Tengo un superpoder, soy maestrA

Llega el 8 de marzo y la sociedad, patriarcal, ejerciendo el paternalismo propio de quien sabe de su poder, autoriza que se visibilice el otro 50%, pero siempre asegurando que la fiesta no se alargue demasiado y que la resaca de empoderamiento, sororidad y éxito quede controlada al día siguiente. Un control que se ejerce desde múltiples espacios sociales de los que el mundo laboral es uno de los más importantes y transversales. Mi experiencia personal, siendo mujer, madre y maestra, me ha permitido vivirlo en primera persona. El mundo educativo, a pesar de ser un sector altamente feminizado, no ha logrado superar importantes desafíos en términos de estereotipos vinculados al género y condiciones laborales. En Cataluña, al igual que en la mayor parte del mundo, las mujeres representan una mayoría amplia del colectivo docente. En 2023, las mujeres representaban el 77% de la población docente (datos extraídos del Departamento de Educación, Generalitat de Catalunya), frente al 23% de hombres. Datos que aún se distancian más si ponemos el foco en las primeras etapas educativas, donde la presencia de hombres es prácticamente testimonial, convirtiéndose en seres adorados y venerados en la mayoría de los claustros. Es sobradamente conocido que los estereotipos de género influyen en la elección de la profesión docente (Ingersoll, RM, 2003) y la estrecha vinculación que históricamente ha tenido la docencia con las tareas de cuidados, la vocación y el altruismo, tal y como lo analizan Gaskell y Mullen (2006) en el libro Gender, Professionalism, and Teachers’ Work.

Condiciones laborales de una maestra

Ante esta realidad es inevitable que surjan algunas reflexiones en torno a la pérdida de prestigio social de la profesión docente y la falta de reconocimiento económico de una profesión mayoritariamente feminizada. ¿Es casual o la emancipación laboral de las mujeres solo puede llegar hasta el punto en que el patriarcado no se sienta amenazado? ¿Son los centros educativos estructuras reproductoras de un sistema que, lejos de reconocer y valorar las tareas de acompañamiento en el crecimiento de las personas, quiere perpetuar el vínculo de las mujeres a las tareas de cuidados, otorgándolas bajo reconocimiento y salario?

El mundo educativo, a pesar de ser un sector altamente feminizado, no ha logrado superar importantes desafíos en términos de estereotipos vinculados al género y condiciones laborales

Mujeres que, si además deciden ser madres, pasan a ocupar la consideración de superheroínas, puesto que el sistema, lejos de ofrecer opciones para favorecer la conciliación laboral y familiar, castiga la decisión de trabajar y querer cuidar de sus criaturas. Así es como los permisos de reducción de jornada por cuidado de un menor o de un familiar no solo penalizan económicamente en el momento en que se disfrutan, también lo hacen a largo plazo, hecho que afecta en el cómputo global de la cotización y la cuantía de la pensión de jubilación. Reducciones de jornada que, aunque reconocidas legalmente, no siempre son bien consideradas en los centros, donde conseguir un horario que favorezca el propio sentido del permiso, la conciliación familiar, muchas veces es una misión imposible. A todo esto, se le debe añadir que el Decreto de plantillas, implantado por el Departamento de Educación, atemoriza, curso tras curso, a todas las interinas, que ven peligrar su futuro laboral. Cuando llega el mes de mayo, no son pocas las maestras que, bajo camisetas anchas, se ven obligadas a invisibilizar uno de los momentos más felices de su vida; la sospecha de un posible embarazo puede ser motivo decisivo para que la dirección del centro decida prescindir de ellas el curso siguiente, o para no seleccionarlas en la entrevista. Y aunque las comparaciones son odiosas, es inevitable reflejarse en otros países europeos donde las políticas de igualdad y las licencias por maternidad han sido bien diseñadas y permiten una conciliación real. El ejemplo más claro lo encontramos en los países nórdicos con permisos como el de Noruega, de 392 días cobrando el 80% del sueldo o 322 días cobrando el 100% del sueldo, o mejor aún, el del gobierno sueco, con un permiso de 480 días (Eurostat, 2022). Desgraciadamente, como muy bien ha representado la brillante Aina Clotet, “Esto no es Suecia”.

Es necesario que los centros educativos se conviertan en oasis de igualdad

Hay luz al final del túnel, se llama coeducación

Pero todo superpoder comporta una gran responsabilidad y los 8 de marzo que nos han precedido han servido para que el esfuerzo de todas las mujeres que han actuado como agentes de cambio no haya caído en saco vacío. El liderazgo de cada una de las acciones y movilizaciones de los últimos años reivindicando planes de igualdad y espacios para trabajar por el bien común y la transformación social van dando su fruto. El Decreto 175/2022 es un primer paso para dar soporte legal al trabajo con perspectiva de género en los centros educativos. Normativiza la inclusión de la coeducación y la perspectiva de género desde el currículum con Coeduca’t como herramienta; desde la organización del centro con guías de autodiagnóstico y estilo lingüístico, delimitando el proyecto de convivencia, y con el plan de escuelas libres de violencias o el de derechos sexuales y reproductivos. Ahora bien, esto solo es un primer paso para iniciar el camino, ahora se necesitan recursos, reconocimiento de espacios donde los profesionales puedan desarrollar proyectos que tengan un impacto real, formar al profesorado para que se sienta seguro y tenga las herramientas necesarias y reconocer económicamente el esfuerzo que todo ello comporta. Es necesario que los centros educativos se conviertan en oasis de igualdad. Debemos garantizar verdaderos espacios de transformación social donde se rompan los estereotipos de género y donde se incluyan contenidos que desafíen los roles tradicionales y promuevan la igualdad desde las primeras etapas educativas.

Pese a los desafíos, existen razones para ser optimistas. Para que todos los días sean 8 de marzo, apoderémonos de todos los espacios formales y no formales, porque la educación es la clave para dotar a nuestros niños y adolescentes de herramientas que les permitan construir una sociedad más justa y equitativa.