Joseph Conrad tiene muchas frases célebres. Una de ellas remite al hecho de trabajar mientras se mira por la ventana, algo incomprensible para la mayoría, recordándome a mi proceder diario mientras paseo. La mayoría, también los medios de comunicación, banalizan este acto fundamental a partir del término flaneur, una tontería increíble porque al caminar si lo hacemos con conciencia investigamos porque nos formulamos preguntas, mientras en la actualidad se juzga a partir de una frivolidad arquetípica sin contenido. 

Cuando me zambullo en un barrio mi mente es imparable a la hora de generar cuestiones, activándose una brújula detectivesca de reconstrucción mediante la observación de los inmuebles para comprender la génesis del lugar, más tarde complementada con las fuentes documentales.

En els Indians no voy ni mucho menos perdido, pero hay muchos elementos a cuadrar por el poco estudio del terreno y las pérdidas del mismo a través de su crecimiento durante el siglo XX. 

Cruce de Campo Florido con Francesc Tàrrega |Jordi Corominas

Cuando, al fin, cruzo passeig Maragall para adentrarme en els Indians, elijo la esquina de Campo Florido con Francesc Tárrega por resultarme un rincón con muchísimos elementos válidos para determinar ritos, funciones y hábitos de los vecinos. Un bloque medio rosado de los años cincuenta convive junto a vestigios industriales, muchos de ellos reciclados y con mucha Historia no sólo local, frente a una casa con aspecto de masía en el número 7 de la calle dedicada al guitarrista, bautizada en su honor desde 1917, otra pista para navegar por sus vicisitudes.

El caserío ahora es una residencia de ancianos. La mayoría de los pocos ensayos disponibles sobre esta barriada centran el tiro, algo normal en la tradición historiográfica barcelonesa, en nombres anecdóticos, solventados con pocas líneas para zanjar el expediente. 

Este elenco suele ser un buen motor de búsqueda, otra cosa son las coincidencias afloradas durante el camino de las pesquisas. Voy al Archivo Municipal para paliar un sinfín de lagunas y la responsable me da en mano los pliegues sobre Francisco Tárrega 1-7, pues en 1929, cuando se otorgaron los permisos, la extensión de la propiedad era enorme, sólo reducida a principios de los años 70, cuando Carmen Amado Bastida tuvo a bien negociar con el promotor inmobiliario Daniel Salesa Bayod, quien erigió una horrible colmena de pisos en el número 120 de passeig de Maragall para ampliar su imperio de cemento. 

¿Quién era Carmen Amado Bastida? Según estos papeles declaraba residir al lado de la Boquería, era viuda de Jaime Palomé y en el recuerdo popular de la zona ha quedado como la gallinera por encargarse de varias paradas avícolas en los mercados de la capital catalana. 

Vista de la calle Francesc Tàrrega desde la casa Amado Bastida |Jordi Corominas

Este dato, además de simpático, revela la clave para entender al personaje y su trayectoria vital. Junto a su marido, quien declinaba los poderes en su mujer, tuvo la gran aspiración de montar una especie de granja en un enclave sin igual. Desde 1925 reclamaron instalarla en el cruce del carrer d’Enamorats con València y Rogent, copado a finales de los años 40 por el Edificio Columbus. Como compensación al fracaso de su anhelo, el Ayuntamiento ofreció a Carmen Amado una parcela equivalente en el carrer de Xifré, desaparecido en su tramo final por la aparición de este mastodonte de la posguerra. Las metas de la viuda discrepaban del aire de la época, como si hubiera sido incapaz de leerla hasta con su hacienda dels Indians, más propia de un universo rural, en las antípodas de esa Barcelona densificada tras la contienda civil, algo por otra parte recurrente, pues hasta ese fatídico 1936 los márgenes urbanos aún no sospechaban ese cambio tan radical en el modelo edilicio y socioeconómico. 

La torre Carmen Amado es simple en su factura, sin pretensiones. Sólo su diseño nos remite, como sucede con muchas masías medio urbanas del Novecientos condal, a una modernidad distante de nuestra imaginación bucólica. El arquitecto fue Josep María Jordán, menor en su oficio, con una perla escondida en la Tenería Moderna Franco-Española de Mollet del Vallés, en pie pese a ser una ruina congelada, por negligencia de las autoridades, junto a la estación de cercanías. 

En Francesc Tárrega, como en el resto dels Indians, siempre me aturde esa línea del horizonte hacia Garcilaso, bien por lo espléndido de la perspectiva, bien porque el meollo fundacional del barrio, su estructura, es una cuadrícula casi perfecta en esa modestia hacia sus límites, con cada calle como repetición de la anterior, sin importar mucho su direccionalidad. 

Carmen Amado Bastida, como todas las personas longevas, debió ser una hemeroteca con patas de Francesc Tàrrega. La numeración de sus posesiones podría lanzar la hipótesis de una pionera en la zona. No nos equivoquemos. A unos pocos metros podía divisar sin dificultades la villa Jazmines, la más admirada de estos aledaños por sus sucesivas transformaciones hasta devenir un local de copas muy preciado más allá de estas fronteras. Más tarde, cuando cesaron las muertes sangrientas a causa del Golpe de Estado de 1936, arribaron otros moradores, mucho más humildes para definir la personalidad del barrio, donde quienes gestaron los albores adquirieron un rango superior en su pírrica riqueza, acrecentado en lo metafórico de los motes. 

Cada barriada del Planeta tiene su dramatis personae. En mi calle del Guinardó hubo unos años donde un señor se acurrucaba en un parquin para mirar con deleite recortes de revistas porno. La Pandemia no hizo menguar el descaro de una pareja de indigentes relativos, empecinados en pedir cinco euros a los transeúntes. Si lo consiguen quizá un día puedan invitarnos a un café con pastas. 

Eso de la gallinera dentro de unas ciertas costumbres catalanas, muy de hablar sin hacer, suena peyorativo, casi como si Carmen Amado fuera una loca de atar, algo sin pase en mis cálculos, más proclives a analizarla como una empresaria valiente desde su viudedad, calamitosa en la derrota de Enamorats e inteligente en la administración de sus bienes, hasta lucrarse con estrépito en su otoño por el negocio de la urbanización intensiva de los setenta, eso sí, sin derribar su amor de Francesc Tàrrega, asimismo memoria de su matrimonio, finiquitado en las postrimerías de tan hermosa adquisición por el inesperado fallecimiento de Jaime Palomé, marido de su esposa, no al revés.

Share.

1 comentari

  1. Antonio Jefferson on

    ¿Crees que el Herpes tiene una cura permanente? Mi nombre es Antonio Jefferson Cole, estoy en Salt Lake City, Utah. He estado gastando mucho dinero semanalmente en comprar el popular Valtrex y, a veces, Aciclovir, para suprimir los brotes de herpes que me recetaron en el hospital. Cualquiera que tenga herpes puede dar fe de esto, con todos los dolores y síntomas vergonzosos. Desafortunadamente, descubrí que esos productos recomendados por el hospital con frecuencia no son efectivos para solucionar el problema, sino que hacen que gastes todo tu dinero. El remedio herbal DR.WATER llegará a la raíz de la causa y lo curará por completo en lugar de suprimir los brotes con medicamentos. Y será más feliz, más saludable y libre de brotes. También tiene remedios a base de hierbas que pueden curar el VIH, el VPH, la hepatitis, etc. Él es el más grande de todos los curanderos a base de hierbas. Su correo electrónico es DRWATERHIVCURECENTRE@GMAIL.COM y su número de Whatsapp: +2349050205019. Puede contactarlo y obtener una cura permanente para su herpes genital y oral o VIH SIDA o cáncer de pulmón o enfermedad de Alzheimer.