El concepto de “sitopía” viene del griego “sitos” (comer) y “topos” (lugar) y, tal como remarca Steel en su ensayo, “muchos de nuestros grandes desafíos -el cambio climático, la extinción masiva, la deforestación, la erosión del suelo, la falta de agua, la contaminación, la resistencia a los antibióticos y las enfermedades relacionadas con la dieta- obedecen al hecho de que no valoramos la comida”.

La alimentación está relacionada con la salud y la ecología, pero también con la desigualdad en el planeta. ¿Es este uno de los principales puntos que quieres destacar en el libro?

Sí, para mí es muy claro. Una sociedad igualitaria es aquella en la que hay menos diferencias, como podría ser la escandinava, con altos niveles de educación, mejor salud, menos crímenes… Muchos de los problemas a los cuales nos enfrentamos tienen que ver con la desigualdad que genera el capitalismo. Tenemos que pensar en eso, pero también en aquello que realmente nos importa, como humanos, que es qué nos hace realmente felices. ¿Es suficiente con que haya crecimiento y riqueza? Si un país es rico económicamente, ¿no hay desigualdad?

Hay gente que come por placer y gente que come porque tiene hambre. Lo sabemos. Sabemos que hay una mala distribución. Si conocemos el origen del problema y la solución, ¿por qué no se ha resuelto?

Hay un grupo de personas que está contenta sobre cómo van las cosas, y otro grupo que no cree que las cosas se puedan cambiar. La meta del capitalismo, como del sueño americano, es que no importa quién seas, si trabajas bastante, puedes ser rico, tener una casa, llevar a los hijos en la escuela… No es verdad. Puedes trabajar toda la vida y no poder comprar una casa ni tener una buena vida. Pero la gente todavía cree en esta meta. Puede haber existido en algún momento, en la América de los años 50, pero ya no funciona. Aun así, es un modelo muy dominante, y se está haciendo global: tienes que vivir en la ciudad, trabajar en una oficina, promocionarte, hacerte rico… Es como estar atrapado en la rueda del hámster toda tu vida, y la gente quiere ser más rica, más rica y más rica.

Una de las cosas que intento explicar en el libro es que podemos hacernos las preguntas realmente importantes en una buena mesa. La pregunta práctica es: “¿Qué es una buena vida?”. Nos hemos olvidado de hacernos preguntas. Y “¿qué le hace feliz a la gente?”. ¿El estrés? ¿Estar enfermo? Podemos cambiar eso, porque el capitalismo no nació solo, es una invención humana. Tenemos que despertar y ver que el capitalismo de libre mercado encarcela a la gente en el camino de la pobreza. Si eres rico, vas hacia la libertad, pero si eres pobre, tienes menos oportunidades y menos derechos. Es ridículo que en Estados Unidos, que es una nación rica, haya gente que no haga vacaciones, que tenga tres trabajos o que tenga problemas para pagar la universidad. Esto no es una nación libre.

El capitalismo no nació solo, es una invención humana

En ‘Sitopía’ comentas que la vida gira en torno a la comida y que no nos damos cuenta, como tampoco vemos la cantidad de información que nos da sobre las personas: lugar de procedencia, clase social… ¿Pretendes que el lector sea más consciente de esto?

Absolutamente. La comida es una de las herramientas más poderosas para ver el mundo y también para cambiar el mundo. Quiero hacer que la gente piense, y quiero dar las herramientas para que piensen. La comida es un medio increíble a través del que pensar y hacer grandes preguntas porque te dice muchas cosas: quién puede comer de forma saludable, quien está mal… Hay productos locales y baratos que no significa que sean malos, sino que pagas el coste de la verdura. Y en el mundo industrializado la calidad del producto es peor: la manera en que se engorda a una vaca cambia la calidad de la carne, hasta el punto de que un bistec no parece un bistec.

La pregunta es: “¿Qué es una buena alimentación?” Es muy revelador, porque la manera en que tratamos la comida dice mucho de nuestra sociedad. Cuando leo que en el Reino Unido o en los Estados Unidos llegamos a desperdiciar la mitad de los alimentos que producimos… ¿Cómo puede ser? Es porque no valoramos la comida. Desaprovechamos la comida, y es moralmente incorrecto.

¿Respetar la comida es una forma de respetar el mundo?

Para mí la comida es una metáfora de la vida. Tenemos que ser conscientes de lo que desperdiciamos. Si no valoras la comida, no valoras la vida. La comida nos da información de los individuos, pero también nos está diciendo que algo va muy mal en nuestra sociedad, en relación con el sistema de valores, que está patas arriba. Decimos, ‘ah, todo está mal’, ‘no es justo’, y nos entristecemos porque estamos destruyendo el paisaje, nos estresamos, enfermamos… Entonces, ¿por qué continuamos del mismo modo? El cambio no es fácil, pero creo que estamos llegando a un punto en el que estamos despertando, sobre todo los jóvenes. No podemos continuar así, y no solo por el cambio climático, que evidentemente es importante, es también por cosas como que, en el Reino Unido y, creo que también en España, muchas personas de 30 y más años tienen problemas para independizarse y tienen que vivir en casa de los padres.

¿Crees que, en general, la juventud es más ecológica y es más consciente sobre el futuro del planeta?

Sí, ellos son la solución. Mi generación tuvo la suerte de vivir en paz, bueno, cuando era joven todavía sufríamos las consecuencias de la guerra, la vida era dura y todo fue reconstruido. Tuvimos una buena vida y ahora tenemos que volver a pensar qué es una buena vida en el siglo XXI. Esta tiene que ser una idea global. Una buena vida en España no será exactamente lo mismo que en Canadá o en África, pero si pensamos en las cosas básicas que necesitamos, una de las más importantes es la comida, y es común en todo el planeta, por lo que, para mí, la comida siempre será el medio más poderoso para responder a la pregunta de cómo vivir bien y juntos, porque, cuando comes, no lo haces tú solo, cada día hay gente que come en el planeta. Cuando estamos comiendo lo hacemos con los seres humanos y con los seres no humanos, es una gran comida mundial.

Carolyn Steel: “Hay una buena vida sin tener mucho dinero, mientras tengas dinero suficiente” | Capitán Swing

Si piensas en estos términos, lo empiezas a ver claro. Por ejemplo, imaginemos una comida con seis personas alrededor de una mesa en la que solo hay cinco patatas. Piensas, quizás las partimos todas, o compartimos una, para que nadie se quede sin. Si hay siete patatas, coges la tuya sin más. Eso dice muchas cosas de cómo somos los humanos, de cómo nos sentimos como grupo, y creo que hay algo que debemos traducir en políticas globales. Todos tenemos necesidades y emociones, y comemos juntos. Si piensas en qué necesita la gente para vivir bien y ser feliz, lo más imprescindible no es hacer vacaciones tres o cuatro veces en el año, ni tener una casa con piscina y jacuzzi. Necesitas una casa decente y un trabajo que para ti tenga sentido, el apoyo de un grupo y de una comunidad cariñosa, acceso a la escuela, oportunidades, hacer cosas interesantes como participar en actividades culturales y sentir que tienes una voz. ¿O quieres seguir consumiendo y seguir derrochando? El capitalismo comparte la idea de ‘haz el trabajo que no te gusta para ganar dinero’.

Hay una buena vida sin tener mucho dinero, mientras tengas dinero suficiente. No estoy diciendo que el Estado deba tener mucho control, solo digo que necesitamos una manera más equitativa de compartir, y que todas las personas tendrían que tener la oportunidad de tener una buena vida, produciendo bien y consumiendo bien.

Con la migración del campo en la ciudad y el mundo industrializado, han cambiado nuestros hábitos alimentarios. Hay menos productos frescos y más comida rápida. ¿Hacia dónde vamos?

Está pasando, pero también hay un movimiento de gente que se resiste a esto y ha descubierto que hay otra manera de vivir que podría hacerles más felices, aunque sea teniendo menos dinero, pero teniendo más tiempo. Disfrutar de la comida de calidad, si tienes la suerte de poder comer bien y disfrutarlo, es muy obvio. ¿Y por qué no lo puede hacer toda la sociedad?

Si no valoras la comida, no valoras la vida

¿Cómo conectan el urbanismo, el mundo laboral y la alimentación?

Hace diez años habría dicho que vamos camino de construir más ciudades y más grandes. El ejemplo más remarcable es el de China, donde en 1980 la población rural suponía el 80% del total y, en la actualidad, un 53% vive en las ciudades. En este tiempo, han pasado de comer una media de 13 kilos en el año por persona a consumir sesenta kilos. Eso está conectado con cómo gestionamos el aumento de residuos en las ciudades. Pero las ciudades no existen por sí solas, necesitan del campo para producir alimentos, y para otras cosas. Hay una idea histórica sobre que el progreso está ligado al urbanismo, pero eso ya lo criticaba Tomás Moro en el siglo XVI cuando escribió ‘Utopía’. Hacía una crítica a Londres, demasiado grande, demasiado poderosa, e imaginaba un lugar más equitativo, como ciudades semiindependientes e interrelacionadas.

¿Hay más sensibilidad hacia el mundo rural ahora que décadas atrás?

Hay diferentes puntos de vista desde la ciudad hacia el campo, en función del periodo y el lugar. Ha habido momentos en los que la gente abandonaba el campo, otros en los que se ha repoblado después de que las personas mayores murieran y se quedaran sin agricultores y ganaderos. Se tiene que encontrar un equilibrio entre el campo y la ciudad porque hay una fuerte relación entre las dos. Hay gente que rehúsa y ni piensa, y otros que idealizan el mundo rural y lo ven como un lugar maravilloso para ir de vacaciones.

¿Y cómo liga esto con ‘Sitopía’?

Si piensas en la alimentación y en la producción local o industrial, por ejemplo, puedes pensar en la forma de engordar a las gallinas y de obtener los huevos. No es lo mismo en una fábrica que en una granja. Seguramente, encontrarías la diferencia de sabor entre unos y otros. Piensa en el coste de producción. Mi propuesta es que valoremos el coste real de producción. Todo el mundo tendría que comer ese delicioso huevo, quizás se tendría que producir menos y que sea de calidad. Intentemos crear una sociedad en la que todo el mundo pueda comer bien, y eso quiere decir que la gente gane suficiente dinero. Eso es una sociedad igualitaria, y una economía basada en el valor real. Si la sociedad actúa en consecuencia, podemos comer bien todos.

Así volvemos a lo que decíamos al principio: ¿si quieres cambiar el mundo de manera positiva, empieza por cuidar todo el proceso de la comida, desde la producción hasta el consumo y los residuos?

Sí, pero ¿y por qué la gente se va de la ciudad en el campo? Porque no tiene dinero y cree que tendrá una vida mejor en la ciudad. Porque no valoramos la comida. Si la valoráramos y si pagáramos el coste que tiene este buen huevo, podrían continuar produciendo huevos y podrían seguir en el campo, si ellos quieren. Hay mucha gente que quiere vivir en medio de la naturaleza y con los animales, es una vocación que no valoramos, que devaluamos, y hacemos que les sea imposible vivir de este modo. Si la gente valorase la comida, ser cocinero, agricultor, apicultor, restaurador, tendero, etc., sería un buen trabajo. Pero no es un objetivo, porque el objetivo es enriquecerse, no cuidar la naturaleza.

Tenemos que valorar a la gente que nos alimenta y tener una visión diferente de qué es una buena vida. Mi mensaje para los lectores seria que la comida es alegría y placer. Les diría: valorad la comida, pensad en la comida, hablad de ello y gastad lo que podáis en alimentos. Recordaos el placer de la comida y dedicadle tiempo. Es difícil, pero no eres tú, es el sistema. Hay que cambiar el sistema.

Share.
Leave A Reply