Olga Ortiz es médico en el CAP de Sant Ildefons (Cornellà), uno de los primeros barrios en los que la Conselleria de Salud organizó cribados masivos de pruebas PCR, durante la última semana de agosto, con el objetivo de detectar a personas con Covid que fueran asintomáticas. De los 4.650 vecinos que acudieron a la carpa provista para realizar estos test, 540 dieron positivo. Según la doctora, una de las principales características de Sant Ildefons es que “tiene un nivel socioeconómico bajo, uno de los más bajos de Catalunya. Hay grandes bloques de pisos pequeños, de unos 50 metros cuadrados, con mucha concentración de personas”. Como muestra, cita un ejemplo de hace pocos días: “Atendimos a una familia de cinco personas, con la madre positivo, que vive en una sola habitación dentro de una vivienda. Nos organizamos con los servicios sociales para que les llevasen comida, pero no se puede hacer un aislamiento en una habitación con cinco personas, así que tramitamos el traslado a un Hotel Salud de Barcelona para que realizaran allí la cuarentena”.
No todos los pisos de Sant Ildefons reúnen estas condiciones, pero sí una gran mayoría, y es frecuente que carezcan de ascensor o, si lo tienen, sea para edificios de nueve pisos con cuatro puertas por rellano, con el consecuente riesgo de contagio en un espacio tan pequeño sin airear por el que circulan decenas de personas al día. Ortiz, que lleva casi 30 años trabajando en este ambulatorio, ha conocido historias muy variadas con la Covid, como la de un hombre que dio positivo en coronavirus y, cuando fueron a su domicilio a comunicárselo, les dijeron que vivía en un coche en la calle. Costó localizarlo, pero finalmente, con la ayuda de la Policía Local, lo encontraron.
La barrera idiomática de algunas familias extranjeras juega en contra del aislamiento, sobre todo cuando no hay mediador cultural, como es el caso de este CAP: “Llamé a un paciente enfermo de Covid para el control de síntomas y cuando miré en la historia, vi que habían programado las PCR para la familia, que eran la mujer y cinco hijos, y que no habían venido a hacérsela. Yo le preguntaba y él me decía a todo que sí. Vi que no me estaba entendiendo nada. Le pedí el teléfono de la hija mayor, y la llamé. No sabían que tenían que hacerse los test y estaban todos en la calle, menos el padre, que estaba aislado en una habitación. No es el único caso”.
Otra de las particularidades del barrio de Sant Ildefons es la elevada tasa de paro. Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) de junio, el conjunto de la ciudad de Cornellà tiene una tasa cercana al 13 por ciento. En el caso del paro juvenil, asciende al 36 por ciento. Ante el miedo a perder el empleo, Ortiz presenció cómo un hombre, camionero, se negaba a hacerse la PCR porque necesitaba trabajar. “Estamos en una situación de riesgo importante de salud pública, pero no podemos obligarle a hacerse la PCR. Sí lo notificamos, pero dudo que haya una red que pueda controlar este tipo de casos”.

Lo que funciona en este municipio del Baix Llobregat, señala Ortiz, es la red social: “En la crisis de 2010, se sobrevivió mucho porque las familias hacen mucha piña. Los abuelos han ayudado muchísimo, con una pensión vivían, no una, sino tres familias. Vivía la familia del abuelo, más a lo mejor la familia de los dos hijos. En Cornellà, tenemos un grupo comunitario muy potente a todos los niveles, con ayuntamiento, policías, sanitarios, escuelas, asociaciones de vecinos… En junio, las colas de las PCR llegaban hasta el mercadillo que ponen algunos jueves, y una de nuestras enfermeras, que va a las reuniones de esta Red Solidaria Ciudadana, llamó al Ayuntamiento; vinieron, señalizaron y apartaron los puestos del mercadillo, y fue gracias a la red”.
Desde los ambulatorios se atiende tradicionalmente a los pacientes con malestar, enfermedades diversas y patologías crónicas, a lo que ahora se añade la realización de las pruebas PCR y el seguimiento a las personas que han dado positivo y a sus contactos, que también deben estar en cuarentena. Esto ha producido una sobresaturación de los CAP, donde los profesionales ven aumentar su jornada tras meses de estrés y bajas laborales. Solo en Sant Ildefons, hubo durante el estado de alarma 23 bajas por Covid, en un centro de cerca de 80 trabajadores. “La gente de la primaria está muy quemada. Sin menospreciar el trabajo de nadie, muchos de nuestros compañeros fueron a las Urgencias de Bellvitge, a residencias de ancianos, a Hoteles Salud, y para ello se cerraron ambulatorios y se concentró el trabajo en algunos CAP. Igual que nosotros ayudamos a reforzar, no estaría mal que ahora nos reforzasen”.
En esta misma línea, el sindicato Metges de Catalunya, considera que el plan presentado por la Generalitat para fortalecer la atención primaria con nuevas contrataciones es insuficiente porque el sector arrastra recortes desde hace una década. La Conselleria de Salud ha anunciado la construcción de cinco nuevos espacios hospitalarios para hacer frente al coronavirus, pero sindicatos sanitarios reclaman aprovechar las infraestructuras sanitarias existentes y priorizar la inversión en los ambulatorios ante la saturación del personal.
La importancia de la red vecinal
Ceca de Sant Ildefons, los barrios de Collblanc, la Torrassa i la Florida, en L’Hospitalet, fueron los primeros en registrar rebrotes en el área metropolitana de Barcelona, hasta el punto de que el 12 de julio la Generalitat restringió la movilidad en los tres, y cerró cines, teatros y locales de ocio nocturno durante 15 días.
Lola Sirre es trabajadora social del CAP Florida Equip Florida Sud desde hace dos años. Destaca que una de las singularidades del barrio de la Florida es que es uno de los más densos de Europa, con cerca de 30.000 habitantes en 0,38 kilómetros cuadrados. “Socialmente, es un barrio muy vulnerable. Casi la mitad de la población es emigrante, y una parte importante está formada por personas mayores que viven solas”, explica Sirre.
“Hay personas de 80 años con patologías que viven en un sexto piso sin ascensor. Conozco a pacientes que no salen de casa desde hace años, y les hacemos las visitas a domicilio”
En cuanto a nivel económico, en la Florida existe “un porcentaje alto de personas con baja formación cualificada y de personas en situación irregular, que comporta que solo pueden acceder a un trabajo precario y de economía sumergida, hecho que provoca una situación económica de ingresos bajos e inestables”.
Se trata también de un barrio “envejecido” en el que la mayoría de viviendas son antiguas, pequeñas y sin ascensor, lo que provoca que muchas personas mayores padezcan aislamiento social. “Hay personas de 80 años con patologías que viven en un sexto piso sin ascensor. Conozco a pacientes que no salen de casa desde hace años, y les hacemos las visitas a domicilio”, comenta Sirre.
La vivienda precaria es, de nuevo, uno de los handicaps en un barrio multicultural con pocos recursos económicos: “Una buena parte de la población reside en pisos multicompartidos en los que los núcleos de convivencia son de más de seis personas, muchas veces sin vínculo familiar, y comparten espacios comunes de la vivienda. También nos hemos encontrado con familias enteras que viven en una misma habitación”.
Trasladando estas fragilidades a la situación de estado de alarma, Sirre destaca que, “desde el Institut Català de la Salut, junto con la colaboración de diferentes administraciones, para dar respuesta a los enfermos de Covid-19, se creó el recurso Hotel Salut Renaissance en L’Hospitalet para poder cumplir correctamente el aislamiento. Los pacientes del CAP La Florida que han padecido la enfermedad han valorado muy positivamente este recurso porque daba respuesta a la demanda de no poder realizar el aislamiento y al miedo a contagiar al resto del núcleo de convivencia”. Desde julio, dejó de utilizarse el Renaissance y los pacientes son trasladados ahora al Hotel Salud SB Plaza Europa.
Para Sirre, “es relevante la mirada del trabajo social y sanitario en el marco de la pandemia porque toda la parte científica de la medicina va acompañada de problemas sociales, y necesitas hacer como un puzzle con el equipo médico y el equipo social, porque una cosa va ligada a otra. Es muy importante el trabajo sociosanitario en esta pandemia para coordinar y vehicular todas las demandas de los pacientes”.
En el caso de la atención a los ancianos, desde el CAP han colaborado con la red comunitaria del barrio para hacer seguimiento a estas personas y ayudarles en tareas cotidianas como bajar la basura o llevarles la compra, gracias a los voluntarios del barrio. “La gente mayor tenía mucho miedo. Aislarte durante tres meses, en casa, solo… Al final desconectas del día a día. En coordinación con el Ayuntamiento y las entidades del tercer sector, y con el seguimiento de los equipos de salud y las llamadas telefónicas, les acompañamos. Eso es positivo porque sienten que no están solos. Con una llamada en la que te explique cómo está viviendo todo esto, haces que se sienta acompañado y eso libera un poco a nivel emocional”, sostiene.
“El código postal determina la calidad de vida”
Las redes comunitarias y las entidades sociales de barrio son otro punto de referencia para muchas personas vulnerables en época de pandemia porque están en primera línea con los más desfavorecidos y colaboran en frenar las desigualdades. Es el caso de la Asociación Educativa Ítaca, que trabaja desde 1976 en Collblanc-Torrassa con niños y jóvenes y tiene desde ludoteca para el disfrute de los más pequeños hasta proyectos de inserción laboral. Su director, Felipe Campos, remarca que la densidad de población de la zona es similar a la de muchas zonas de Bombay, ya que en menos de un kilómetro cuadrado conviven más de 60.000 vecinos, lo que le convierte en un territorio de una alta diversidad cultural, con más de 120 nacionalidades diferentes, más de 70 lenguas y una gran pluralidad religiosa.
“Con todos estos datos, podemos intuir que con una densidad de población tan grande hay un grave problema de vivienda. Tenemos pisos antiguos y este es un hecho determinante que afecta a la salud. Nos han dicho que esta crisis afecta a todos por igual, seamos ricos o pobres, pero no es cierto. Quizás es el mismo mar, pero no todos vamos en el mismo barco, y los barrios determinan de forma directa cómo es un confinamiento o una prueba diagnóstica”.
Campos ha visto el “miedo” a hacerse un test porque “no es igual si te encuentras en una situación administrativamente irregular, no es igual si tienes trabajo, si tienes contrato o si trabajas en la economía sumergida. Son elementos que hacen que el código postal determine la calidad de vida de un niño, un adulto o de un conjunto familiar”. Entidades como Ítaca, generan proyectos socioeducativos con el fin de “garantizar la dignidad y la equidad en las políticas tanto de protección a la infancia como de protección y garantía de derechos a familias del barrio”.


