Cuca Esperanza era coordinadora de hospitalización en los hospitales del Mar y de la Esperanza de Barcelona cuando se declaró el estado de alarma en marzo de 2020. Se jubiló en agosto, pero siguió yendo ocasionalmente en octubre y noviembre, hasta que en diciembre le propusieron incorporarse al área de cribado y, después, de vacunación. Recuerda la fecha exacta en la que empezó la inoculación: “El 27 de diciembre fuimos a poner las primeras vacunas a la residencia. Fue un día importante, no porque estuviéramos en plenas Navidades, sino porque eran las primeras vacunas”.
Marisa Garreta era responsable de enfermería del centro sociosanitario Fòrum, también perteneciente al consorcio Parc de Salut Mar. Se jubiló en marzo de 2021, pero tras un descanso de un mes y medio, en el que acudió a alguna reunión de trabajo, empezó a vacunar en el Hospital del Mar: “En ningún momento ha habido una ruptura desde la jubilación. Venir es una obligación moral, un compromiso, porque la única esperanza que tenemos es la vacuna, así que cuanto antes acabemos de vacunar, mejor”.
Cuca y Marisa coinciden en que son las sanitarias más jóvenes las que tienen que hacer la asistencia directa al paciente, y que si enfermeras expertas como ellas se dedican a las vacunas, las profesionales de hospitalización pueden seguir con sus tareas y no tener sobrecarga. Normalizan su decisión de volver a la enfermería porque no tienen enfermedades de riesgo y porque acuden una o quizás dos veces por semana, según las necesidades. Esto, después de haber trabajado jornadas de 14 horas varios días seguidos, como ocurrió en marzo y abril de 2020, sin poder planificar y con cambios continuos de protocolo, es una “maravilla”.
“Ser útil es un lujo”
Han pasado de dirigir equipos a acudir a vacunar, y aseguran que es un “gusto” poder seguir aportando de forma más descansada. “Es muy diferente. En la época más dura trabajábamos en fiestas, sábados, domingos, toda la Semana Santa, había cambios de horarios continuos… Creemos que es lo que podemos hacer en este momento, es lo que podemos dar. Dentro de la desgracia, poder trabajar y ser útil es un lujo para nosotras”, asegura Cuca.

“Ha sido un año tan peculiar. No te has planteado en toda la pandemia un horario real. Entrabas, pero no sabías cuándo ibas a salir. Ahora vacunas, pero no tienes que preocuparte de si faltan o sobran vacunas, si hay que descongelarlas, si hay que pedirlas. Eso era un estrés, pero ya no es nuestra responsabilidad. Son dos mundos”, reconoce Marisa.
La vacuna no es pinchar. Es todo lo que acompaña, es saber si la persona tiene alergias, preguntarle cómo fue la primera dosis, toda la educación sanitaria … La esencia de la vacunación está ahí.
Cuca y Marisa no tienen sensación de cansancio, sino de que hacen lo que saben hacer, por lo que están “encantadas” de contribuir. “Sabemos administrar una vacuna, sabemos tratar a las personas que vienen y darles unos consejos. Y eso es lo que hacemos”, explica Cuca. Marisa añade: “La vacuna no es pinchar. Pinchar lo puede hacer cualquier persona porque es una técnica. Es todo lo que acompaña, es saber si la persona tiene alergias, si le puedes vacunar, preguntarle cómo fue la primera dosis, tener un mínimo de conocimiento antes de inocular la vacuna, y después, es toda la educación sanitaria, explicarle todo lo que te puede pasar, qué efectos secundarios puede tener, qué tiene que hacer si le pasa una cosa u otra… La esencia de la vacunación está ahí”. La barrera idiomática, tranquilizar a quién se pone nervioso con las agujas o atender a quién dice que los pinchazos le marean son algunas de las cosas que, con la experiencia, son más fáciles de prever y tratar.
El agradecimiento de la ciudadanía
Antes del coronavirus, imaginaban la jubilación parecida a cómo la está viviendo, pero sin vacunas y con viajes, algo que ahora está más restringido. Pese a ello, Marisa cree que es “gratificante” ver a las compañeras y atender a las personas que vienen a vacunarse: “Tienen un agradecimiento que yo no había vivido en muchos años de trabajo. Ahora es poca la gente que se va sin decirte “gracias por vuestro trabajo”, y esa actitud es una de las cosas que me ha sorprendido. Personas agradecidas hay siempre, pero esta generalización me ha sorprendido”.
Han vivido momentos simpáticos con la gran cantidad de personas que fotografiaba el momento de la vacunación para inmortalizarlo y subirlo a las redes, pero también para enviárselo a familiares de otros países en los que vacunarse es algo excepcional. “Me decían, yo es que se lo mando a mi madre, para que esté tranquila. Es que allí no saben si podrán vacunarse y están sufriendo mucho”, recuerda Cuca, a quien le llama la atención la concienciación de la población de origen extracomunitario sobre la importancia de obtener la vacuna gratis y programada.
Cuca y Marisa restan importancia a si su labor es esencial, y consideran que también lo es el sector de la alimentación, las farmacias, el transporte o la recogida de basuras, por ejemplo. Sospechan que se ha “mitificado” el trabajo que llevan ejerciendo desde hace 42 años y que se ha visibilizado el papel de la enfermería. Para Marisa, “el cuidado, el sufrimiento y la muerte forman parte de nuestra profesión. Creo que ahora ha habido mucho desconcierto, mucha incertidumbre, porque ha sido una avalancha”.
Cuando se les pregunta hasta cuándo plantean seguir compaginando jubilación y enfermería, Cuca dice: “No me he puesto fecha”, y Marisa coincide: “Mientras sea necesario”.


