Periodistas de dos generaciones diferentes y contrarios al establishment, Gabriel Jaraba (1950) y Jordi Corominas (1979), consideran que ha habido un cambio de época en la profesión en cuanto al tratamiento del periodismo de sucesos, tanto en la relación con la policía como en la manera de enfocar las informaciones, que tienden a preservar más la intimidad y a estar más documentadas. Recientemente, Corominas ha publicado “La ciudad violenta: Un paseo por la historia criminal y revolucionaria de Barcelona” (Península).
G.J. ¿Cuánto tiempo te ha costado hacer este libro?
J.C. Desde el 2009, había hecho cosas relacionadas con el tema criminal. Escribí una antología de relatos que se llamaba “Matar en Barcelona”, estuve un año a la Cadena Ser como experto en crónica negra, después hice el libro sobre Enriqueta Martí, y más cosas. Justo antes de la pandemia, hice un artículo que hablaba de lo que es la base del libro, que es que tú puedes entender las transformaciones de Barcelona a partir de como en cada década la violencia cambia. Y de aquí salió “La ciudad violenta”. Lo escribí durante la pandemia.
G.J. Se ve una línea constante de recopilación y una documentación que cuesta mucho de hacer en la crónica negra y que es precisa y exacta, como con Cerveto (asesino de Pedralbes en los años 70). Es curioso, porque la mayoría de periodistas jóvenes no sienten el atractivo de la crónica negra, a pesar de que sí sienten el atractivo del deporte. Lo ves en la facultad, y preguntas, como yo he preguntado en clase, “¿A quién le interesa esto?”, “¿Alguien ha leído a Josep Martí Gómez?”, “¿Alguien sabe que había una revista que se llamaba ‘Por qué?’” No tienen ni idea. El que hace crónica negra sufre del defecto de una falta de tradición de compilación muy exacta y de contraste muy adecuado de las fuentes. A ver, porque ha tenido a las fuentes en contra, como la policía. Los mimados de la policía solo han estado durante un tiempo determinado.
J.C. En la crónica negra presente, lo que yo creo que pasa es que los medios escritos quizás se han visto engullidos por la televisión, que es mucho más morbosa y sensacionalista. En este libro, la ventaja es que tratas con elementos del pasado. Todas estas informaciones, ahora mismo, por suerte, las tenemos digitalizadas.
G.J. Aquí ha habido un cambio de época. La policía es diferente, y las relaciones policía-medios son diferentes. Antes no existían las jefas de prensa, ahora sí.
J.C. También ha cambiado la forma en que los medios ocultan la información. Es decir, antes se daba más importancia a no mencionar espacios o empresas, como el caso del hotel Ritz, que aparecía como “un importante hotel de la ciudad”. En cambio, las personas salían con nombres y apellidos, y ahora tiran mucho de iniciales. Ha cambiado el paradigma de lo que es privado y lo que no.

“SON PUJOL Y MARAGALL LOS QUE SE CARGAN EL PASADO ANARQUISTA”
El pasado obrero y anarquista de Barcelona tiene toda una evolución en el siglo XX, desde el nacimiento de la CNT en 1910, un año después de los hechos de la Semana Trágica, hasta casos como el incendio mortal de la sala de fiestas Scala en 1978, del que se intentó inculpar a las organizaciones anarquistas CNT y FAI en un momento en que Rodolfo Martín Villa era ministro del Interior.
G.J. ¿Tú has observado, hablando desde los inicios de siglo XX, un cambio, en el sentido de, dos cosas, poniendo el chip de antropólogo cultural, las sociedades se definen también por su forma de practicar la violencia y por su relación con ella? Y si es así, ¿en Barcelona, ha cambiado a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI?
J.C. Las dos respuestas son afirmativas. Cada ciudad es diferente, pero en el caso de Barcelona hay una serie de condicionantes que, dentro de lo que es España y Europa, la hacen muy especial y, por eso, el libro empieza con el tema de la violencia política. Siendo la primera ciudad industrial de España, es normal que aquí haya una incipiente clase obrera, que después ya no es tan incipiente, a la que le cuesta mucho organizarse, y esto también determina la forma de la violencia. No es lo mismo el señor que tira bombas al Liceu que el señor que está sindicado en la CNT y que puede conseguir las ocho horas de jornada laboral en La Canadiense porque la organización sindical es fortísima.
G.J. El entierro de mossèn Cinto Verdaguer (1902) es una manifestación de masas espontánea que acompaña a su benefactor, y no solo a un benefactor sino a un hipotético líder, que todavía no ha salido un líder de clases, sino que es un sacerdote que se rebela diferente de lo que es el clero. Hay masas analfabetas y enfermas, y hay un brote de cultura new age en el siglo XIX, y este es el miedo que tienen las clases poderosas, el propio obispado y toda la patulea. Ha salido una espiritualidad libre sin vínculos ni seguros de tipo institucional.
J.C. El funeral de Verdaguer en versión obrera sería el funeral de Durruti (1936). Y, hablando de obreros, Salvador Seguí, en este caso asesinado durante el pistolerismo (1923). Verdaguer tenía los pies en el suelo y era llano. Seguí también hacía política a pie de calle. Son personajes de lo que antes se llamaba “el pueblo”, yo prefiero decir “la ciudadanía”. Es un tipo de perfil que entronca con los problemas reales de la gente porque escucha, a diferencia de lo que vende la élite, que es una cosa más abstracta y metafísica, porque a principios del siglo XX, con Cambó o Prat de la Riba, quizás Prat de la Riba tenía más contacto con la gente, pero yo los veo unos señores muy distantes.
G.J. También Puig i Cadafalch.
J.C. Sí, un burgués, arquitecto y político.
G.J. Hay unas clases trabajadoras pauperizadas hasta el extremo, analfabetas, con un déficit de salud y alimentación crónicos. El problema era caer enfermo o no comer. La memoria de esto, en mi familia, está muy viva. Por razón de clase social y de origen, yo no soy solo el primero que va a la universidad en mi familia, soy el primero que va a la escuela.
J.C. Solo con este hecho ya sacas el punto de por qué esta violencia.
G.J. Había una clase social sin organización ni liderazgos.
J.C. La clase obrera se tiene que ir formando y además tiene el follón típico que nos pasa siempre en las izquierdas. Son nuestros bisabuelos los que se empiezan a pelear, después de la Comuna de París (1871).
G.J. Las izquierdas, y en Catalunya especialmente, se caracterizan por una elección errónea constante respecto a sus alianzas.
J.C. Una vez el profesor Ángel Viñas me dijo, hablando de Franco: “Esto de los socialistas, en Catalunya no lo tenéis hasta que muere Franco”. Y Viñas tiene toda la razón. Yo insisto, en el libro y en los artículos de “Barcelonas” del Catalunya Plural: ¿Cómo es que, de repente, todo lo que es el pasado anarquista, que es lo que justamente vehicula a la clase obrera, no existe?
G.J. Es el socialismo utópico.
J.C. Se ha demonizado a toda la izquierda, más allá de la socialdemocracia después de la caída del muro, pero en el caso catalán, es muy bestia. Son Pujol y Maragall los que se cargan el pasado anarquista. ¿Qué gran miedo hay al legado de los orígenes? Recuerda el caso Scala y Martin Villa.
G.J. Porque es una clase obrera que ha estado más organizada, que no ha renegado nunca de la violencia como tal y que se ha querido erigir en contracultura.
J.C. Una cultura alternativa, totalmente. Está también el tema de las mujeres a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
G.J. Como Mujeres Libres (organización anarcosindicalista española entre 1936 y 1939). Hay un personaje que tú citas y que me hace mucha gracia, Ángeles López de Ayala. Esta tía saca a 50.000 personas a la calle en una manifestación pacifista, organizada por ella, ante el Gobierno Civil a favor de la educación laica (1910). Era miembro de una de las primeras logias masónicas de Catalunya.
J.C. Hablas de Ángeles López de Ayala, pero también está Teresa Claramunt y otras muchas. Si van saliendo todos estos personajes es, primero por una necesidad mía, pero sobre todo porque los detalles y estos nombres, que para mucha gente ahora directamente no existen, eran muy relevantes.
G.J. Hay un intento de eclosión de la cultura moderna del siglo XX. Había todo un pez muerto que no la dejaba salir, y este pez muerto son las clases dominantes, y es una burguesía que nombrándola burguesía no la estás definiendo bastante, es una clase social que tiene demasiado cerca sus orígenes campesinos, que tiene demasiada tendencia a la reacción brutal…
J.C. El somatén (figura originaria de la edad medieval que, en el siglo XX, actúa como organización paramilitar de autoprotección de carácter conservador).
G.J. La gente no sabe lo que es el somatén. Yo he conocido a somatenes. El Upper Diagonal y el Círculo Ecuestre era el punto de reunión del somatén. Mi padre era el barman que servía los cócteles…

El EIXAMPLE COMO EJEMPLO DE “VIOLENCIA URBANÍSTICA”
La transformación urbanística de la ciudad, con grandes avenidas y nuevos barrios, puede provocar barreras invisibles y la creación de una conciencia de clase. Así, municipios que eran independientes, como Gràcia, Sants, Sarrià o Sant Andreu, se anexionaron a Barcelona entre finales del XIX y principios del XX, pero el gran cambio fue la construcción del Eixample, no exento de polémica.
J.C. Sobre el tema de la burguesía a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, es el momento en el que colisiona, antes de que empiece la gran modernidad, la Semana Trágica. Se acaba más o menos la época del modernismo, pero ¿cuál es una de las grandes violencias de Barcelona? Es la misma construcción del Eixample porque la construcción del Eixample es una expansión salvaje para explotar a la clase trabajadora, y además es de nuevos ricos, porque tú ves las casas y todo son fachadas con su emblema, los tíos quieren sacar pecho, y eclipsando al resto.
G.J. En un momento determinado lo dejan de hacer, y se para.
J.C. Va más lento. Es dramático ver, por ejemplo, la calle Aragón con la Meridiana. Esto es otra forma de violencia, es la violencia urbanística que también depende de la violencia de clase social, porque quien hace la ciudad es la burguesía. Hoy en día, aunque podemos estar en un gobierno de izquierdas en Barcelona, justamente a nivel social, lo que son los barrios, también están invisibilizados.
G.J. Es un gobierno de izquierdas, como lo fue PSC. La prueba de que lo es la catadura de los enemigos que tiene. Uno se define por la calidad de sus enemigos.
J.C. Aquí está la vulgaridad de la frase, de “la culpa es de Colau”, que sirve para todo.
G.J. La Barcelona del PSC, de Narcís Serra y Pasqual Maragall, es de realización del sueño del alcalde Porcioles (1957-1973), llevar a cabo el Plan de la Rivera sin conflicto social.
J.C. Aquí está el tema de la devolución del castillo de Montjuïc al gobierno municipal o la planificación de las rondas.
G.J. Toda la ciudad tiene un despliegue. Como experto en Montjuïc, desde la Feria hasta la Tierra Negra, que ya no se sabe qué es (zona próxima a las Tres Xemeneies y al puerto, cuyo nombre procede de los almacenes de carbón, en la que se ejercía la prostitución en condiciones de mucha miseria), Besòs y Llobregat, y de Collserola a Montjuïc, el Tibidabo, la montaña de las aspiraciones de la paz, y Montjuïc, la montaña del conflicto.
J.C. Montjuïc es la montaña maldita. Barcelona está llena de fronteras invisibles, el Eixample, la Diagonal, y además las notas cuando andas.
G.J. Y tanto, y antes todavía más. Para los niños de los años 50, formaba parte de nuestra vida cotidiana. Yo vivía en el Poble-sec y, hasta que hice la comunión, tenía prohibido cruzar el Paralelo.
J.C. Yo tenía prohibido pasar del paseo Maragall.
G.J. Yo vivía en el Paralelo, hacia Montjuïc. Montjuïc es la montaña maldita porque la primera casa de pisos del Poble-sec se construye en la calle Salvà el 1969 porque antes había unas normativas que impedían construir para no dificultar el tiro de los cañones desde el castillo de Montjuïc.
J.C. Fíjate, cuando en 1897 se agregan los pueblos del llano, ¿cuál es la consecuencia? Aparte de que los señores se vayan a veranear a estos pueblos, es que toda la clase trabajadora de allá pasa a ser Barcelona, y habrá todavía más conciencia de clase, de forma que tienes el espíritu de una chispa a punto de estallar.
G.J. Se crea una cultura obrera por agregación de varias culturas de barrio. La gente se siente en Barcelona miembro de un barrio, y parte de un barrio, y se identifica como tal, e interpela al otro.
J.C. Haces una federación, es que la ciudad es federal.
G.J. La ciudad es federal y el espíritu, para mí, dura hasta mi adolescencia. Yo he vivido toda la infancia y adolescencia diciendo este es de Sants o este es de Gràcia. La pertenencia de barrio no era cosa de un grupo de gamberrillos. Esta vivencia federal de la ciudad es recordada. De esto, la historia impuesta por el nacionalismo, ni pía.
J.C. Después también está cómo se explica la historia y aquí hay un personaje que ha hecho mucho daño, Lluís Permanyer. ¿Cómo explicas la historia de la ciudad? La explicas solo desde el Eixample.
G.J. Y un fragmento. En este espíritu federal está también la espontaneidad y la facilidad de trato entre gente muy diversa que se encuentra y se reconoce.
J.C. Esto está relacionado con el tema de tomar conciencia. Justamente, en los 70 surgen todas las asociaciones de vecinos, fortísimas.
G.J. Porque son las que recogen por decantación, en el sentido alquímico, una cosa que ya venía de lejos, que son los Coros de Clavé. Clavé hizo unos coros para sacar a la clase trabajadora de los bares y las tabernas. Al final, todos los bares y las tabernas hicieron su coro de Clavé.
J.C. Aquí está el tema de la organización. Con las bullangas (revueltas populares) del año 1835 o con la Semana Trágica, yo creo que toda la sociedad catalana, tanto los burgueses como los obreros, hacen una reflexión y se reorganizan, pero los obreros lo hacen mejor porque acaban fundando la CNT, y durante los años 10 y 20 saben superar la violencia, que es un momento excepcional de la historia del país, porque después ya vuelve la violencia de manera constante. Durante el franquismo será más criminal porque hay una represión política que impide la violencia como la habíamos visto a principio de siglo.

EL PISTOLERISMO Y El UNIVERSO GANGSTERIL
En paralelo al crecimiento industrial de Barcelona, entre los años 1917 y 1923, durante el reinado de Alfonso XIII, tuvo lugar el fenómeno del pistolerismo, en el que algunos empresarios contrataban a pistoleros para asesinar a destacados sindicalistas y trabajadores y acabar con las reivindicaciones obreras, provocando una auténtica guerra entre grupos parapoliciales y anarquistas. La huelga de La Canadiense de 1919 supuso el gran éxito de la CNT, al conseguir la jornada laboral de 8 horas.
G.J. Hay una cosa que explicas en el libro y es que, a principios del siglo XX, con la Primera Guerra Mundial, hay una acumulación de capital, en el marco de la neutralidad española.
J.C. Los empresarios ganan mucho y los obreros no ganan nada.
G.J. Pero en aquellos tiempos hay como un pastel de capas con acumulación de capital, movimientos campo-ciudad que empiezan, y están a punto de estallar los grandes conflictos urbanos. En cambio, hablas de que Barcelona fue antes Chicago que el propio Chicago, pero no era lo mismo.
J.C. Es una metáfora de reclamo.
G.J. ¿Por qué en Barcelona no se produce un conflicto de tipo gangsteril característico? Tenemos a los pioneros del pistolerismo organizado institucionalmente, con la pandilla de Bravo Portillo (jefe de policía) y el Martínez Anido (ministro con Primo de Rivera y gobernador civil de Barcelona), y la tradición de las agencias de detectives como tapaderas….
J.C. Tengo la sensación, que pasa en el resto de Europa, como en Francia con la colaboración o en Italia con los partisanos y los fascistas, que hay cierto miedo de emplear la expresión guerra civil. En la Segunda Guerra Mundial, había guerras civiles dentro de las naciones europeas, y en Barcelona, del año 17 al 23, hay una guerra civil, pero que es una guerra de clase.
G.J. Por lo tanto, la Guerra Civil suplanta la guerra del gangsterismo puramente económico.
J.C. Se mantienen de esta época, y al menos hasta la Guerra Civil, grupos muy bien organizados de pequeños delincuentes. El año 33 hay ocho tíos que van a un almacén de pinturas y, como saben que no está el jefe y solo está el encargado, atan al encargado y destrozan todo el almacén y se van. Pero no es un caso aislado, hay muchos grupos organizados de pequeña delincuencia que seguramente sobreviven de este momento. Los gánsteres, ¿por qué no sobreviven? Sí sobreviven, lo que pasa es que al fin y al cabo son emisarios de la burguesía.
G.J. Y se hacen del bando de Franco después. Los he conocido muy bien.
J.C. Cambó, más o menos, les dice que por favor hagan la ley de fugas (1921, autorizaba a la policía a disparar a un detenido ante un intento de fuga). Es decir, el poder, que es la clase política y la patronal y otros, pagan esta guerra civil. Quizás por eso da tanta vergüenza, porque al fin y al cabo los que mueven los hilos son los herederos de estos que provocaron esta guerra civil, porque es la clase obrera la que gana, con las ocho horas, después de la huelga de La Canadiense.
G.J. Y este odio de clase continúa y se refuerza y sobrevive de una manera exagerada.
J.C. Hay una rabia muy fuerte.
G.J. En los años 60-62, el odio contra toda esta clase que ganó la guerra de clases y que internó en los campos de concentración cuando volvió de hacer la guerra, es compartido por los franquistas y por los burgueses catalanes. La burguesía catalana ayuda a montar el servicio de espionaje franquista, ya tenía experiencia. Tenemos a Bertran y Musito (ministro con Alfonso XIII) y todo el servicio de espionaje franquista.
J.C. El libro de Jaume Fabra “Els que es van quedar”, al principio, dice una cosa que es interesantísima: cuando muere Franco se hace un relato de que todos los catalanes fueron antifranquistas, y ¿cómo es que fueron todos los catalanes antifranquistas y Franco pudo gobernar 40 años en Catalunya? Porque cuando llega, más del 50% de la población está de acuerdo y le apoya. Sobre todo los que tienen dinero. ¿Convergència i Unió han sido siempre antifranquistas? En el año 79, la mayoría de los nuevos alcaldes democráticos de origen franquista eran convergentes.
G.J. Sobre la historia de Catalunya y de Barcelona, que a veces no son lo mismo, se han hecho unas superaciones de fuerza de querer remover, condicionar y deformar como no se ha hecho en ninguna parte nunca.
J.C. Y es una cuestión también de desinformación muy fuerte. No hay un interés en formar ciudadanos, sino que hay un interés en que la ciudad sea una especie de autopista para que la gente consuma. La persona que conoce la historia del lugar donde vive es mucho más peligrosa que la persona que sencillamente sabe que en el centro hay siete Zaras a un kilómetro y medio.
G.J. Aquí hay una cosa que a mí me interpela, ¿por qué el gangsterismo, que es tan particular, pero que, aun así, las clases trabajadoras de Barcelona saben salir de la violencia y volver a una acción cívica, por qué estas actividades violentas les han hecho pacifistas? Porque las manifestaciones contra las levas y contra Marruecos son pacifistas, contra un ejército africanista y contra un rey Alfonso XIII que se considera él mismo el jefe de las fuerzas armadas, no legalmente como pasa actualmente, sino de facto.
J.C. También se queman iglesias durante la Semana Trágica porque la institución eclesiástica, aparte de casos de pederastia que sí que menciono en el libro, practica una competencia desleal brutal a nivel económico. Una cosa en la que incido es que, si hablas de la violencia, estás haciendo historia social. Y la historia social deriva precisamente en un tema de la lucha de clases. El lenguaje cambia, ya no existe la lucha de clases con los términos que se usaban en el pasado, pero lo que pasa en la superficie se va transformando y viene del pasado. Hay un enfrentamiento muy marcado, que, para simplificar, siempre hablamos de dos Barcelonas, dos Catalunyas, pero hay factores muy claros: en la Semana Trágica, iglesia, ejército y burguesía están todos juntitos. Por eso, yo digo en algún momento que a nivel mini es una especie de gran preludio de la Guerra Civil española.
G.J. Y entonces, curiosamente, la gente, Catalunya, pero España en general, vuelve a su casa del frente, después de haber pasado, como mi padre y mi suegro, por el campo de concentración. No es que se acabe la guerra, llegue la paz y vuelvas a casa. No, tú no vuelves a casa, tú te cascas un año de concentración. Y, mi padre, además, tuvo tres años de mili. Imagínate, hacer de nuevo la mili, mandado por tu enemigo, que te ha vencido, y que eres su prisionero, sin decirlo.
J.C. A mi abuelo le chantajearon, por decirlo de alguna manera: o te vas a la prisión o te vas a Rusia. Como no había gente para la División Azul (unidad del ejército español que luchó con las tropas alemanas contra la Unión Soviética) aquí en Barcelona, le tocó pringar un año en la División Azul. Le hirieron en la espalda y murió más joven… ¡Tenemos los mismos orígenes comunistas!
G.J. Mi padre fue fundador del PSU (Partido Socialista Unificado), y fundador del sindicato de gastronomía de la UGT, y yo fui fundador de las Juventudes Comunistas de Catalunya, ¡tenía 14 años! Cuando vuelven de la guerra, lo hacen convertidos en unos furibundos pacifistas. Aquello que dicen los psicólogos y los psicopedagogos de que el contacto con la violencia genera más violencia, en este caso, no es así. El contacto con la violencia, incluso practicada por ellos mismos, hace de nuestros padres y nuestros abuelos unos furibundos pacifistas.
J.C. El tema de la represión también influye mucho en la posguerra.
G.J. Sí, pero ellos se han encontrado con violencia de primera mano, han sido víctimas de la consecuencia.
J.C. Vienen de la guerra y supongo que no quieren repetir en la vida cotidiana lo que han vivido allá.



2 comentaris
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Gràcies!!!