“El fenómeno de las muertes en el Mediterráneo lleva ya marcando dramáticamente la crónica de los últimos años, hasta el punto de que se ha normalizado el hecho de ver a gente morir en el mar”, afirma Francesco Passeti, politólogo e investigador del Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona (CIDOB), que considera que el Open Arms “hace una labor increíble, pero, desafortunadamente, es una gota en el mar”.

Para Passeti, las instituciones deberían reforzar las tareas de salvamento marítimo “por un tema de justicia legal, porque las leyes internacionales y europeas hacen del rescate una obligación, y también por un tema de asilo y de la protección internacional a la que pueden acceder las personas que intentan cruzar el Mediterráneo. Si a una persona se la devuelve o no consigue llegar o se deja en manos de guardacostas libios, no se garantiza el derecho al asilo”.

Passeti argumenta que el respeto a la salvaguarda de la vida humana es un valor de la Unión Europea y del concepto de Estado democrático moderno, pero “Europa prefiere cerrar los ojos”. “Los Estados miembro no consiguen ponerse de acuerdo a la hora de rescatar a migrantes y proporcionarles una oportunidad en territorio europeo, mientras que sí ha habido posiciones cercanas en cuanto a la externalización de fronteras, el control migratorio y la caza a los traficantes”, añade.

Esta situación difiere de la operación Mare Nostrum iniciada a finales de 2013, una iniciativa capitaneada por el Gobierno de Italia que contaba con las ONG para abordar los naufragios de embarcaciones de migrantes. Durante esta operación, al menos 150.000 personas, procedentes en su mayoría de África y Próximo Oriente, llegaron a salvo a Europa. En los últimos años, se ha puesto el foco en el control migratorio y la protección de fronteras, que ha motivado por parte de la ultraderecha la “criminalización” de las ONG que operan en aguas internacionales.

Así, partidos de extrema derecha, como la Lega Nord de Matteo Salvini en Italia, han convertido a las organizaciones humanitarias en “el objetivo perfecto” de sus críticas tachándoles de “radicales de izquierda e hijos de ricos”. La táctica populista consiste en no atacar directamente al migrante “negro” para huir de acusaciones de racismo, y en censurar la presencia de barcos que se sostienen gracias a donaciones privadas. Mientras, los factores que empujan a las personas a migrar siguen siendo las guerras, los conflictos políticos, el hambre, los problemas climáticos… “Las personas siempre vendrán. Las migraciones existen desde que existe el hombre. La cuestión es cómo queremos que se desarrolle, con vías más peligrosas o con viajes un poco más dignos y respetuosos con los derechos básicos”, concluye Passeti.

Sani Ladan: “Lo dejamos todo en busca de un futuro mejor”

Las teorías institucionales contrastan con la realidad de quienes emprenden el camino hacia Europa, como Sani Ladan. “Mi historia es la de muchos migrantes que, de un día para otro, lo dejaron todo en busca de un futuro mejor, algo que ha existido a lo largo de la historia de la humanidad”. Llegó a Ceuta a nado a través de la frontera del Tarajal, tras una odisea que comenzó en Camerún, su país de origen, y que le llevó a Nigeria, Níger, Argelia y Marruecos. Pasó un año en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CITE) de Ceuta y dos meses en el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) de Tarifa (Cádiz), para después ser atendido por una ONG que le animó a trabajar en los invernaderos en Almería. Sus ansias de seguir estudiando y la ayuda de dos familias cordobesas le permitieron seguir formándose y matricularse en la Universidad de Loyola, donde cursa Relaciones Internacionales.

A Sani Ladan le remueve cada muerte en el mar, por el drama humanitario y por la pasividad europea: “Todos los días nos llegan noticias sobre las muertes en el Mediterráneo y se está criminalizando a la gente que se dedica a salvar vidas. Esto está pasando a escasos kilómetros, pero se mira hacia otro lado, porque se nos ha acostumbrado a la cultura de la cifra”.

Ladan, mediador intercultural y especializado en migraciones, no tiene dudas: “Estamos viviendo una de las mayores involuciones en materia de derechos humanos en la frontera sur de Europa, por esto tenemos que empezar a poner nombres y apellidos, y saber que, detrás de cada inmigrante que muere en el Mediterráneo, hay historias, hay familias y hay sueños que la política migratoria represiva ahoga en el Mediterráneo. No venimos aquí por gusto a la muerte. No salimos de nuestros países porque queremos morir”.

Remarca que África sufre “un expolio y una explotación” de sus recursos naturales desde hace siglos que mantiene al continente “arrodillado” frente a Europa, y menciona casos como el coltán de la República Democrática del Congo o la actividad pesquera en Senegal, que al pasar a manos de multinacionales empobrecen a los pescadores tradicionales y, en parte, les obligan a migrar sin que haya vías seguras para hacerlo. “¡Ojalá existieran esas vías seguras para poder migrar!”

Unió Europea: Buenas palabras, pero pocos hechos

Los documentos y los portavoces oficiales de la Comisión Europea no auguran señales de cambio a corto o medio plazo. La postura de la CE se basa en que “la búsqueda y el salvamento son una cuestión de derecho internacional y competencia de las autoridades nacionales; no es competencia de la Comisión coordinar las operaciones de búsqueda y salvamento ni indicar los lugares de desembarco”, sostiene un representante de Política Exterior y de Seguridad Común (PESC).

“Las ONG y la sociedad civil a menudo han desempeñado un papel crucial para salvar vidas en el Mediterráneo, algo que es encomiable. Dicho esto, todos los actores involucrados en la búsqueda y rescate deben respetar las instrucciones recibidas de la autoridad coordinadora al intervenir en eventos de búsqueda y rescate”. Este portavoz de la PESC subraya que “nadie debería perder la vida tratando de buscar seguridad y refugio”, para lo que asegura que la CE está “en constante diálogo con los Estados miembros para ofrecer soluciones de reubicación ad hoc”.

En cuanto al Nuevo Pacto europeo sobre migración y asilo presentado en septiembre, defiende que equilibra las responsabilidades de todos Estados miembro y que garantiza el cumplimiento de los derechos fundamentales en las tareas de reubicación y retorno: “Para abordar la presión sobre los sistemas de asilo en los países de primera entrada, el Pacto también incluye procedimientos de gestión de la migración rápidos y eficientes desde el principio, en las fronteras, que integran la detección, el asilo y el retorno, que ayudarán a los Estados miembro que están experimentando una demanda de asilo”.

La Comisión Europea emitió en septiembre una serie de recomendaciones sobre las actividades de búsqueda y rescate de migrantes en el Mediterráneo. El documento destaca que, desde 2014, se han contabilizado más de 20.300 muertes, la mayoría de ellas en la zona central, y señala que “es necesario evitar la criminalización de quienes prestan asistencia humanitaria a las personas que se hallan en peligro en el mar, garantizando al mismo tiempo que se apliquen las sanciones penales adecuadas contra los traficantes”. Enumera aspectos como la obligación de asistir a quien se encuentre en peligro en el mar, el desembarco rápido de personas en un lugar seguro, o el respeto de los derechos fundamentales de los rescatados, mencionando explícitamente el principio de no devolución, a la vez que subraya que es esencial evitar que las redes de trata de personas “se aprovechen de las operaciones de salvamento llevadas a cabo por buques privados en el Mediterráneo”.

Sobre el papel, las recomendaciones de la CE se centran en la solidaridad entre los Estados miembros y en la cooperación con los países ribereños “con el fin de reducir el número de víctimas mortales en el mar, mantener la seguridad de la navegación y garantizar una gestión eficaz de la migración”.

Ángeles Schjaer: “Tenemos el deber de explicarlo en las escuelas”

Desde que la ONG Proactiva Open Arms inició sus operaciones en el Mediterráneo hace más de cinco años, ha rescatado a más de 61.000 personas. Su fundador y director, Òscar Camps, manifiesta que fue la inacción de las administraciones europeas lo que llevó a un grupo de profesionales del salvamento a llenar este hueco, con el fin de auxiliar a pateras a la deriva y de evitar más muertes en el mar. Conocedores de que es necesario actuar en los países de origen para intentar mejorar la situación de la población civil, la ONG badalonesa cuenta en Senegal con un proyecto menos conocido que sus tareas de salvamento. Este programa, llamado ‘Origen’, tiene como objetivo informar de los peligros de viajar en embarcaciones en mal estado, y es que 1 de cada 18 personas muere ahogada durante el trayecto, y más de 33.000 han fallecido en el Mediterráneo desde 1993.

Ángeles Schjaer, asesora pedagógica de Open Arms, explica que trabajan con tres entidades senegalesas, que son quienes relatan a sus conciudadanos las dificultades de realizar una travesía de ese tipo y los problemas burocráticos al llegar a Europa. Desde España, realizan la capacitación de jóvenes senegaleses para que en su país sean referentes comunitarios y hagan entender que el sueño europeo que buscan es una odisea que seguramente acabará mal. “Creamos una guía pedagógica para que explicaran a la gente local qué era lo que pasaba si tomaban esta ruta de manera irregular. Es muy difícil salir de Senegal, y la gente acaba recurriendo a este viaje porque no tiene otra manera de hacerlo. Se les da información, se les dice que es muy peligroso y que, seguramente, muy poquitos van a llegar. En una segunda fase, también se han organizado centros del conocimiento, aulas donde la gente pueda ir a estudiar; es un proyecto más técnico y de emprendeduría”.

Con el fin de promover valores como el respeto y de estimular el pensamiento crítico, Proactiva Open Arms cuenta también con el proyecto ‘Educación para la Libertad’ destinado a las escuelas que, de forma presencial o telemática, ha llegado a más de 90.000 alumnos de 1.370 centros educativos de distintos países. “Desde que empezamos en 2015 como voluntarios, vimos que teníamos la obligación de explicar qué estaba sucediendo para que tuviéramos que ir al mar a rescatar a estas personas”, apunta Schjaer.

Debatir sobre derechos humanos en las aulas, adaptando el vocabulario y los ejemplos a las edades de los alumnos y las alumnas, les da pie a hablar de por qué la gente sale de sus países de una determinada manera, a rebatir el discurso del odio y a preguntarse por qué no se está acogiendo más en Europa. La respuesta de los centros escolares es “buenísima”, asevera Schjaer, tanto con los menores como con el profesorado y los padres y madres, porque “una charla suelta no va a generar un cambio grande, pero que toda la comunidad educativa esté implicada supone volver a la educación en valores”.

La pandemia de la Covid-19 ha servido para acercar el mensaje de cuánto duele no poder despedirse de un ser querido que ha fallecido. “Se les dice que esto sucede cada día en el mar. Cuántas familias no han podido decir adiós a sus hijos, sobrinos, amigos… Les invitamos a ponerse en la piel de otras personas, a pensar en cómo se sentirían ellos sin su familia, sin amigos, con un grupo de extraños, y como debe ser si, además, te han pegado una paliza. Tenemos que ponernos en los zapatos de la otra persona y agradecer que somos unos privilegiados por haber nacido en el otro lado”.

También tratan sobre el negocio de la guerra y los beneficios económicos que dan a España la producción de balas y de concertinas, siendo líder mundial de ambas y sabiendo el daño que producen. “Hace poco un alumno preguntó: ‘¿Y por qué no fabricamos otra cosa?’. No es la primera vez, los niños están cargados de ideas buenas para generar un cambio en el planeta. Se tendría que escuchar más la voz de los niños, que muchas veces tienen la solución, y la solución no pasa por hacer daño sino por aprender a convivir”.

David Llistar: “Las ciudades somos más sensibles a la inmigración”

“Open Arms hace lo que tendría que hacer la Unión Europea”, afirma el director de Justicia Global y Cooperación Internacional del Ayuntamiento de Barcelona, David Llistar, sobre las tareas de rescate en el Mediterráneo, al que se refiere como una “fosa común”. A su juicio, la UE define la nueva política migratoria como más solidaria, pero acelera los procesos de repatriación y se concentra en dar libertad a cada Estado miembro en el número de personas que puede acoger, además de facilitar la externalización de fronteras, como ocurre en Turquía, Túnez, Libia o Marruecos. “Esto significa acordar con ellos poner barreras a toda la diáspora que viene de Mali, Guinea Conakry, Marruecos o Afganistán. En Turquía, hay más de dos millones de sirios bloqueados en campos de refugiados”.

Llistar remarca la “interferencia” europea en algunos conflictos regionales, como el envío de tropas a Afganistán; la venta de armas por parte de Francia y España, por ejemplo, a países africanos; o la muerte de Gadafi en Libia. Estos elementos avivan los conflictos y la necesidad de que la población busque una vida mejor, por lo que ve “muy insolidario” que después de estas intervenciones se refuerce la frontera europea para reducir al máximo la entrada de migrantes. “Proactivamente, se generan los mecanismos para evitar que crucen el mar, y les molestan barcos como Open Arms que salvan a la gente porque ponen luz y taquígrafos”, agrega.

Llistar considera un ejemplo a tener en cuenta el encuentro de varias ciudades que se produjo en febrero de 2019 en Roma, con la representación de urbes como Milán, Palermo, Nápoles, Valencia, Zaragoza o Barcelona, que reclamaron la presencia inmediata de las ONG de rescate marítimo en el Mediterráneo. En su opinión, en general, “los gobiernos locales son mucho más sensibles a la migración y más abiertos”, y muestra de ello es la iniciativa From the sea to the city, que defiende una política migratoria más acogedora con una mayor participación de las ciudades. El Ayuntamiento de Barcelona materializó su apoyo a Open Arms el año pasado con una partida cercana a los 500.000 euros con carácter de emergencia humanitaria. “Open Arms está haciendo muy bien su papel y Barcelona ha sido un aliado fuerte”, resume Llistar.

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