“¡Viva Barcelona, viva la libertad de la mujer y viva las fiestas de la Mercè!”, así ha cerrado la escritora Najat el Hachmi el pregón que da el pistoletazo de salida de la Fiesta Mayor de la ciudad. La libertad de la mujer ha sido uno de los elementos principales de su discurso en el que también ha hecho un canto a la vida, la alegría y la fraternidad.
“Necesitamos rituales para mantener la alegría. Las fiestas son tan importantes como las cosas más serias de la vida”, ha dicho antes de citar al filósofo Erich Fromm y su convicción de que debemos alegrarnos por estar vivos. Esta alegría que ha reivindicado El Hachmi debe convivir, como ha recordado, con que “miles de personas de piel oscura se ahogan en el mar que tenemos aquí y no salen en los telediarios”. Para ella, Barcelona representaba “El Dorado de la independencia y de la libertad” y era la ciudad donde quería vivir. Nacida en Beni Sidel, vivió ocho años “en un lugar remoto, en una cultura que los antropólogos llamarían primitiva”. Primero fue a vivir a Vic y después a Granollers hasta que se instaló en Barcelona, una ciudad que le habían dicho que era inhóspita. Ella le ve defectos y virtudes. Debe vencer las actitudes racistas: “Debemos acercarnos a las personas una a una independientemente de la melanina”. Y señala que “los demás somos nosotros”.
Tras la crítica al racismo aún por derrotar por completo, El Hachmi ha repasado las voces que le fueron descubriendo Barcelona: Josep Pla, la Colometa de Mercè Rodoreda, Andrea de Carme Laforet, Joan Salvat-Papasseit, Gabriel García Márquez, Montserrat Roig o Maruja Torres. Ha afirmado que “la ciudad es mucho más de lo que se ve a simple vista” y que “su banda sonora es un mar de lenguas”. Ha reconocido su emoción cuando poca antes del pregón escuchó a dos personas hablando su primera lengua materna, el amazigh.
El Hachmi tuvo que elegir entre la libertad y la pertenencia, una elección que lamenta que todavía tienen que hacer muchas chicas con orígenes o padres marroquíes. Lo que sufren estas chicas, algunas de las cuales, según ha dicho, son enviadas a Marruecos o a Pakistán para casarlas con primos que no conocen para que éstos obtengan los papeles para venir a nuestro país, le indigna. “Siento una rabia que me impulsa hacia las mesas redondas o a llenar los papeles en blanco”, ha dicho. Ha hablado de las chicas musulmanas que lo primero que hacen cuando llegan a Barcelona se quitarse el velo y constatar que no pasa nada, y ha cargado contra los predicadores misóginos que pretenden someter a las mujeres. Ha recurrido a la abogada iraní Nasri Sotoudeh para decir que no se puede dejar que estos predicadores determinen cómo deben vestir a las mujeres o toquen “un milímetro de nuestra libertad”.
Y ha reclamado una mayor implicación de los barceloneses y barcelonesas: “¿Queremos que Barcelona sea una ciudad hospitalaria y acogedora? Pues, seámoslo todos”. Pidió que se rechace la prostitución. “La explotación sexual no es un trabajo es una pesadilla, es esclavitud en cualquier ciudad que se tenga por libre y democrática”.
Además del racismo y el machismo también ha denunciado el “comunitarismo”, el recurso al grupo, al pueblo, a la comunidad de creyentes, como método para combatir la soledad, el aislamiento. A su vez, ha criticado el hiperindividualismo. La respuesta “a los cantos de sirena del comunitarismo” debe ser, para ella, “la fraternidad, huir de las tribus, no volver al ‘nosotros contra los demás’”.
Por último, ha lamentado que “para las personas mayores, ésta no es una ciudad de libertades”. “Me choca que les hablemos de tu y los aparquemos en residencias”, ha dicho y ha reivindicado un trato más respetuoso y humano hacia las personas de edad avanzada. Y ha cerrado el pregón con otro detalle feminista: “Es más interesante lo que me cuentan las mujeres que lo que me cuentan los hombres”.
Lo habían precedido en el uso de la palabra dos hombres: los alcaldes de Barcelona, Jaume Collboni, y de Kiiv, ciudad invitada en las fiestas de la Mercè, Vitali Klichkó. Collboni, en su primera Mercè como alcalde, ha mostrado su solidaridad con las personas afectadas por la guerra de Ucrania, el terremoto de Marruecos, las inundaciones en Libia o la crisis migratoria en Lampedusa. También ha recordado a la cooperante Emma Igual, asesinada en Ucrania, el quincuagésimo aniversario del golpe de Estado en Chile y a dos personas que nos han dejado este año: el dibujante Francisco Ibáñez y el empresario y mecenas Antoni Vila Casas. Y ha tenido un último recuerdo amable antes de dar paso al toque de inicio de las fiestas: La acción de dos agentes de la Guardia Urbana que hace unos días ayudaron al parto de una mujer, en un portal de las calles de Barcelona. La nueva barcelonesa se llama Gaia.
Crónica fotográfica del pregón de las Fiestas de la Mercè | Pol Rius
