Jordi Font es jefe del departamento de catalán de la EOI Drassanes y profesor de este centro. Asegura que el alumnado es muy variado, pero hay diferencia entre el origen de las personas de los cursos iniciales e intermedios (A1, A2, B1 y B2) y los niveles más avanzados (C1 y C2). “En los cursos más bajos tenemos a mucha gente que no es catalanohablante, que es del resto del estado o de cualquier lugar del mundo. Estas personas son más bien jóvenes, de 20 a 35 años. Hay quién acaba de llegar y quien hace tiempo que vive aquí y quiere tener contacto con la lengua, como pueden ser personas de habla inglesa o rusa. En C1 hay una parte de público de aquí que estudia catalán por cuestiones profesionales. En C2 cambia radicalmente, la gran mayoría son catalanohablantes”.

Cuanto más alto es el nivel, más personas hay que estudian catalán por temas laborales, aunque hay múltiples razones. “Con el procés, yo creo que hubo más gente que se apuntaba a estudiar catalán. Había quién lo hacía por si se lo pedían en el trabajo más adelante y otros porque se sentían más motivados por la euforia que había. Había más empatía hacia la lengua por parte de personas recién llegadas, tanto del estado como del resto del mundo”.

Jordi Font: “Es importante que los alumnos estén a gusto. Se tienen que encontrar maneras de invitar a la gente a que estudie catalán de forma voluntaria” | Pol Rius

Un grupo en auge es el de las personas que quieren ser docentes y se preparan para las oposiciones. “Como profesor, para mí es importante que los alumnos estén a gusto. Se tienen que encontrar maneras de invitar a la gente a que estudie catalán de forma voluntaria. Obligarles a tener un C2, por ejemplo, no tiene que suponer necesariamente un cambio”, explica Jordi Font, que antes de impartir clases en Drassanes lo hacía en la EOI Vall d’Hebron y, anteriormente, fue profesor de Secundaria durante dieciocho años.

Uno de los sectores más agradecidos como profesor es el de las personas que quieren aprender catalán “por amor”, afirma. “Hay una parte que viene porque su pareja es de aquí y están muy motivados. Quizás se han conocido fuera o estudiando o trabajando o en algún Erasmus. También hay un sector de madres extranjeras que tienen hijos escolarizados: Tienen necesidad de aprender catalán para colaborar más con los hijos de cara a los estudios”.

Proximidad lingüística

El origen del estudiante puede generar más facilidad a la hora de aprender catalán. “Seguramente, la comprensión para alguien del estado es más rápida, pero el aprendizaje correcto gramatical y de léxico es más productivo a la larga para la gente que viene de fuera. Depende de muchas cosas: si habla francés, seguramente es más fácil. La proximidad lingüística hace que la gente se relaje un poco y no tenga tanto cuidado. En términos generales, la gente de ámbito no hispanohablante está como más alerta, y lo que recibe es más productivo que alguien que está aquí y que está más relajado”.

Las dificultades para aprender la lengua no siguen una única premisa, pero sí hay algunas tendencias. “A la hora de aprender los pronombres débiles, un francés o un italiano lo tienen más fácil porque también los tienen. Alguien que venga del ruso, puede tener problemas con los artículos y los pronombres porque no los tienen, al contrario que el español. Es curioso porque, leyendo un texto en catalán, puedes saber cuál es su lengua madre por el tipo de error que hace”.

De los seis cursos de catalán que imparte la EOI Drassanes, primero y sexto tienen tres clases cada uno, mientras que el resto tiene dos. Cada grupo tiene 30 alumnos, de forma que este año hay 240 personas matriculadas. En años anteriores, las aulas no estaban tan llenas y dependiendo del nivel había entre 15 y 20 personas, pero en todos los casos ha habido una tendencia al aumento del alumnado que aprende catalán.

Oposiciones e inserción

Uno de sus alumnos, Fran Santana, llegó a Barcelona en enero de 2008. Estudia B2 y lo hace por varias razones: “Para prepararme para las oposiciones de profesor, por la inmersión, porque me gustan las lenguas y porque creo que es lo que se tiene que hacer cuando llegas a un lugar nuevo”.

En los últimos años, ha habido un aumento de personas que quieren aprender catalán | Pol Rius

Su compañera de clase Karen Leyde, que vive en la capital catalana desde hace siete años, tiene una historia diferente: “No estudié catalán hasta la pandemia, solo sabía algo. Me quedé sin trabajo y la pandemia me obligó a hacer un replanteamiento. Hablo inglés, trabajo como traductora jurídica y también quiero hacer oposiciones”.

La primera vez que la Angelica Franca llegó a Barcelona fue en 2001, y estuvo doce años. Volvió tiempo después, y se animó a aprender el idioma: “En el tema de la inserción dentro de la sociedad catalana, es muy importante hablar catalán. La gente cambia, positivamente, cuando hablas catalán. Hay diferencia”.

Llevar el catalán fuera del aula

Carme Rigal es delegada de la delegación de Ciutat Vella del Centro de Normalización Lingüística (CNL) de Barcelona, dentro del Consorcio para la Normalización Lingüística (CPNL), que imparte cursos gratuitos en los primeros niveles (un inicial y tres básicos), equivalentes a la clasificación internacional de A1 y A2. En los cursos siguientes, hay diferentes reducciones a la hora de hacer la matrícula, salvo en C2, que no está subvencionado.

Para Carme Rigal, cada nivel tiene su realidad. “En los niveles más bajos hay personas extranjeras con una gran necesidad de conseguir el arraigo para poder establecerse y, para eso, se les pide unas horas de catalán. En los grados intermedios, también encontramos a personas de origen estatal que quizás hace años que viven aquí y todavía no se han lanzado a hablarlo o a aprenderlo. Cada cual tiene su motivación para iniciar un proceso de conocimiento de la lengua, hay quien lo hace para mejorar las posibilidades laborales, quien quiere sacarse las oposiciones para ser profesor y quien lo hace por gusto y porque tiene tiempo. También hay quién quiere poder comunicarse con los vecinos, los comerciantes y su entorno, o para ayudar a los hijos a hacer los deberes cuando vienen de la escuela”.

Carme Rigal: “El objetivo es que la lengua salga del aula” | Pol Rius

Según datos de la memoria del CNL de Barcelona de 2020, el 97% de las personas de los cursos inicial y básico son de origen extranjero, mientras que en los elementales lo son el 75% y en el resto disminuyen hasta el 35%. Carme Rigal insiste en que el CNL “no es una escuela de idiomas” en el sentido de que animan al alumnado a conocer la lengua fuera del aula de maneras diferentes, como concursos de comercios colaboradores del distrito, prácticas lingüísticas con establecimientos del barrio, hacerse el carné de la biblioteca en el caso de los cursos iniciales o bien trasladar la clase a un museo, como el MACBA, cuando ya se conoce más el idioma, para hablar de colores y sensaciones a partir de obras de arte.

“El objetivo de nuestra manera de difundir la lengua y el aprendizaje de la lengua es este, que la lengua salga del aula. Más allá de obtener un certificado, queremos que la puedan utilizar, y esto intentamos que esté desde el principio. Se trata de poder moverte por tu entorno, tanto si estás en el metro como si vas a comprar al mercado, y de conocer la realidad cultural”, destaca la delegada de Ciutat Vella.

Adaptarse a las necesidades del alumnado

Anna Meda es profesora del CNL desde hace 15 años y actualmente trabaja en el centro de Ciutat Vella. Durante este tiempo, ha visto como las personas que hacen estas prácticas lingüísticas y participan de las posibilidades del entorno van a clase más motivadas. “Se nota, porque en clase reduces el ámbito y, cuando sales, pueden ver que lo pueden usar”. Su alumnado suele tener entre 20 y 40 años, a pesar de que en el CNL también hay cursos para personas de 16 a 18 años y, en una proporción pequeña, hay personas jubiladas catalanohablantes que van a clase porque tienen dificultades con la escritura.

El alumnado de Anna Meda suele tener entre 20 y 40 años | Pol Rius

Las personas que no tienen conocimientos de lenguas latinas inicialmente lo tienen más complicado para entender catalán. En este sentido, en Ciutat Vella hay cursos destinados a la comunidad china con una profesora que sabe chino y puede hacer de enlace entre los dos idiomas. También hay clases destinadas a la comunidad filipina los sábados por la tarde para adaptarse a las necesidades de estas personas, que a menudo trabajan en el servicio doméstico de lunes a viernes mañana y tarde, y que están internas en las casas.

El confinamiento derivado de la pandemia del covid-19 supuso el cierre de la mayoría de cursos del CNL durante cuatro meses, puesto que, si bien había algunos que se hacían en línea, pasar de hacer todos los cursos presenciales a impartirlos a distancia no fue posible, y tampoco todos los alumnos contaban con la tecnología para seguir las clases virtualmente. Así, en los CNL de Barcelona se matricularon unas 15.000 personas en 2020, muy por debajo de las 28.000 de 2019. El centro de Ciutat Vella es el que acoge a más estudiantes, con cerca de 2.500 en 2020.

Iván Amoedo es alumno de Anna Meda y cursa Básico 3, que equivale a un A2. Hace tiempo que estudió catalán, pero está retomando la lengua porque quiere ser profesor de Primaria. También  Yoel Martínez, que ya era maestro en su país de origen, quiere hacer oposiciones para continuar con su vocación.

Olivia Carrasco (izquierda): “Hablo la lengua de aquí porque creo que puedo aportar en mantener la cultura” | Pol Rius

En clase, cada cual tiene su motivación. Así, Valeria Colmenares aprende catalán porque el próximo curso quiere ir a la universidad para estudiar Psicología y el aprendizaje de esta lengua le ayudará en su carrera, mientras que Olivia Carrasco tiene prioridades diferentes: “Estoy en Catalunya. Hablo la lengua de aquí porque creo que puedo aportar en mantener la cultura. También lo hago por mis documentos y por el trabajo. Soy feliz en Catalunya y creo que hago feliz a la gente cuando oyen que hablo catalán”.

Share.
Leave A Reply