Hablar tiene sus riesgos: puedes decir más de lo que quieres o no saber lo que estás diciendo. El lenguaje de los humanos, seres hablantes por definición, no es equiparable y, por  tanto no delegable al del chat GTP4, ese que parece que pronto hablará por todos y todas. A diferencia de la IA, los humanos inventamos cosas que no estaban en nuestro archivo y aunque -como les ocurre a los chatbots conversacionales- no puedan comprenderlas de entrada, sí tienen explicación y podemos, incluso, ir a ver a un psicoanalista para tratar de saber algo más de ellas.

Una activista feminista y secretaria de estado se lamenta de que buena parte de las mujeres españolas prefieran la penetración antes que la autoestimulación. Pero se le escapa una palabra sorprendente: “autopenetración”. Parecería un error, pero también podemos leer ese lapsus como un intento inconsciente de encontrar una fórmula que dé satisfacción a ambos deseos. GTP4 no habría podido mejorarlo.

El líder de la oposición, apremiado por su responsabilidad de alcanzar el poder y con deseo de contentar a todos sus posibles votantes, desafía la lógica inclusiva con su “Todos los españoles somos catalanes con independencia de donde vivamos”.  Tampoco la IA hubiera imaginado esa opción.

Una ex vicepresidenta de derechas -y sospechosa de corrupción- dispuesta a “saquear el país hacía adelante” y un portavoz parlamentario nacionalista ‘celebra’ su ”transparencia cero con la corrupción”.

El presidente del gobierno, en su afán regeneracionista, no dudó en prometer “reforzar las puertas giratorias”, mecanismo habitual de los favores políticos, como generoso destino de los políticos caídos. El lapsus muestra cómo lo que se saca por la puerta entra por la ventana en un retorno de lo reprimido.

Hablar incluye la sorpresa a veces alegre y otras inquietante porque es siempre una manera singular de rodear algo que no se puede decir del todo, lo que los psicoanalistas llamamos lo real. Y no solo ocurre por ignorancia, vergüenza o afán de secretismo (que también), sino porque eso que llamamos la verdad siempre nos recordaba el psicoanalista Jacques Lacan se mediodice. Las teorías conspiranoicas eran falsas, pero decían la verdad del desamparo de aquellos que necesitaban un sentido en medio de la crisis, aunque fuera una fake. Todo mediodicho incluye una parte de verdad: la que no se puede decir y queda comprometida en el lapsus. Del valor de éstos hablaremos en las próximas Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis que tendrán lugar en Madrid los días 2 y 3 de diciembre.

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