Los personajes famosos tienen la virtud -en una sociedad digital donde el espectáculo es (casi) todo- de poner en la agenda política viejos asuntos. El racismo no es ninguna novedad, tampoco en el fútbol (y en otros deportes) donde se “practica” desde hace años en partidos, incluso, de infantiles. Durante mucho tiempo las autoridades deportivas españolas lo han ignorado, sin sancionar a los clubes y a sus socios, protegiendo el negocio que genera el llamado deporte rey. Es, ahora, que todos se esfuerzan en apoyar castigos y exigir más educación, como si con ello se resolviera el problema.
Recientemente, un estudio de la FAD apuntaba que un 25% de los jóvenes españoles comparten ideas xenófobas, alentadas por la extrema derecha que no duda en atribuir a los emigrantes todos los males de la humanidad. Por supuesto que en España hay conductas y discursos racistas, y no solo por haber expulsado antaño a los judíos, sino por lo que ocurre hoy, en pleno siglo XXI. Todos saben que los necesitamos para sostener el crecimiento económico y que no nos quitan aquellos trabajos que ya no queremos hacer por precarios o desagradables. Lo que ‘denunciamos’ es que reciben más ayudas para su disfrute, que son ruidosos o con demasiado desparpajo sexual, que viven la vida, en definitiva, de otra manera. Eso es lo que algunos sienten como un robo, el de aquellos placeres que no tienen -por dificultades o coacciones- y cuya carencia imputan al extranjero que gozaría de ellos a costa suya.
El racismo, como la misoginia, son hechos de discurso, tesis acordadas por colectivos más o menos amplios que ordenan los lazos sociales, definen los roles y los modos de gozar. No hay ninguna razón genética ni de ausencia de órganos mágicos -que apenarían e irritarían a las supuestas carentes- que justifiquen las desigualdades. Una prueba reciente está en la notable diferencia entre los recursos que los gobiernos han dedicado al rescate del sumergible Titan y los que otras instituciones no dedicaron para evitar el naufragio de un barco de migrantes, que se hundió frente a Grecia con 500 personas que siguen desaparecidas. El racismo es, ante todo, un discurso, un rechazo a aquel que encarna -en su manera de vivir- modos diferentes de gozar.
Ese discurso toma cuerpo en propuestas políticas -fuera de ellas cuesta más que se encarne- que lo alimentan y se viraliza en períodos electorales, apelando a las miserias de cada cual, a sus debilidades y vulnerabilidades psicológicas. No es difícil despertar la fiera que cada uno alimenta cuando se evoca sus pérdidas, reales o imaginadas: privaciones, rechazos, odios y rencores. El miedo y la incertidumbre, en épocas de mudanzas, son útiles básicos para los ingenieros del caos (Da Empoli) que consiguen imponer la división nosotros/ellos como central.
Sancionar y educar son prácticas necesarias, pero insuficientes. Acoger eso extranjero que a cada uno nos inquieta requiere algo más que multas y buenas palabras. Hace falta poner el cuerpo, encontrar al otro real y compartir con él las dificultades, que nos igualan más que nos separan. Con jóvenes son oportunos los quehaceres colectivos, encuentros que combinan aprender y servir, dar y recibir. Jóvenes, inmigrantes y autóctonos, que ayudan en la acogida de una guardería, cuidando a los niños que ellos mismos fueron, en su caso descuidados. Adolescentes digitalizados que ponen en orden el archivo de una ONG o voluntarios mestizos de un Banco de Sangre. Respirar con el otro vuelve familiar lo extraño de cada uno y renueva el aire que necesitamos para convivir juntos.
1 comentari
Completamente de acuerdo.
Pero, ¿porque nadie señala que Vinicius, ademas de ser un gran jugador, es un maleducado con el publico y los otros jugadores? Da igual el color de su piel, es un nuevo Sergio Ramos (este blanco, pero igualmente desconsiderado con todo el mundo). Vinicius hubiese recibido insultos aunque fuese un rubio de piel clara cosaco, croata o de Murcia. No se le insulta por negro, se le insulta (y me parece fatal y no lo justifico) porque es un deportista sin ética (también me parece fatal).