“En mi comunidad, nacer mujer es nacer con menos derechos”, explica Sylvie Luzala, quien desde muy pequeña quiso ser periodista para denunciar las injusticias de su país, la República Democrática del Congo. Como comunicadora durante quince años, se adentró en diferentes temáticas sociales y se especializó en una muy invisible: las trabajadoras del sexo.

“A pesar de ser rechazadas, son fruto de la sociedad, y tienen contactos con hombres poderosos, sean políticos, militares, religiosos, empresarios… Son utilizadas como válvula de escape y como herramienta para someterlas”, señala en la sede del Col·legi de Periodistes de Catalunya en Barcelona en el marco de un encuentro con la prensa en coordinación con el grupo de trabajo Periodismo Solidario del Colegio, la Associació Catalana per la Pau (ACP) y la Lliga dels Drets dels Pobles.

La tarea de Luzala a favor de los derechos humanos para que estas mujeres recibieran información en términos de salud, que tuvieran la posibilidad de acceder a una educación y que obtuvieran información sobre cómo organizarse, la llevaron a recibir amenazas, ataques y detenciones.

Apartó su tarea como periodista, después de trabajar en la Radio Téle Nationale du Congo y en varios medios de prensa escrita, ante la falta de protección. Aun así, continuó luchando en la defensa de los derechos de las personas a través de entidades sociales porque estaban más organizadas.

En la actualidad, es la presidenta del Consejo de Administración de la organización Étoile du Sud (EDS), una entidad congoleña socia de la ACP que trabaja para garantizar el derecho en la salud, los derechos de las mujeres y la construcción de paz en la población del país, especialmente en las zonas de Kinshasa, la capital; Kivu Norte y Kivu Sur, al este del país; Maniema y Tshopo, en el centro del país; y Haut-Katanga, en el sur.

Ser mujer en la República Democrática del Congo implica, entre otras cosas, “luchar para acceder a la enseñanza” obligatoria y en la universidad, afirma Sylvie Luzala recordando su experiencia. Las pocas mujeres que acceden a la profesión para la cual se han formado no se ven reconocidas por sus capacidades intelectuales, como ella misma ha sufrido.

Los niños de la calle

En el contexto de conflicto armado y violencia en el país, destaca la falta de protección de las mujeres agredidas y violadas en las comunidades, así como a los hijos y las hijas producto de estos abusos sexuales. “Es otra cara de la guerra”, indica. “Las devuelven embarazadas, son rechazadas y no quieren al bebé que llevan dentro. Por la religión, en el Congo está prohibido abortar, y nos encontramos con el problema de los ‘niños de la calle’, que viven sin afecto y sin protección”.

“Estos niños crecen con el estigma de ser los hijos de una violación, los hijos del diablo, como se les denomina por convicciones religiosas. Con siete, ocho o nueve años se buscan entre ellos, buscan su propio grupo, que es su propia familia. Entonces, llegan los grupos armados y los cogen como niños soldados porque les ofrecen alguna alternativa que no les da nadie más”, afirma la defensora.

Sylvie Luzala en el Col·legi de Periodistes

Así, las mujeres sufren violencia en el seno familiar, en el conflicto armado y también en el marco de las instituciones, puesto que es mínimo el número de políticas con un cargo público en la primera línea. La defensora hace suya un dicho que dice que “el Congo es la capital de la violencia hacia las mujeres”, una realidad a menudo escondida en los medios de comunicación.

“Las mujeres crecen con la idea de que son una parte del hombre”, lamenta. Temas como la sexualidad son, generalmente, un tabú en la familia, de forma que las adolescentes lo aprenden en el exterior, y su vida se resume en que “apenas salir de la infancia, la niña entra en el matrimonio”.

Si bien es cierto que el Protocolo de Maputo otorga a las mujeres africanas derechos económicos y de bienestar social, a la práctica, dice Sylvie Luzala, “la religión manda mucho en la comunidad”, no solo hacia las mujeres, sino también en la carencia de derechos del colectivo LGTBi+.

Detenciones

Por sacar a la luz informaciones de este tipo, Silvie Luzala ha sido arrestada varias veces. En una ocasión, por reivindicar la gratuidad de la enseñanza primaria, tal como establece la Constitución. Otra vez, a raíz de una entrevista televisiva sobre cómo organizarse y manifestarse el 8 de marzo. También la detuvieron por defender los derechos de los niños, si bien en esta ocasión estuvo cuatro días en comisaría y la soltaron sin cargos. De su paso por comisaría, remarca que “la policía no es disciplinada, hay amenazas verbales y físicas”.

“Esta situación, como mujer casada y madre, no es fácil, comporta presiones en casa”, reconoce, puesto que ha recibido amenazas anónimas en su casa e incluso asaltaron su vivienda en presencia de sus hijos.

Vivir bajo la tensión constante comporta repercusiones psicológicas, como asustarse al escuchar algún ruido en la calle o al sonar el teléfono, y es que la inseguridad generalizada en todo el país da la sensación de que la muerte está en todas partes.

Por todo esto, ha sido acogida en el Programa Catalán de Protección a Defensores y Defensoras de Derechos Humanos, impulsado por la Agència Catalana de Cooperació al Desenvolupament, con la coordinación de la Comissió Catalana d’Ajuda al Refugiat. Durante seis meses, llevará a cabo actividades de sensibilización e incidencia en el territorio catalán, para informar sobre la situación de las personas defensoras de derechos humanos en la República Democrática del Congo.

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