The Old Oak es el nombre del último pub que queda en una población inglesa de gente obrera que se reúne para tomar una cerveza y hablar del mundo. Vínculos de amistad que se crean y se mantienen a lo largo del tiempo. Personas que han visto cómo su sistema de vida ha ido cambiando, que han sufrido todo tipo de crisis y siempre han formado parte de los perdedores. Y, para echar más leña al fuego, de repente aparece un grupo de refugiados sirios. Y ya se sabe qué suele ocurrir cuando alguien puede convertirse en cabeza de turco.
Microracismos y macroracismos, pero siempre hay gente que sabe leer el mundo a favor de los demás y el propietario del pub, TJ Ballantyne, entiende que es necesaria una mirada exigente hacia el poder, hacia quien está sobre nosotros y nos marca la vida, pero también que conviene una mirada solidaria hacia los lados, hacia aquellas personas que llevamos de la mano.
He leído que es la última película del grandísimo Ken Loach acompañado de su guionista de siempre, Paul Laverty. Un regalo por su compromiso, por su sencillez narrativa al presentar la complejidad de unas sociedades que van cambiando y dejando a gente abandonada en su tránsito quién sabe hacia dónde.
Percibes que la solidaridad es la respuesta más contundente hacia quienes mueven los hilos del poder sin reposo
Un guión brillante, lleno de grandes momentos que hacen que tengas que contener las emociones hasta el estallido final, el más trágico y personal, y el festivo, la celebración comunitaria donde percibes que la solidaridad es la respuesta más contundente hacia quienes mueven los hilos del poder sin reposo.
Pocos como Loach para elegir a actores que representen a este tipo de personas, a las que quieres ya desde la primera imagen. Observad el trabajo del actor Dave Turner. Te lo crees sin dudar, transmite verdad en cada palabra, en cada mirada, en cada gesto.
Otra gran película que reconforta en estos tiempos de trumpismo descarado y descarnado, de guerras donde bombardear un hospital y una escuela se puede hacer sin disfraces de ningún tipo, donde las elecciones para elegir liderazgos son malas o peores ―ver el caso de Argentina―, donde se confunde tecnología con poder tecnocrático… pero todavía quedan TJ Ballantynes y Yares, la chica que viene de Siria y que quiere fotografiar la realidad y la verdad de una sociedad que quiere parecer nueva de tan vieja.
No os la perdáis.