El miércoles 7 de diciembre de 2022 culminó con éxito el golpe de Estado contra el presidente Pedro Castillo Terrones, organizado y ejecutado por las élites criollas serviles al imperialismo norteamericano. Este golpe no es reciente. Se cocina desde el 6 de junio de 2021. A partir del resultado electoral peruano, la estrategia golpista de los grupos dominantes desde hace más de 200 años en el Perú comenzó a probar distintos estilos para lograr el objetivo principal: sacar a Pedro Castillo de la presidencia del Estado peruano.

¿Qué pasó? Un golpe de Estado parlamentario exitoso orquestado por los grupos de poder criollos con el auspicio de la embajada norteamericana, en coordinación las Fuerzas Armadas y Policía, que forzó una medida propia de la impericia política del presidente Castillo, frente a lo cual la movilización popular comenzó a hacerse sentir con un crecimiento intenso al pasar de los días y a configurarse en una sublevación popular en todo el país. A la fecha de cierre de este artículo, son por los menos 28 los peruanos asesinados con arma de fuego, por parte de las fuerzas policiales al mando de la nueva presidenta Dina Boluarte, entonces vicepresidenta del presidente Castillo, en las distintas protestas a nivel nacional. Asimismo, de manera ilegal se ha declarado Estado de Emergencia en todo el Perú, lo cual brinda las condiciones para aumentar la represión y violación de los derechos humanos del pueblo movilizado.

Para comprender la coyuntura en el Peru planteamos brevemente algunos puntos análisis: Crisis, Golpe y Conflictividad social. Tres categorías, y cómo ellas se relacionan en el movimiento de la historia, ayudan a comprender las disputas abiertas en el país.

Primero, la crisis. Y no cualquier crisis. Se trata de una convergencia de crisis política, económica, social y cultural, a tenor de la crisis multidimensional del modo de acumulación a nivel global. La crisis política, sobresaliente a partir de los escándalos de corrupción Lava Jato en Perú, que terminó salpicando a toda la clase política, e incluso a la prensa concentrada y grandes grupos empresariales, encontró un cauce de gestión en los comicios electorales de 2021. Los resultados electorales no iban a resolver la crisis, pero sin lugar a dudas, un triunfo de Pedro Castillo podía abrir posibilidades de resolución, como la propuesta de una Asamblea Constituyente Popular que abordara cuestiones estructurales. Por ello, un golpe parlamentario perpetrado por un Congreso con más de 85% de desaprobación solo es garantía de profundizar aún más esta crisis.

Segundo, el golpe. Ante un contexto de crisis estructural, los grupos dominantes en el Perú, conscientes que no se trata de una crisis cualquiera han optado por una estrategia clara: el golpe de Estado. Ante el agotamiento del proyecto neoliberal, los poderes fácticos tienen claro el camino de imposición por la fuerza de sus intereses y privilegios. Por esta razón, han intentado distintas maneras de sacar a Pedro Castillo. Desde un lawfare electoral racista, para desconocer los votos de los pueblos originarios y de zonas rurales y campesinas, hasta el reciente golpe parlamentario como ya lo vio Nuestra América en el golpe en Brasil contra Dilma Rouseff.

Tercero, conflictividad social. La respuesta popular a la crisis profunda se da a través de la conflictividad social. La crisis social y económica, recientemente agudizada por los impactos de la guerra en Ucrania, específicamente, en el alza de combustibles y fertilizantes, ha propiciado la protesta social, sin embargo, el pueblo movilizado siempre tuvo claro que no iban a ser funcionales a los intereses golpistas, que buscaban a toda costa el elemento de “calle y protesta” para alcanzar su objetivo de derrocar a Pedro Castillo. Todo lo contrario, esa fuerza popular es la que hoy está en las calles poniendo el cuerpo contra el golpe de estado.

Pedagogía oligárquica: pedagogía de la humillación

El reciente golpe de Estado tiene un sentido pedagógico de parte de las élites criollas. Es una medida de aleccionamiento para todo aquel trabajador, campesino, indígena que se atreva a desplazar a los hombres de grandes apellidos de los espacios de poder en los que están enquistados desde hace más de 200 años. No importa si siguen lucrando, lo importante es que los privilegios se mantengan, dado el racismo institucional constitutivo al fallido proyecto de Estado-nación. He ahí el por qué de la humillación, transmitida en distintos canales de televisión, de la detención del presidente Pedro Castillo o el desalojo de su familia de Palacio de Gobierno. Sin embargo, los poderosos olvidan que semanas antes de las elecciones del 6 de junio de 2021, la principal razón por la cual la gente votó por Pedro Castillo era: “porque se parece a mi”. Esto explica la rapidez con que la indignación se transformó en movilización popular en todo el país al considerarse que la humillación al presidente Castillo es una humillación al pueblo.

Intervencionismo norteamericano

Existen muchas interrogantes sin responder alrededor de las razones que motivaron al presidente Castillo por dar su último mensaje presidencial el 7 de diciembre. No obstante, hay algunos hechos que trascienden la naturaleza de indicios, sobretodo teniendo en cuenta la historia de golpes de Estado en nuestro continente. Todo apunta a una alianza entre las Fuerzas Armadas, la Policía y la embajada norteamericana. No son casuales los antecedentes de la embajadora Lisa Kenna como ex agente de la CIA, las referencias hechas por el exasesor de Fujimori Vladimiro Montesinos desde la prisión acerca del rol esencial de la embajada para desestabilizar al gobierno de Castillo, o que la embajadora se haya reunido un día antes con el ministro con el que Castillo estuvo buen tiempo de la mañana del 7 de diciembre y por los menos en dos ocasiones con la Fiscal Patricia Benavides encargada de encaminar el lawfare hacia el presidente. Tampoco lo es el hecho que semanas previas la seguridad del presidente haya estado infiltrada por la Policía y Fuerzas Armadas, así como el nivel de vigilancia que mantenía por parte de dichas instituciones.

Sublevación Popular

Si bien el Perú tiene una tradición importante de movilización y protesta social, lo que vivimos en estos días no tiene precedentes. Además del aspecto cuantitativo, que supera abrumadoramente las movilizaciones de noviembre 2020 contra el golpe parlamentario de Merino y que se concentraron en Lima, son dos aspectos los que resaltan. Primero, las movilizaciones y protestas han cobrado un tenor político, superando los tradicionales pliegos gremiales y sociales, donde las consignas son claras; cierre del congreso, nuevas elecciones, asamblea constituyente y libertad a Pedro Castillo. Segundo, al guardar una plataforma política, a pesar de no mantener una orgánica, a nivel nacional, en las 14 regiones donde hay cortes rutas, se lograr sostener la protesta mientras comienzan a brotar más puntos de lucha a nivel nacional. Mientras mayor es la represión ilegal y brutal por parte del gobierno de Dina Boluarte, mayor la indignación del pueblo y mayor su capacidad de protesta así como el crecimiento del conscenso de la necesidad de un proceso constituyente popular y plurinacional que por fin construya el inicio de un camino hacia los urgentes cambios estructurales que reclama el pueblo peruano.

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1 comentari

  1. Jordi Justribó on

    Muy buen artículo, muy interesante el desarrollo y el profundo análisis de la sociedad peruana y la difícil situación a la que han llevado los acontecimientos. Felicidades!!!!’