¿De qué parte de Mali eres?
Nací en un pueblo cerca de Kayes, que es la segunda ciudad más importante del país, después de la capital, Bamako. Donde yo vivía es una zona tranquila. Allí crecí con mis hermanos y hermanas. Soy el pequeño de siete. Mi madre trabajaba, y todavía trabaja, como vendedora ambulante de rosquillas y mi padre era jardinero.
¿Cómo era vivir en una familia tan grande?
Bueno, en realidad, normalmente éramos más personas. Mi padre tenía dos mujeres: mi madre, con siete hijos, y otra esposa, con siete hijos más. Vivíamos todos en la misma casa. En total, éramos como 14 hermanos, pero a medida que fuimos creciendo, algunos se fueron para ganarse la vida y otros se quedaron.
A mí siempre me ha gustado estar en casa. Siempre. No me gusta mucho salir. Pasaba mucho de tiempo con mi madre vendiendo rosquillas. Íbamos de pueblo en pueblo para que la gente las comprara y yo lo ayudaba.
¿El hecho de que haya otra mujer en casa, cómo se vive?
Se vive con naturalidad; de hecho, era como una segunda madre. Yo me sentía muy bien en casa. También iba a la escuela y, al acabar, trabajaba con mi padre en un jardín que él tenía. Desde pequeño, estaba acostumbrado a estudiar y trabajar.
Sabes que trabajar desde tan pequeño, no está muy visto en muchos lugares…
Bueno, cada lugar es diferente. Te acostumbras, vas creciendo, estudiando y trabajando, y para ti es natural hacerlo así.
¿Cómo fue tu adolescencia?
Había una parte buena y una parte triste. Normalmente, tenía que estudiar, pero a veces, como había tantas personas en mi familia, ya sabes, a veces uno se tiene que sacrificar para ayudar a la familia. A veces estudiaba, y a veces no. Llegué a la secundaria, pero lo tuve que dejar y me fui.
¿Por qué tomaste la decisión de salir de Mali?
Me fui de Mali porque quería buscar una vida mejor para ayudar a mis hermanos y, sobre todo, a mi madre, porque a pesar de que somos muchos hermanos, cada uno es diferente. Mi idea era llegar a Europa. Había visto a paisanos míos que habían venido antes de que yo y que, cuando volvían a mi tierra, traían un montón de cosas. Y claro, yo también quería eso. Así que decidí dejar de estudiar y ver cómo podía mejorar la vida.
¿No pensabas que estudiando mejoraría la vida?
Es que, allí, aunque estudies mucho, el salario es bajo y no te ganas bien la vida. Me habían hablado muy bien de Europa, y quise probar cómo me iría a mí también.
¿Cuántos años tenías cuando te fuiste de Mali?
Yo diría que 14, o quizás 15. Es que allí los años, el tiempo que pasa, no se mira tanto. Vas haciendo. La vida consiste en sobrevivir, y no se piensa tanto en cuántos años tienes. No hay tantas reglas para saber la edad ni para ir a registrar el día del nacimiento.
Hay gente que no aguanta y que muere por el camino, y el conductor no para
El viaje fue muy duro. Mi objetivo era llegar a Europa. Tuve que pasar por Burkina Faso, Níger, Libia, Argelia, Marruecos y, finalmente, España. Salí con mi hermano Salé. Era la primera vez que salíamos de Mali. Primero, fuimos en autobús hasta Burkina Faso. Allí estuvimos dos o tres días. Después, atravesamos el desierto de Níger en Libia. La experiencia fue durísima. Nos juntamos un grupo para hacer el viaje y nos pusieron a todo el mundo en una furgoneta. Parecíamos productos. Todos amontonados. Hay gente que no aguanta y que muere por el camino, y el conductor no para.
¿Imaginabas que el recorrido era así de duro?
Eso no lo sabíamos porque, a veces, aunque vemos o sabemos cosas, no las sabemos realmente hasta que estamos allí y las vivimos, pero una vez estás viviéndolo, tienes que aguantar y ver qué tal. La gente lo explicaba de otro modo, no nos advirtieron de eso.
¿Y te dijeron que en Europa se vivía muy bien?
Sí, claro. Era la idea.
Estabas en aquella furgoneta llena de gente de Níger en Libia…
A veces no podíamos ni respirar. Teníamos agua, pero a veces el agua se acababa, y estuvimos así dos semanas atravesando el desierto del Sáhara. No había nada, solo arena. Y una furgoneta llena de gente. Hicimos alguna parada en la que subía y bajaba gente, y los que bajaban desmayados, veías que ya habían perdido las fuerzas.
¿Viste a alguien muriendo?
Yo no vi a nadie muriendo a mi lado, pero había gente que no podía continuar el viaje.
¿Y cuánto se paga por un viaje así?
Yo diría que, más o menos, unos 200 euros, que podrían ser los ahorros de todo un año. Yo tengo un hermano, mi hermano mayor, Kali, que vive aquí en Barcelona, y que nos envió dinero para que viniésemos cuando pudiésemos, porque los hermanos nos ayudamos mutuamente.
¿Y como fue la llegada en Libia? Porque es un país complicado…
Allá se trata muy mal a la gente, ¿sabes? Casi no hay derechos. Hay policía que es como racista. Si estás trabajando y no te pagan, no puedes reclamar porque si reclamas te pegan o te llevan en la prisión.
¿Quién te pega? ¿El empresario?
El empresario o la persona que te contrata. Yo trabajaba como obrero para intentar conseguir dinero y después intentar pasar al país siguiente. Sobre todo, trabajaba en la construcción de edificios y en la limpieza de casas.
En Libia intenté varias veces venir en barco, o sea, en patera, a Europa, pero no tuve suerte. A veces la barca estaba en malas condiciones, o se rompía un motor o se partía y teníamos que volver, o el mar no nos dejaba avanzar y teníamos que volver a intentarlo otro día. Yo nado un poco, pero había gente que no sabía nadar.
¿En algún momento pensaste que hubiera sido mejor quedarse en Mali?
Sí, claro, pero a veces ya es tarde, porque tú empiezas una aventura y entonces tienes que aguantar. Hay personas que han aguantado y lo han conseguido, y tú no quieres volver y que te digan que por qué te has ido si tenías que volver de este modo.
¿Crees que si regresas sin conseguirlo pensarán que es como un fracaso?
Sí. Si alguien vuelve porque no le ha salido bien, se dice que no ha aguantado bastante, que no es bastante fuerte. Yo me considero una persona luchadora, y pensaba que si alguien más lo había hecho, también podía ser mi caso, pero todo el viaje fue difícil y duro. Fue dificilísimo intentar salir diferentes veces de Libia, no conseguirlo y perder el dinero. Pero, al final, no me puedo quejar.
En Libia intenté varias veces llegar en patera a Europa, pero no tuve suerte
Cuando estábamos en Libia mi hermano y yo, él quería que yo llegara primero a Europa, pero después de intentarlo yo varias veces y fracasar, pensé que era el momento de que él probara suerte. Y así fue. La primera vez funcionó. La patera se fue y yo me quedé solo, hasta que mi suerte cambió.
¿Cómo supiste que tu hermano había llegado bien? ¿Teníais móvil?
Sí. Pasé unas dos semanas muy preocupado, hasta que pudo llamarme y me dijo que había llegado a Italia, donde estuvo un tiempo. Ahora está en Alemania y está en proceso de que se le reconozca como refugiado. A veces, estamos un tiempo sin decirnos nada, pero nos comunicamos a menudo.
Cuando él llegó a Italia, yo continuaba en Libia. Quería ganar más dinero para intentar ir a Marruecos y, desde allí, llegar en patera a España. De Libia fui a Argelia y de Argelia a Marruecos. A Marruecos llegué a pie. Fue durísimo.
¿Cómo se organiza un viaje de este tipo?
Éramos un grupo de gente, cuando alguien se enteraba de que había la posibilidad de ir, en este caso a Marruecos, nos informaba al resto. Entonces, esperábamos el día y la hora que tocaba y salíamos. Había un guía que nos indicaba el camino. Fuimos por en medio del bosque, tuvimos que escalar rocas y escondernos de la policía por la montaña. Fueron dos o tres días de camino y éramos unas 30 o 35 personas.
¿Qué fue más insoportable, atravesar el desierto del Sáhara en una furgoneta llena de gente, la falta de derechos en Argelia o llegar a Marruecos después de tanto de tiempo y de tener que esconderse de la policía?
Yo creo que lo más insoportable fueron esos días en la montaña porque, si te coge la policía, te saca y te deja tirado en otro lugar, y tienes que buscarte transporte. Es una policía corrupta que busca esa manera de ganarse la vida. No solo en Marruecos, también en más países.
Fuimos por en medio del bosque, tuvimos que escalar rocas y escondernos de la policía por la montaña
Al final llegué al Marruecos, a la ciudad de Nador, desde donde tenía que esperar a que saliera una oportunidad de venir en patera. En Libia lo intenté cuatro o cinco o seis veces, pero todavía no había llegado mi momento.
Hay personas que arriesgan la vida en patera y no llegan a Europa. La mayoría no saben ni nadar. Del Mediterráneo se llama que es el cementerio más grande…
… del mundo. Sí. Yo tuve suerte y llegué. Recuerdo que éramos 56 personas, había chalecos salvavidas para la mayoría. Yo tenía uno. Tenía la esperanza de llegar, ¿sabes? Porque creo que en la vida se tiene que seguir luchando, no sabemos qué pasará, pero si se nos mete algo en el corazón y hacemos todo lo posible para conseguirlo, puede salir bien. Claro, si sale, bien, mejor; y si no sale bien, ya está, se ha acabado la historia. Yo solo quería tener una vida mejor y ayudar a la familia en Mali.
Estuvimos unas siete u ocho horas para ir de Nador a Almería, pero el viaje depende de muchas cosas, algunas veces hay gente que se pasa dos o tres días en el mar. Depende de cada barca. Y hay barcas que se pierden y no se encuentran nunca.
Cuando estabas en Mali, ¿tenías esta información?
Te lo explican de otra manera, que el camino es fácil, que tú pagas el dinero y ya está. Pero no es así. A veces, tú pagas el dinero y lo pierdes todo. Es horrible. Yo mantuve la esperanza también porque cuando se me mete una cosa en la cabeza, insisto e insisto, cueste lo que cueste. Y llegué.
¿Cómo fue el desembarco en la costa española?
Primero, nos vio el helicóptero, que ya sabe que estamos en peligro y avisa a Salvamento Marítimo. Había bebés en la patera y los enseñaban, los levantábamos para que los vieran y actuaran rápidamente y con urgencia. Después, vinieron los de salvamento a rescatarnos. Nos hablaban en español. Yo no entendía nada entonces, porque en Mali se habla francés, pero había gente en la patera que sabía español y nos traducía. Nos decían que ya habíamos llegado.
Cuando vi el barco de salvamento sentí mucha alegría, porque nos salvaron la vida. Ellos ya saben cómo es el mar, no hay un árbol, no hay una costa. Yo tenía un poco de comida y agua, pero no podemos llevar mucho peso porque es peligroso porque si hay mucho peso la barca se puede hundir en el mar. Nos rescataron a las 56 personas y nos atendieron. Después de todo lo que había vivido, era un momento de felicidad.
Cuando vi el barco de salvamento sentí mucha alegría, porque nos salvaron la vida
Una vez en la costa, en Almería, nos hicieron entrevistas, nos preguntaron de donde éramos, la edad… Había una asociación, CEPAIM (Consorcio de Entidades para la Acción Integral con Migrantes), que nos esperaba en la playa y que cuidó de nosotros. Nos explicaron qué teníamos que hacer, nos preguntaron si alguien quería ir a otro lugar. Yo dije que me quería quedar en España y estuve un tiempo con ellos, pero cuando dije que quería ir a Barcelona porque tenía un hermano, me ayudaron y me trasladaron, porque la entidad también estaba en Barcelona.
¿Te sentiste bien tratado por el equipo de salvamento y por el equipo humanitario? No siempre hay una buena acogida…
En todas partes hay gente buena y gente mala. Recuerdo a una chica, una asistente, que se llamaba Isabel, que era muy amable. A mí me gusta tratar bien a la gente y respetar la cultura de cada persona. Me gusta tratar a la gente como me gustaría que me trataran a mí. He tenido muchas dificultades por el camino, pero siempre he tenido la suerte de encontrarme con buena gente. Creo que para ser feliz es muy importante respetar a todo el mundo, y que para ser feliz es muy importante no juzgar a nadie.
Hay mucha gente que juzga…
Sí, yo creo que he hecho las cosas con buen corazón. Me ha ido bien y he conocido a buena gente. No he deseado nunca mal a nadie, porque si somos un poco diferentes nos tenemos que respetar los unos a los otros. Yo te respeto y tú me respetas. Si hago algo que no te gusta, no lo vuelvo a hacer. Nadie es perfecto, pero podemos convivir.
¿Te gustó Barcelona?
Sí, claro. Primero, viví en Santa Perpètua de Mogoda, después en Sant Boi y ahora en el barrio del Carmel de Barcelona. Cuando llegué, viví con mi hermano en Santa Perpètua de Mogoda. Mi hermano conocía a una señora española, que también vivía en Santa Perpetua, a quien le habló de mí. Le tenía confianza porque ella le daba ropa y alimentos mientras él trabajaba en la chatarra. Era muy buena persona y me acogió muy bien, era como una segunda madre aquí. Había viajado a África, tenía mucha sensibilidad y le gustaba ayudar a los refugiados. Ella y su marido nos ayudaron mucho.
¿Qué necesitabas para pedir la condición de refugiado?
Hice muchas entrevistas. Me pidieron si tenía alguna foto de la infancia y de mi historia. Había llevado algunas, pero no llevaba ninguna documentación, ni pasaporte ni nada, pero desde que llegué a Almería, me dieron un número de identidad de extranjero, el NIE.
¿Cuántos años tenías cuando llegaste a Almería?
Ya había cumplido los 18. Ya era mayor de edad. Y con el NIE, las fotos y que mi hermano mayor vivía en Barcelona y tiene permiso de residencia, se puso todo el proceso en marcha.
La señora de Santa Perpetua me puso en contacto con CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado). CEAR para mí lo es todo porque estoy donde estoy gracias a CEAR. A partir de iniciar el proceso de protección internacional, tienes que esperar y tener paciencia. Ahora tengo 24 años y hace dos meses que me llegó la resolución positiva.
Digo que CEAR lo es todo porque, junto con otras asociaciones, me facilitaron un piso compartido y se ocuparon de mí en un momento difícil. También he hecho clases de idiomas, tanto en el curso como con la señora, porque me invitaba a su casa y me daba clases.
Para ser feliz es muy importante no juzgar nadie
Cuando inicié los trámites de protección internacional y durante unos meses es cuando estoy con CEAR. Se te facilita un piso y la comida, además de cursos, transporte público y 50 euros en el mes. Cuando empiezas a trabajar, ya no tienes esa ayuda, porque hay más personas que la necesitan, y tiene que ser así. Y hace poco se ha resuelto mi caso positivamente.
¿Era lo que esperabas de Europa?
Un poco, sí, pero no todo el mundo tiene la misma suerte. También hay gente que ha venido y está recibiendo ayuda de las asociaciones porque necesita un alojamiento y que pasa por el mismo proceso, depende de cada caso.
¿Qué has estudiado?
Sobre todo castellano y también catalán, pero lo practico menos. Como sabía francés, me ha ayudado un poco porque son parecidos. También hablo kassonke, que es mi lengua materna, bambara, que es la segunda lengua más hablada en Mali, y un poco de inglés, nivel básico. Ahora no estoy estudiando idiomas, practico en el día a día.
Todavía estoy en contacto con CEAR porque estoy colaborando con ellos. Hago una aportación de 10 euros al mes porque, igual que ellos me ayudaron a mí, yo también puedo colaborar para que otras personas consigan lo que quieren luchando. Tienen derecho a tener una oportunidad.
¿Qué otros cursos has hecho?
Desde el principio, he intentado trabajar y estudiar. Siempre he trabajado en la hostelería. Con el NIE tenía permiso de trabajo, y me dediqué más a la restauración. Desde CEAR, me ayudaron a buscar un curso de cocina. Después, yo busqué algún trabajo, desde el curso también me dieron la posibilidad de trabajar, y personas que conocía también me ayudaron. Estuve, por ejemplo, en el restaurante Mescladís, que tienen un programa sociolaboral para personas con dificultades. Es un proyecto muy bueno, la gente va aprendiendo y va practicando hasta que consigue trabajo.
¿Habías hecho antes algo relacionado con gastronomía?
No, nunca. Por los países por donde pasé solo había estado en la construcción y en la limpieza. Me gusta la restauración. Ahora soy ayudante de cocina y trabajo en un restaurante de la Barceloneta desde hace un año. Me gusta cocinar, sobre todo arroces, pero prefiero cocinar en casa, con la calma, sin la presión de algunos jefes mandando. En casa me siento más relajado.
¿Este trabajo te permite ganarte la vida?
Sí. Llegó un momento en el que tenía que irme del piso de CEAR, que estaba en Sant Boi de Llobregat. Ya hace tiempo que no tengo alojamiento con ellos. Una vez tienes un trabajo, ya no tienes la ayuda temporal que te daban, que es como creo que tiene que ser, para dar la oportunidad a otra persona.
Estuve cuidando a la madre de la señora de Santa Perpetua, porque la familia me tiene confianza, y estuve viviendo con ella en el Carmel. Ahora la señora está en una residencia de personas mayores, y yo continúo en la casa, pagando un alquiler. Cómo te decía, me gusta Barcelona, vivo en un lugar tranquilo y cerca de la montaña.
Cuando se te reconoció el refugio, ¿cómo te sentiste? Porque pasaron casi cinco años entre que lo pediste y llegó la resolución positiva…
Sí, han pasado años… Madre mía, hay personas que en un año, ya lo tienen. Yo esperaba con paciencia que llegara. Ahora me siento más relajado. Siempre he tenido suerte y me he encontrado con buena gente. En las entrevistas, cuando me preguntaban por qué quería estar aquí, siempre decía que quería una vida mejor.
En las entrevistas, cuando me preguntaban por qué quería estar aquí, siempre decía que quería una vida mejor
¿Huías de la pobreza y el hambre?
Sí, es muy duro no poder ayudar a tu madre, a tus hermanos…
¿Y de la guerra?
No tenía tanto peligro, porque mi zona ahora está tranquila, pero Mali es un país en conflicto armado. No lo he conocido muy de cerca porque Mali es grande, y en mi ciudad no ha llegado tanto el conflicto.
De estos cinco años en Cataluña, ¿qué es lo que recuerdas con más afecto?
Hay gente que me aprecia, he conocido a mucha gente y casi no me falta de nada, porque yo también me he comportado bien. Mi vida aquí es totalmente diferente a la de Mali. La resolución ha tardado un poco, pero todo llega a su tiempo, y ahora ya está. Ya puedo respirar algo mejor.
¿Te piden a menudo la documentación?
No. Y si me la piden, no importa, porque yo no he hecho nada malo, tengo la documentación en orden y respeto mucho las normas. El siguiente paso es obtener la nacionalidad española, y en eso estoy.
¿Cómo están tus hermanos?
Kali continúa trabajando, en Vic y en Santa Perpetua, y Salé está en Alemania, donde también le está ayudando alguna asociación y está en proceso de obtener protección internacional. El resto está en Mali.
¿Tienes contacto con tu madre a menudo?
Sí, es la persona a quien más echo de menos. La añoro mucho, la verdad. Me gustaría mucho poder ir a visitarla el próximo año. Con el documento que tengo y un pasaporte, que lo estoy tramitando, podría intentar viajar a Mali. Ahora tengo un título de viaje que me sirve para el espacio Schengen, pero no para ir directamente a Mali.
Dices que a menudo hablas con tu madre. Cuando le dijiste que ya habías llegado a España y estabas con tu hermano Kali, ¿qué te dijo?
No dejaba de llorar. Tengo muchas ganas de verla. Han pasado muchos años, 10 años. Es mucho tiempo, pero intento centrarme en el hecho de que yo estoy bien y en que hablamos cada día por WhatsApp. Que venga ella es complicado, porque también sería sacarla de su ámbito, de lo que ella conoce, pero yo sí que quiero ir a verla.
En avión, claro.
Por supuesto.
Después de tu experiencia, ¿qué piensas que se tendría que decir a jóvenes de Mali y de muchos países africanos que, como tú, tenían el sueño de venir a Europa y se encontraron con un camino muy duro?
Yo les diría que, antes de tomar el camino, se lo tienen que pensar muy bien. No todo lo que se dice ni todo lo que sale en las redes sociales es real, sino que está lleno de espectáculo. Entonces, si tomas esta decisión, te tienes que esperar todo tipo de dificultades; por eso, se tiene que meditar mucho e informarse muy bien.
También decías que muchas personas suben a una patera y desaparecen en el mar. La gente, ¿es consciente cuando da ese paso?
Bueno, a veces somos conscientes, pero a veces la vida te lleva por estos caminos. Mucha gente dice “a pesar de que ya lo sabemos, si no vienes en barco, la muerte puede esperarte en cualquier otro lugar”. Y, por eso, lo hacemos. Por eso, a veces, da igual. Si sabemos que hay gente que lo ha conseguido, lo intentamos. Cada cual tiene que hacer lo que considere.
Si se pudiera venir por una vía segura, ¿quién intentaría tomar este camino tan peligroso?
Ojalá pudiera venir todo el mundo en avión, pero esto es difícil, ¿sabes? Hay corrupción en Mali, no te dan el visado, eso es un problema… Si se pudiera venir por una vía segura, ¿quién intentaría tomar este camino tan peligroso?
¿Es difícil para una persona corriente de Mali encontrar la documentación para viajar a España en avión?
A veces es muy difícil. Te gastas el dinero y no consigues nada. Es lo que suele pasar. Por eso, la gente coge este camino tan difícil.
Haciendo un poco de balance, ¿cómo es pasar de vivir con una familia de 14 hermanos en Mali a vivir solo en Barcelona?
A mí me gusta mucho estar en casa. Echo de menos a la familia, sobre todo a mi madre, pero aquí he encontrado una estabilidad y una paz. Vivo solo y tranquilo.
¿Te gustaría continuar en el mundo de la restauración?
Quizás, sí, pero también pienso en la idea de trabajar en alguna tienda de alimentación, de cara al público, o de reponedor. No lo descarto y, a la vez, la cocina me encanta.
¿Cómo ves el futuro?
Yo creo que mejor. Continuaré siendo la misma persona con los mismos valores, tenga lo que tenga.


