
Cuando se acercan los Reyes hay un estallido de publicidad de juguetes. Durante muchos años hemos visto como esta publicidad estaba rigurosamente separada en dos apartados: Un dedicado a los niños con juguetes que incitan a la acción, a los juegos de movimiento y en la investigación, siempre empaquetados con colores intensos, especialmente rojo y moratón fuerte. El otro apartado juegos relacionados con el hogar (cocina, limpieza…) y con la estética, todos rodeados de colores pastel, especialmente el rosa. Por suerte estas tendencias han empezado a cambiar y ahora ya hay algunas marcas de juguetes que incluyen en su publicidad imágenes de niños que juegan con cocinitas, e imágenes de muñecas en las cajas y publicidad de juegos de construcciones y de cariz más científico. Esto no es todavía mayoritario, es solo una aproximación tímida al cambio. Se ha producido gracias a la concienciación de mucha gente y a las protestas que se han ido generando cuando se nos despierta la indignación feminista al ver cómo en la última campaña publicitaria se incita a las futuras generaciones a cumplir con los patrones y estereotipos establecidos.
Los juguetes no tienen género. Por eso me sorprende que a menudo cuando se observa que uno niño prefiere jugar con cocinitas y una niña prefiere jugar a pelota que a cualquier otra cosa, esto sea un indicador para hacer una exploración psicopedagógica para ver si nos encontramos ante un caso de cambio de género. Por suerte estamos en un mundo donde hay equipos deportivos femeninos de juegos de pelota, mujeres científicas e ingenieras, hombres cocineros, hombres maestros, cuidadores, enfermeros… y haríamos bien de apartar los clichés que aparejan indefectiblemente determinadas profesiones con uno u otro género y que se manifiestan con los juguetes, con la ropa, con los disfraces o con los libros.
De todos los juguetes que podemos encontrar al mercado, hay algunos que son superfluos, que no hacen ninguna falta porque no hacen ninguna aportación a la creatividad infantil o porque pueden ser sustituidas por objetos de uso común del hogar o por elementos muy asequibles en la naturaleza. Todos hemos visto niños jugando con piedrecillas, con cajas de zapatos, con cucharas… que se transforman en manos de los niños en héroes, en barcos o en hadas encantadas. También hay juguetes que ayudan a crear mundos. Entre estas hay las muñecas, que se dejan vestir, desvestir, dormir, abrazar, pasear… Esto pasa igualmente con algunos animales de peluche que pueden ser verdaderos amigos durante años. De este tipo de juguetes no hace falta tener muchos, puesto que así como nos costaría tener cuidado de muchos de hijos, también le costaría mucho a un niño tener cuidado de muchas muñecas.
También hay juguetes que incitan a los juegos de movimiento y que se consideran de necesidad tanto para niños como para niñas, como las bicicletas o las típicas pelotas de siempre, que cuando los niños no tienen, se las fabrican, con cartones, papeles arrugados, latas o cordeles.
Pensando en todo esto en estos tiempos de generosos en anuncios, he leído el informe anual del Instituto de la Mujer sobre la publicidad sexista de los juguetes y he tenido que mirar cuatro veces la fecha para comprobar que no me había equivocado, que este informe es reciente, justo salido del horno. No lo entiendo. Hace muchos años que estamos igual, comprobando año tras año como los estereotipos de género se manifiestan en los juguetes que hay al mercado y en la publicidad que se hace. Y cada año nos quejamos de la ramplonería que se traslada a las muñecas y de la violencia que se inocula principalmente a los niños, y cuando salimos a la calle el día de Reyes las vemos a ellas empujando carritos de color rosa o azul pastel (si el bebé que transportan es un niño) y a ellos con pistolas y escopetas y en el mejor de los casos con sus juegos de movimiento. A pesar de la tímida mejora que indica que algunas marcas de juguetes están procurando evitar la publicidad sexista y el sesgo de género, todavía la mayoría de anuncios se basan en la segregación profesional por género. Las niñas a hacer de peluqueras y los niños a pilotar aviones.
No es solo la publicidad de los juguetes la que marca como se espera que sean los niños y las niñas, los hombres y las mujeres. También existe en el resto de la publicidad que a pesar de que se dirige a los adultos, los niños también ven muy a menudo.
Creo que basta. Si queremos una sociedad donde los hombres y las mujeres tengan las mismas oportunidades, donde tanto ellos como ellas sean capaces de tener cura de un bebé, de practicar un deporte, de tener curiosidad científica y de elegir una profesión independientemente del género, tendríamos que empezar ya a hacer posible esta igualdad desde la niñez y no tendríamos que permitir que los fabricantes de juguetes y los publicistas influyan de manera determinante en el ajustamiento a los clichés de los adultos del futuro. Tenemos que pasar a la acción y rechazar frontalmente los juguetes que promueven los estereotipos, la violencia y la conformidad con los patrones de la sociedad capitalista y patriarcal. No nos tiene que dar miedo regalar una muñeca a un niño o un coche con mando a una niña.
Es necesario que las instituciones hagan su trabajo y que la hagan también los fabricantes de juguetes, los publicistas, los vendedores… y por supuesto las familias que al fin y al cabo son las que compran los productos. No es solo para aumentar el empoderamiento de las mujeres y para liberarlas de trabas en su desarrollo, sino que es también para liberar los hombres de unas presiones que los conducen hacia la acción muchas veces violenta y no los dejan ser sensibles, tiernos, cariñosos y colaboradores. Para el bien de todos fijémonos bien en los detalles antes de comprar un juguete.

