villarroel y Londres, el Fútbol Club Barcelona tuvo su primer campo en propiedad, el del carrer Industria, pues, lo recordamos para el lector despistado entre tanto salto temático, así se denominaba la totalidad de lo partido hoy en día entre Berlín, París e Industria, y quien sea avispado y residente en la capital catalana aquí se habrá formulado más de un interrogante.

El passatge de París | Jordi Corominas

Al diseccionar tantos planisferios me ha costado dilucidar si un riachuelo o la vieja carretera de Sarrià, aun circulable desde la plaça Macià, tenía incidencia en el estadio de los culés; como es bien sabido la expresión surgió por las posaderas bien accesibles a los ojos de los transeúntes. Este prodigio balompédico, con excepcional luz artificial, relanzó la maltrecha trayectoria inicial del Barça hasta permitirle mudarse en 1922 a Les Corts.

La gente del Guinardó, ese gran misterio condal desde el ninguneo, ama alzar la voz si se remite a ese rectángulo en Industria, esa frontera nada simbólica de ese entorno. Para muchos aborígenes algo iletrados es un honor imaginar el coliseo azulgrana por esos lares. Se equivocan, y para justificarlo tenemos distintos argumentos y puntos chocantes si se pisa el asfalto sin pensarlo

Part final del carrer París | Jordi Corominas

Pegada al Hospital de la Cruz Roja, entre Cartagena y Lepanto, una puerta vallada con abundante vegetación en su paisaje y hasta una chimenea como guinda, constituye una declaración de intenciones de una idea imposible: passatge de París. ¿Qué pinta esa magia en un sitio tan recóndito? Quedaría precioso enlazarlo con el de enfrente, el de Núria, con vistas al Hospital de Sant Pau, pero no es así. En 1931 aún tiene su rectitud, hoy engarzada a medias junto una de las ágoras más feas de Barcelona, la Henry Dunant.

El pasaje París tiene diez números. En 1942 figura en papeles oficiales del primer Franquismo. Para rizar el rizo, iba siendo hora, os revelaré cómo el carrer de la Industria, una vez se produjo su divorcio con París en 1922, emergía en el número 222, esquina con Bailén. Dos más dos son cuatro y el delirio del Ayuntamiento, no el actual, hubiese arrasado con casi todo el sector sur de Gràcia. París bien vale una misa, o una demolición criminal. Por una vez Porcioles se libró de ser culpable.

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