Hay muchas cataluñas: la rica y la pobre; la rural y la urbanita; la de la costa y la de interior; la de aquellos que se llaman independentistas y la de aquellos que no se sienten. Y ahora, por culpa de la sequía, nos damos cuenta de que está la Cataluña de las cuencas internas y la de las cuencas catalanas del Ebro. Hoy en día, en las cuencas internas, sólo queda un 26% de la capacidad nominal de embalse (unos 700 hectómetros cúbicos) mientras que los embalses de ríos que mueren en el Ebro, la reserva es un 38% del total (1.854 hectómetros cúbicos). Y en el conjunto de toda la Confederación del Ebro, el agua embalzada es un 57% de una capacidad total de casi 8.000 hectómetros cúbicos. En situación de normalidad hídrica, Cataluña viene a consumir del orden de 1 hectómetro cúbico al día.

Estamos ante un grave problema, que será muy grave si no llueve mucho esta primavera, y ya se han empezado a prohibir cosas (como regar jardines y llenar piscinas particulares, que son molestas pero no esenciales) y reducir otras ( como restricciones a algunos municipios e incluso reducir el agua de riego, lo que realmente afecta a un tema nuclear de nuestro país como es la agricultura). El gran susto de la sequía de 2008 sirvió para que los ciudadanos hiciéramos los deberes ya que se redujo significativamente el uso del agua de boca, hasta unos límites difíciles de apretar aún más. En cambio, la Generalitat no ha hecho nada significativo en todos estos años, más allá de la puesta en marcha de la desalinizadora de El Prat, insuficiente para solucionar el problema actual, más allá de su coste energético insostenible. Quince años perdidos, sin obra hidráulica importante nueva y esfuerzo alguno por la reutilización de las aguas depuradas.

Las sequías son como los incendios forestales. Cuando un bosque arde, no vale lamentar todo lo que se hubiera podido hacer y que no se ha hecho: que si limpiar los bosques, que si poner cabras, que si limitar a los visitantes, que si dotar con más medios a los bomberos… Todas estas lamentaciones están muy bien si después se solucionan, pero no sirven para apagar el fuego. Por tanto, primero acabamos con las llamas, de la manera más eficaz posible, y tratamos de ponernos en las mejores condiciones para el futuro. Porque los incendios, como las sequías, son recurrentes.

Ahora que tenemos en el problema encima, las soluciones que no son inmediatas no forman parte de la solución. Hablar ahora de modificación de los sistemas de riego (no hay que olvidar que dos terceras partes del consumo de agua es por la agricultura) o aprovechar las aguas depuradas de la cuenca del Besòs o construir más desalinizadoras en la costa, puede servir para la próxima sequía (si salimos de ésta) siempre que estas nuevas políticas del agua tengan financiación suficiente en los presupuestos. Son soluciones a largo plazo, que deberían tener un amplio compromiso social, ya que todo apunta a que lo del cambio climático va en serio. Los bosques no se apagan diciendo que el próximo año se retirará toda la madera muerta acumulada. Tampoco Sau se llenará ahora a base de preocupaciones que requieren años de implementación.

He empezado hablando de dos Cataluñas, una con más recursos hídricos que la otra, consecuencia de una mayor capacidad de embalse y también con ríos de mayor caudal. Parecería lógico conectar una con otra, al menos para situaciones de emergencia como la que estamos viviendo. Según por dónde se hiciera, sería una obra relativamente barata y rápida de ejecutar. Pero esto es un trasvase, algo abominable en la mística de según qué tipo de ecologistas y políticos, no ya de hacer sino tan sólo de plantear. El nuestro es un país curioso: se puede hablar de todo, incluso de independencia, pero ni una palabra de llevar aguas de las cuencas del Ebro a las cuencas internas, donde reside gran parte del consumo doméstico.

No querer abrir un debate sereno, objetivo, y ver de verdad cuáles serían los impactos ambientales de una interconexión entre cuencas, no parece demasiado inteligente. Sobre todo cuando otras tropelías que se hacen sobre el territorio (como la manera de desplegar las energías renovables, tanto terrestres como marinas, con un impacto negativo suficientemente reconocido) las admite la misma administración, muy remirada cuando se trata de puerta agua por tuberías. Y que quede claro que no soy favorable “a priori”; simplemente digo por qué no se puede plantear?

Si persiste la falta de lluvias y si este verano está en peligro poder abrir el grifo de casa y que salga agua, veremos soluciones de emergencia mucho más descabelladas, caras y absurdas que la que planteo desde un punto de vista teórico. Y sobre todo, si superamos esta sequía, no perdamos otros quince años hasta que la siguiente nos vuelva a tomar desprevenidos. Gobernar debería ser también evitar sufrimientos a los ciudadanos.

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