Salvador Illa, y no Pere Aragonès, anunciaba a primera hora el acuerdo alcanzado para los presupuestos de Catalunya del 2023. La subida al atril hacía buena, de nuevo, esa frase de la cultura popular que dice que las negociaciones se dan entre dos o más partes, y siempre las acababa ganando el PSC. A veces, sin embargo —y ese parece el caso—, estas victorias están más en la forma que en el fondo.

Estamos ante los primeros presupuestos de la era post-procés, los primeros en los que el espacio post-convergente no participa. Un acuerdo que entierra la era del Procés y que abre una posibilidad que, no mucho tiempo atrás, era inimaginable: el regreso del tripartito. Ya desde hace meses, cuando Junts per Catalunya decidió salir del govern (empujado amablemente por Aragonès), el ciclo que se inició hacia el año 2012 agonizaba. Pero las etapas se cierran de verdad en silencio, con un apretón de manos, con una rúbrica que sella lo que se había gritado a los cuatro vientos previamente. Siempre es el sonido sordo de una burocracia en funcionamiento la que finaliza las cosas.

El acuerdo abre una nueva etapa en la política catalana e inaugura el espacio del amplio del centro-izquierda. Los presupuestos fueron forjados por el principal partido independentista (ERC), el principal partido no independentista (PSC), y el principal partido de la izquierda parlamentaria dispuesto a llegar a acuerdos sólidos (En Comú Podem). Y logran satisfacer a las tres partes implicadas.

El PSC se reafirma como partido “responsable” y le araña al Govern (es decir, a ERC), una declaración conjunta donde se compromete a sacar adelante la Ronda Nord, la “modernización” del Aeropuerto del Prat, y del Consorcio Recreativo y Turístico de Salou y Vila-seca (Hard Rock). Pero quizás lo más importante de los presupuestos no tenga tanto que ver con los presupuestos en sí, sino en que consolidan su relato de “pasar página” respecto a la independencia. En este sentido, a quien salva Salvador es al presidente de España, Pedro Sánchez.

Por otro lado, los presupuestos permiten a los socialistas mantener con vida el imaginario progre, claramente en peligro considerando la deriva de los últimos años: de los tres partidos que ratifican los acuerdos, sus propuestas e intereses son los que más echan hacia los intereses de la patronal. Pero si dejamos de lado la declaración conjunta —redactada con un lenguaje ambiguo y que requerirá de negociaciones y pactos futuros—, los socialistas tienen el apoyo moral de ERC y, sobre todo, de En Comú Podem. A nivel de imagen (y de espíritu), esto da paz a su militancia.

ERC logra aprobar los presupuestos. Esto ya es, de por sí, una victoria. Se trata del govern con menos fuerza de la historia de la política catalana y, aun así, sacan adelante la ley más importante de todo ejecutivo. Lo hacen después de haber demostrado una inteligencia negociadora que, históricamente, no se le presumía a ERC. Haciéndolo, evidencian que a día de hoy Junts per Catalunya no es un actor necesario en la política catalana. Porque si bien han tenido que firmar la declaración conjunta que quería el PSC, han podido dejarlo al margen de los presupuestos. En términos más explícitos: ERC se enmierda más de lo que le gustaría, pero seguramente menos de lo que estaba dispuesta. La vía Aragonés funciona.

En Comú Podem (ECP) participa de los presupuestos, condiciona el incremento en áreas tan importantes como salud y transición ecológica, y se aparta del documento de los macroproyectos pactado entre ERC y PSC. Efectivamente, los presupuestos no adjudican ni un euro en la Ronda Nort, ni al Hard Rock, ni al Aeropuerto. Jéssica Albiach pudo comparecer en rueda de prensa y afirmar, con razón, que “se ha cumplido con nuestra línea roja: no hay ni una sola línea dedicada a los macroproyectos fracasados”. No era sencilla la posición de los comuns: debían estar, pero sin estar del todo. A diferencia del PSC o de ERC, su umbral de tolerancia ideológico no les permite oscilar entre la centroizquierda y el centro (derecha). Los comuns no podían verse arrastrados hacia el barro y, a la vez, debían hacer valer a sus diputados para condicionar los presupuestos; no podían ser percibidos como la “cuña” socialista, ni tampoco como la izquierda de la CUP, un partido casi incapaz de llegar con acuerdos con otros que no sean ellos mismos.

En líneas generales lo han conseguido: se incrementan en un 8% las prestaciones sociales y se hace un esfuerzo importante en mejorar la precaria situación sanitaria, con especial énfasis en la atención primaria, la cual se le prevé un incremento del 24% respecto al año anterior. Seguramente ésta sea la mejor noticia de los presupuestos, y la principal razón por la que el Sindicato de Médicos decidió detener la huelga programada para esta semana. Al igual que los socialistas y los republicanos, En Comú Podem tiene, también, razones para reivindicarse.

Durante los próximos días habrá que analizar en detalle los números, rascar más allá de la letra pequeña (¿qué ocurre con el Plan Piloto por la Renta Básica?), y confrontar las opiniones de las partes implicadas. Sin embargo, en estos momentos hay un mensaje claro: se abre un nuevo ciclo en la política catalana.

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