Hoy, ante el 8M y la vulneración sistemática de derechos humanos por parte del gobierno ruso, recuperamos esta entrevista
Yuma proviene de una familia muy numerosa del sur de Rusia con la que ya no tiene relación porque sus padres y el resto de parientes no aceptaron que fuera lesbiana. Su lucha se remonta a la adolescencia y la ha trasladado a sus hijas, Alina y Mila, que ya saben qué es huir del país para proteger su vida. Una de sus citas culturales de referencia es el festival internacional de cine “bok o bok” (lado a lado), que tiene lugar en San Petersburgo durante el otoño y que trata sobre temas como la homosexualidad, la bisexualidad y las personas transgénero. “Nosotras somos voluntarias cada año y formamos parte de un gran equipo. El festival quiere cambiar el mundo y la cultura a través de películas, hay un clima muy abierto, no solo de personas LGTBIQ+. Como somos muy luchadoras, hemos recibido muchos ataques, de diferentes personas y de la policía, pero también tenemos muy buenas relaciones y muchos amigos”, explica la hija pequeña, Mila, en inglés, mientras va traduciendo la entrevista al ruso a su madre.

Fue en este festival donde conocieron a un publicista que quería hacer un anuncio sobre alimentos saludables para la cadena de supermercados VkusVill. La idea original era presentar a diferentes familias que hablaran de forma natural sobre cómo hacían la compra, cómo cocinaban y cómo era su vida cotidiana. Así, por ejemplo, había una pareja tradicional con muchos hijos, otra con su perro, y la familia Yuma, formada por Yuma, sus hijas biológicas Mila y Alina, y la pareja de ésta, Ksenia. No había ningún letrero que las identificara como lesbianas, pero el hecho de que Alina y Ksenia hablaran de “mi mujer” encendió las alarmas de ultraconservadores y homófobos.

“Lo más irritante para ellos era que fuésemos una familia igual a las otras”, resume la madre. “Mostrarnos como éramos era romper con los estereotipos. Toda la propaganda pública en Rusia nos margina, como si no fuéramos normales, y mostrarnos como una familia normal que compra y cocina y que tiene una vida feliz fue un éxito. El mensaje más importante dentro del activismo es inspirar a la gente joven. Es muy difícil ser LGTBIQ+ en Rusia, pero nos podemos apoyar las unas a las otras. Queríamos apoyar el derecho a tener una familia y queríamos ser una inspiración para otros, mostrando que podemos tener una buena vida. Esto, para nuestro gobierno, es ser extremista, romper sus normas y destruir su régimen”.

Víctimas de una campaña de odio
Yuma y Mila se refieren a una ley del año 2013 según la cual está prohibido difundir cualquier tipo de promoción de valores y estilos de vida que muestren “relaciones sexuales no tradicionales” entre las personas menores de edad. Así, la participación a finales de junio en el anuncio del supermercado, que inicialmente les parecía una oportunidad para abrir mentalidades, se fue complicando al recibir mensajes de odio y amenazas violentas en las redes por parte de grupos neonazis, hasta el punto de que tuvieron que cerrar sus cuentas y bloquear sus teléfonos. El acoso fue más allá, cuando varios grupos fascistas localizaron su domicilio, pero lo que más miedo les daba era que también era víctima la hija de la Alina y la Ksenia, de ocho años.
Habían evaluado los riesgos antes de participar en la campaña, pero las consecuencias eran mayores de lo que habían previsto. “Como somos lesbianas y participamos en diferentes luchas, la policía nos puede detener. Eso forma parte de nuestra lucha. Antes de participar en una actividad, debatimos qué riesgos podemos asumir”, explica Yuma. Mila añade: “Somos buenas en tomar riesgos. Aprendemos a evitarlos y a huir rápidamente, a no ser detenidas por la policía y a escapar de los grupos fascistas. La mayoría de veces lo hacemos y encontramos caminos de salida”.

Les indigna que la ley esté más a favor de detenerlas que de protegerlas de los ataques en las redes y físicos. “Los grupos fascistas nos enviaron mensajes intimidatorios con fotos diciendo que nos iban a matar, pero lo más aterrador es que tenemos una ley contra las personas LGTBIQ+ y nos podían quitar a mi sobrina”, lamenta Mila. “Ella es menor de edad. La gente puede escribir al gobierno y el gobierno puede venir y quitárnosla. Da miedo que la trabajadora social venga a casa, te quite a tu hija y no la vuelvas a ver nunca más. Conocemos a familias a las que les ha pasado”.
Así, el mes de julio, mientras la polémica salía en los medios de comunicación y la cadena de supermercados se disculpaba y retiraba el anuncio, las Yuma meditaban hacia dónde huir porque sabían que en cualquier momento podían encarcelarlas o bien separarlas de la hija de Alina y Ksenia. Fue entonces cuando, además de las malas noticias y las amenazas, también recibieron muestras de apoyo de personas de diferentes lugares, entre ellos, de Barcelona, que las animaban a venir para estar más seguras.

A principios de agosto se establecieron en la capital catalana, una ciudad que no conocían. “Barcelona nos pareció el sitio más acogedor”, resume Mila. Solo quedaba que también llegara la pareja de Yuma, que lo consiguió a principios de noviembre. Las seis son solicitantes de asilo. Una vez tengan toda la documentación, la intención es que Yuma y Alina se casen con sus respectivas parejas. Mila está encantada con las futuras bodas de su hermana y su madre, pero también echa de menos a su novio, que vive en Moscú.
Ataques de pánico y crisis de identidad
Yuma, psicóloga de profesión, reconoce que ha intentado ser feliz toda la vida. Sabe mucho de supervivencia y de sufrimiento, y todavía arrastra ataques de pánico por temas de seguridad, como si se hubiera acostumbrado a vivir bajo la presión de que en cualquier momento tienen que volver a escapar: “Mi mente no entiende que pueda estar tan segura aquí”. A Yuma le cuesta dormir bien por las noches, pero está convencida de la elección del país: “En España, la familia es muy importante. La gente aprecia el sentimiento familiar y noto que aquí he encontrado un lugar en el que ser aceptada”.

Para Mila, estudiante de psicología, la sensación es diferente a la de su madre. “Yo tendría que estar feliz aquí, pero tengo crisis de identidad. Hace tres meses que llegamos y ya tenemos un montón de amigos y son increíbles. La gente en Barcelona nos ayuda sin pedir nada a cambio, porque son buena gente. Cuando llegamos nos dejaron un apartamento durante unos días, y ahora estamos dentro de un programa de asilo. No obstante, creo que tengo un fuerte sentimiento de identidad con Rusia; bueno, con Moscú. Siento que allí está mi generación, de la que yo formo parte, y es duro, porque siento esta conexión. Y aunque sea duro vivir allí, Moscú es parte de quien soy yo”.
De hecho, para Mila, en ciudades como Moscú “la gente no tiene tantos problemas con las personas LGTBIQ+, puede ser realmente tolerante. Todos los países tienen grupos neonazis, aquí también hay. En Rusia, el problema no es tanto con la gente sino con el gobierno”.

El derecho a tener una familia
El derecho a tener una familia les ayuda a continuar, por ellas mismas y por quien no tiene el altavoz mediático. Yuma es especialmente sensible con las personas jóvenes y transgénero. “Están solas, no están aceptadas. A veces, no pueden encontrar familia, no pueden encontrar pareja, están aisladas. Están sufriendo mucho, sobre todo mentalmente, y no tienen medicación. Y las adolescentes están excluidas de la familia, de los profesores y son víctimas de acoso en la escuela”.
A menudo, adolescentes de unos 16 años acudían a Yuma, en un centro comunitario que conoce la población LGTBIQ+, y ella intentaba hacerles creer que pueden ser aceptados, que son normales y que tienen derecho a tener una familia. “Todo el mundo necesita una familia, es un sentimiento básico, y nos lo quieren arrebatar. En Rusia intentan extinguirnos”.
En este contexto, Mila está convencida de que es mejor hacer algo que quedarse quieta, y destaca que el anuncio de los supermercados VkusVill traspasó las fronteras rusas y fue un éxito. “Me gusta cuando en el titular dice “familia rusa LGTBIQ+”. Hablar de familia LGTBIQ+ en Rusia es revolucionario. En Rusia existe la propaganda de que las personas LGTBIQ+ no procrean, no tienen hijos, son pedófilas, son marginadas y no son una familia en absoluto. Cuando el titular dice “familia rusa LGTBIQ+”, creo que es un logro del que tenemos que estar orgullosas”.



