Hace un par de meses salía un estudio realizado por UrbaMonde que subrayaba la capacidad de resistencia de la vivienda comunitaria en épocas de crisis. Sean viviendas cooperativas, tierras comunitarias u otras formas de vivienda colectiva.

Según el estudio, estos modelos ofrecen una mayor protección frente a desahucios, ejecuciones hipotecarias o mudanzas forzadas incluso si los inquilinos pierden parte de sus ingresos. También afirmaba que los grupos organizados de ahorro y vivienda tienen más probabilidades de unirse para realizar actividades generadoras de ingresos. Aparte, las conclusiones sugieren que la vivienda comunitaria fomenta la resistencia individual y colectiva ante los efectos sanitarios, económicos y sociales de la pandemia.

Este modelo de vivienda está en auge y está siendo promovido incluso por administraciones públicas. Hace tan sólo un par de semanas el Ajuntament de Barcelona anunciaba el impulso de las primeras coviviendas para personas mayores y para personas con discapacidad intelectual y la primera cooperativa de alquiler. En el marco del convenio firmado por el Ajuntament y las fundaciones de vivienda y las cooperativas, se asignaban 12 solares y edificios a rehabilitar municipales para que diferentes entidades impulsen la construcción de más de 370 pisos. Más allá, el convenio prevé llegar hasta la construcción de 1.000 viviendas en suelo municipal en posteriores fases los próximos años, a través del sistema de la promoción delegada, la cesión de uso de los solares para la construcción y gestión a largo plazo, y el mantenimiento tanto de la titularidad como el control públicos.

De cooperativas de vivienda hay de muchos tipos. Muchas de ellas están coordinadas dentro de la
Federació de Cooperatives d’Habitatges de Catalunya, pero muchas otras no quieren tener mucho que ver y se coordinan sólo a través de la Xarxa d’Economia Social i Solidària de Catalunya, la XESC. De todas las  cooperativas registradas en Catalunya hay 98 cooperativas de vivienda, pero es difícil saber cuáles de ellas han producido vivienda.

Antonio Pedrero, president de la Cooperativa Obrera de Vivienda | Carla Benito

Más difícil es aún hacer un mapa de la historia cooperativa. Como explica la Confederació de Cooperatives de Catalunya, en principio fue en 1865 cuando se funda en Catalunya la primera cooperativa de consumo, “La Económica” de Palafrugell, pero autores señalan que la primera cooperativa de consumo se creó en Berga en 1942 y de otros datan que a principios de 1840 se funda en Barcelona la primera organización de consumo con el nombre de “la Cooperación”. Aparte, en 1840, encontramos formas mixtas de sindicato obrero, mutualidad y cooperativa de producción que “nacen como arma de resistencia activa de la clase trabajadora”. Así, aunque no se entendía como cooperativa, la forma de funcionar era la misma. Cuando llega el siglo XX, en Catalunya encontramos cooperativas, tanto de consumo como de producción, pero también de vivienda, de enseñanza, de pescadores, de servicios, de transportes y una cooperativa sanitaria que fue la más grande de Europa. El auge cae durante el franquismo y las cooperativas creadas fueron mayoritariamente disueltas en considerarse marxistas y “rojas”.

Pero de entre todas las cooperativas que murieron, alguna consiguió nacer, esquivar los límites de la dictadura y resistir hasta la fecha. Se trata de la Cooperativa Obrera de Vivienda (COV) surgida en el Prat de Llobregat en 1962. Hoy en día todavía tiene miles de socios, infraestructuras y patrimonio para sostenerse y tiene proyectos abiertos para seguir creciendo. Aparte, ha conseguido establecerse como un referente de la economía social y solidaria en El Prat y tejer sinergias con muchos actores y agentes de la ESS. Hemos hablado con Antonio Pedrero, el actual presidente de la COV que vive y forma parte de la cooperativa desde el primer barracón. Entonces tenía 14 años.

Una red de contactos para erigirse en cooperativa

A principios de los años 60 los trabajadores de las grandes industrias en El Prat tenían necesidad de vivienda. Antonio Pedrero, entonces un adolescente, explica que a lo largo de aquellos años vino una multitud de mano de obra hacia las industrias de carácter comarcal: “esta gente vivía en unas condiciones, realquilada, bajo puentes, en casas de mala madre… Los mismos trabajadores oyeron hablar del cooperativismo en una charla que se hizo en Gavà en Radio 2 y unos cuantos se animaron y constituyeron la cooperativa para solucionar un problema que tenían, ya que las administraciones o el estado tardaban mucho en dar respuesta”. Así de simple lo explica Pedrero, pero la realidad fue que les costó mucho tiempo crearla. Se tenía primero que encontrar la persona adecuada que liderara el proyecto,

No fue complicado coordinarse, ya que como relata, la gente políticamente estaba muy enfocada y muchos formaban parte del PSUC o de la Organización Obrera Católica. Lo que sí fue complicado fue sacarlo adelante. Uno de los motivos fue el nombre que eligieron para la cooperativa, ya que para la época no era el más adecuado. Como todo, prosperó por amiguismos. “Costó muchísimo que Madrid lo autorizara, pero uno de los socios originarios de la cooperativa tenía un familiar de muy alta graduación que habló con el ministro Mortes Alfonso que finalmente decidió después de muchos contactos autorizar la cooperativa”, explica Pedrero.

Los mismos trabajadores constituyeron la cooperativa para solucionar un problema que tenían, ya que las administraciones o el estado tardaban en dar respuesta

Una vez con la cooperativa ya viva les faltaba la financiación. Los socios pusieron una pequeña cantidad de ahorro para la compra de terreno, pero se necesitaba más para poder hacer el primer bloque. Pedrero recuerda que fue una dificultad. En ese momento existía en la localidad el Banco de Vizcaya, el BBVA actual, y la Caja de Pensiones, la actual CaixaBank. El director de esta recibió presiones de los constructores del Prat y de toda la comarca que si les daban el crédito hipotecario, retiraban sus cuentas. Ante esto, el director de la agencia del Prat informó desfavorablemente… Pero los trabajadores miraron cómo responder a eso. Contaban con unos asesores jurídicos importantes como Agustí de Semir y Rovira y Montserrat Castelló, quien para Pedrero le hacía “el trabajo sucio” a de Semir. De casualidad ella conocía al jefe de créditos de Via Laietana: “fue el primer presidente de la cooperativa a hablar con este señor, lo tuvieron tres cuartos de hora esperando, le preguntaron de qué pie calzaba, si era católico o no… y que le explicase el proyecto y en qué consistía. Después de todo el interrogatorio le dijeron que ya tenía el préstamo aprobado y le dieron una carpeta para que la llevara al delegado de la oficina del Prat”. Aquel primer crédito se aprobó para 84 viviendas y funcionó.

Construcció de l’edifici a l’avinguda Llibertat de la Cooperativa Obrera de Vivienda | Arxiu: web cov-elprat.com

De la cooperativa de vivienda a generar trabajo y servicios

El otro aspecto importante de la cooperativa es que los mismos trabajadores socios podían ofrecerse para trabajar para la construcción. Se pidieron presupuestos a constructoras de la época y al final decidieron promocionarse y construir las viviendas ellos mismos. “Claro aquí salieron cosas porque se necesitaban especialistas…”, dice Pedrero. Y fue entonces cuando buscaron una empresa grande como era SICOP para que les hicieran de aval y así los proveedores les facilitaran las líneas de crédito para productos como el cemento.

Otro proyecto fue hacer 168 apartamentos pequeños amueblados. La autorización de las viviendas protegidas dependía de Madrid y la calificación y los trámites que debían hacerse podían llegar a tardar de dos a tres años. Un tiempo que la cooperativa tenía a 60 trabajadores sin trabajo y además a muchas familias esperando un piso donde entrar. Con estos pisos, la gente mientras esperaba su vivienda podía vivir con privacidad y una cierta dignidad.

Con todo, del año 62 hasta el año 75 había una gran demanda de vivienda y la COV llegó a hacer 1000 viviendas. Entonces, a medida que crecía y se iba autoconstruyendo, creó talleres de fontanería, electricidad, de cómo hacer bloques de hormigón… Llegaron a ofrecer todos los servicios básicos para la vivienda, pero vieron que detrás las viviendas había más necesidades. En la COV llegaban familias con niños y jóvenes en edad escolar y en aquella época la oferta de escuela pública era prácticamente inexistente en el Prat. Como había venido mucha gente por la llamada de las industrias, decidieron crear una escuela propia, también un espacio para extraescolares para tener una atención específica y un comedor popular con 300 plazas diarias porque “en el Prat había muchos trabajadores del campo y de las fábricas que necesitaba comer a precios económicos”.

La COV llegó a ofrecer todos los servicios básicos para la vivienda, pero vieron que detrás las viviendas había más necesidades

También se dieron cuenta que cuando se accedía a las viviendas eran necesarios electrodomésticos y muebles. Decidieron crear unas secciones de consumo propias que llamaron Telecoope y Mueblecoope. Pedrero explica que se hizo un convenio con la empresa Mondragon para conseguir productos de la marca Fagor. Mondragon era un sistema cooperativo muy importante en el estado y también en Europa que les facilitó líneas de crédito. “Se hizo una cooperativa de consumo que recogía estas dos tiendas… Fuimos a la feria del mueble de Valencia y vimos que comprando directamente a fábrica el mueble salía un 60% más económico…”, señala Pedrero.

Desde la COV también se impulsó la creación de una caja de crédito popular junto con otras cooperativas de Barcelona y Sabadell fundamentalmente. Este plan acabó cerrando por la quiebra de una de las empresas cooperativas participantes.

Pedrero analiza que “la experiencia constructiva que se fue adquiriendo determinó poder construir no sólo para nosotros, también para fuera”. Accedieron a construir 200 viviendas en el barrio de las Arenas en Terrassa y unas viviendas en Caldes d’Estrac. Pedrero las señala como cooperativas satélites de la suya. También crearon entonces un núcleo central que se decía UniCoope que daba servicios a todas estas cooperativas de consumo o industriales que se iban creando.

Entrada de claus a l’edifici Joan XXIII de la Cooperativa Obrera de Vivienda | Arxiu: web cov-elprat.com

Hacer barrio, crear una ciudad

La experiencia de la cooperativa aportó mucho a sus socios, pero al final se tuvieron que marcar unos límites de crecimiento, apunta Pedrero. Así, como eje principal la COV tenía el criterio de hacer comunidad, barrio. Y uno de estos elementos se veía por ejemplo también con el objetivo y el trato de las viviendas: “la diferencia de la cooperativa con otras constructoras del Prat era que nosotros dábamos las viviendas con urbanización de las calles y de las plazas y con luz”. Iluminar era complicado en aquella época y hay fotografías que muestran calles con luz y calles sin, según de quien eran.

En 1975 dejaron de construir porque la demanda ya no existía y el último bloque de 105 viviendas ya necesitó mucha publicidad para atraer nuevos socios. En ese momento también habían hecho un parvulario y una escuela de primaria que funcionaba como un patronato: el ministerio de educación ponía los maestros y la COV los espacios. Habían comprado terrenos para hacer un instituto, pero con la transición lo descartaron.

Ahora cuentan con más de un millar de viviendas y siguen en crecimiento. Aparte de pisos adjudicados, cuentan con edificios complementarios donde se está haciendo un régimen de alquiler. Los hijos y los nietos de los primeros socios iniciales tienen la exclusiva de acceder a estos apartamentos y pueden hacer una primera emancipación a precios de 235 euros. De estos, tienen más de 300 solicitudes esperando. Sólo de familiares directos de socios.

Entrada de claus a l’edifici Fleming de la Cooperativa Obrera de Vivienda | Arxiu: web cov-elprat.com

Los límites de las cooperativas de vivienda como ESS

Como cooperativas, Pedrero señala que “una de las obligaciones y voluntades es intercooperar y hacer piña”. Ellos se reflejaron en una cooperativa de Barcelona llamada Sagrado Corazón que construyeron en Gran Vía y en Diagonal Mar. Todavía existe, pero no generan nueva actividad. Alguno de los problemas que señala Pedrero es el hecho de que la fórmula que normalmente se usa es la de régimen de acceso diferido a la propiedad: “en el tiempo que duraba la hipoteca los que entraban iban adquiriendo la propiedad de la vivienda. Cuando la gente accedía a la vivienda las cooperativas se disolvían. Construían, adjudicaban, hacían escrituras y cerraban”. No es el caso de la suya ni la de Sagrado Corazón. La COV consolidó un patrimonio común que constaba de bajos comerciales y edificios complementarios. Estos ahora dan unos beneficios por su arrendamiento: “Han permitido a lo largo de la historia volver a dar servicios al ciclo vital de los socios y de sus familias. Ha consolidado un modelo de continuidad. Cosa insólita”, defiende Pedrero.

Así, en el año 75 dejaron de construir, indemnizaron a los trabajadores vendiendo algunos locales para poder capitalizar y pagar y dejaron una plantilla mínima para garantizar el mantenimiento. En la actualidad cuentan con 15 personas entre administración y dar servicio a todo el barrio. Uno de los aspectos negativos de la COV concretamente es que en una de las asambleas generales los socios determinaron que la cooperativa no hiciera uso del derecho preferente de rescate. ¿Qué significa esto? Cuando una vivienda quedaba vacía, el socio tenía la obligación de decirlo y la cooperativa tenía derecho a recuperarla y adjudicarla a otro socio en lista de espera. “Se pagaba el piso y el IPC y ya está”, pero esto, comenta Pedrero, “generó mucha controversia y se decidió no hacer uso de este derecho”.

Este movimiento determinó que la vivienda, al tiempo, dejaba de ser calificada de protección oficial y si se pedía la descalificación podía entrar en el mercado libre. “Ahora se está pidiendo que no sean descalificadas nunca para evitar la especulación o la compraventa con margen económico. Aquí no hay un inversor que coge 100 viviendas y hace negocio, es un particular que quiere hacer algo más de dinero, pero esto ha generado problemas porque desconnexiona la comunidad”, afirma Pedrero. Para evitar esto, desde hace seis años, las personas que entran a vivir en viviendas cooperativas pueden solicitar ser socios si acreditan ser la familia titular y que se trata de la vivienda habitual o permanente. “La gente tiene interés en ser socio de la COV porque tenemos recursos, servicios y actividades interesantes”. Y es que por ejemplo ahora han desarrollado con el Ajuntament, el Consell Comarcal i els Ateneus el ciclo Maig cooperatiu.

Antonio Pedrero, president de la Cooperativa Obrera de Vivienda | Carla Benito

Una red vecinal adaptada a los nuevos tiempos

La COV a través de generar actividades para la Economía Social y Solidaria en el Prat de Llobregat pasó a ser una de las impulsoras de la Feria de la XESC. En el Prat hacen actividades continuamente y se enorgullecen de poder decir que la calle que limita uno de sus edificios, llamada calle Primero de Mayo, sólo cuenta con locales y proyectos destinados a ESS. Para crear sinergias entre las diferentes cooperativas del barrio, aquellos locales los alquilan a proyectos que tal vez necesitan un empujón o un alquiler más económico para poder sobrevivir. Todos ellos después participan de la Obrera, un proyecto de interrelación para hacer más fuerte la convivencia.

Aparte, si en los inicios se dieron cuenta que les hacían falta escuelas, ahora la población ha crecido y les hacían falta servicios para las personas mayores. Hará 12 años vieron que una parte de los beneficios excedentes de la cooperativa podían servir para dar servicios de atención a domicilio tanto como auxiliar del hogar para limpieza como para trabajadores familiares. Los socios que son gente mayor, al margen de lo que pueden recibir de la administración, pueden solicitar estas ayudas con el 50% de las horas cubiertas por la COV. Tanto este servicio como la apertura del centro de día que iniciaron en 2013 tras vender unos locales está externalizado y gestionado por la cooperativa SUARA. Y esto, para Pedrero, es más que necesario, ya que en El Prat hay un déficit de plazas.

Ante el planteamiento de que todo lo que hacen debería suplirlo la administración, se puede pensar que están haciendo el trabajo sucio sin recursos públicos y favoreciendo que éste se desentienda. Pedrero dice que tienen buenas relaciones con el Ajuntament. “En 2008 nos revelamos un poco y hicimos la feria y en un solar sobrante que teníamos hicimos un pequeño bloque. Queríamos volver a construir aprovechando que había el crecimiento del Prat sur y del Prat norte”, explica. Se hizo un pequeño bloque con 14 bloques en régimen de alquiler y iniciamos una experiencia: hacer un sorteo para jóvenes de estos pisos que eran transitorios. Podían estar un máximo de 5 más 3 años de alquiler. Aparte había dos personas socias que eran mayores y podían estar toda la vida. “Se generan sinergias de colaboración y de entendimiento en un bloque que es pequeño, pero que está muy bien diseñado”, valora Pedrero.

Queremos dar continuidad a la cooperativa y a las necesidades que son cada vez más graves en materia de vivienda

Esto lo hicieron porque querían “coger músculo” y un nuevo empuje constructor para participar de proyectos de más envergadura con posibilidad de acceder a terrenos públicos. Ahora están a punto de tener un proyecto definitivo donde harán 101 viviendas de alquiler. “Un alquiler que se dirá asequible, estable y cooperativo. Asequible porque la gente no tiene capacidad económica fundamentalmente. Y estable porque aunque sea un alquiler ligado a la ley de arrendamiento no queremos limitarnos a 5 años sino que puedan estar 10 o más años según las circunstancias”, dice Pedrero. Así, con estos pisos quieren garantizar a los socios que puedan hacer una primera emancipación, un ahorro y luego ya hacer lo que crean conveniente: “con esta idea queremos dar continuidad a la cooperativa ya las necesidades que son cada vez más graves en materia de vivienda”. En este sentido también añade que no echan a nadie y es que argumenta que muchas veces en estas viviendas pendientes de rotación se cronifican personas que por motivos económicos, pero también sociales, de salud o de todo no pueden acceder a otro lugar. En estos casos, se coordinan con los servicios sociales para que estén atendidos.

Con todo ello, y retomando el hecho de que estén recibiendo los terrenos ante múltiples constructoras y fondos buitres, no es sólo por tener garantías e historia, sino porque tienen futuro. O así lo valora Pedrero que apunta que la COV tiene garantía de gestión por todo lo que ha hecho en estos años. “No dejamos de atender a nuestros socios: la pandemia nos ha limitado como a todos evidentemente, pero hacemos también administración de fincas, damos cobertura a los seguros de todas las comunidades que tenemos constituidas, hacemos actividades sociales y gestionamos dos centros para personas mayores…”, dice Pedrero orgulloso. Y es que son estas ventajas y estas maneras de hacer en comunidad de la COV las que hacen que cada vez se quiera sumar más gente.

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