¿Qué hacías antes de venir a España?
Yo tenía dos trabajos en Filipinas, uno como profesor universitario de antropología en mi ciudad natal, Cagayán de Oro, y el otro como periodista de artículos de opinión en el diario ‘Philippine Daily Inquirer’. Empecé a dar clases después de doctorarme, en 2005, y empecé a escribir hace más de 20 años, en 2001. Siempre he escrito sobre temas relacionados con la corrupción política, porque creo que es un problema muy arraigado en Filipinas. También he escrito sobre derechos humanos y sobre pueblos indígenas.
¿Podrías poner algún ejemplo concreto de la corrupción de la que hablas?
La corrupción en Filipinas es muy sistémica y muy profunda porque hay políticos que hacen uso personal del dinero del estado para hacerse ricos. Otro problema en Filipinas es que son unas pocas familias las que están siempre en el gobierno. Sí que es cierto que tenemos elecciones, digamos, libres, pero al final siempre se escoge a la misma familia. Eso es así porque durante las elecciones se compran votos, de forma que tú aceptas dinero del candidato para que votes por él. Es un problema muy serio porque Filipinas es un país muy pobre y, en medio de esta pobreza, la mayoría de las personas no votan porque crean en el candidato sino por el dinero. Escribía siempre sobre esto, y sobre los crímenes de Rodrigo Duterte desde el 2016.
¿Recibiste alguna amenaza por tus artículos?
Sí, tres veces. Las tres veces decían que me matarían. Dos veces escribí sobre uno de los hijos de Rodrigo Duterte, Paolo Duterte, y la ciudad donde viven, Davao. Rodrigo Duterte fue alcalde de Davao durante muchos años y, después de él, lo fue su hija Sara Duterte, mientras que el hijo fue vicealcalde. En Filipinas funciona así. El poder concentrado en una familia. Siempre se había rumoreado que el hijo tenía conexiones con las drogas, y escribí sobre ese tema. Después de eso, recibí amenazas de muerte.
La corrupción política es un problema muy arraigado en Filipinas
¿Cómo llegaron estas amenazas?
A través de la edición digital del diario. Los lectores pueden hacer sus comentarios y así me llegó la amenaza por primera vez. Yo continué escribiendo sobre el mismo tema, la conexión entre Paolo Duterte y las drogas, y me llegó una segunda amenaza. Pregunté si lo decían de verdad, si la amenaza era cierta, y me contestaron que iban en serio. La tercera vez fue en Facebook.
¿Qué decían los comentarios?
Que me harían tragar las drogas por la boca y que me matarían de un disparo en la cabeza. Había un comentario que decía que solo necesitaban una bala. “Una bala para matarte”, decían.
¿Te asustaste?
Sí, porque desde el 2016 hubo muchos asesinados bajo el régimen de Duterte, y me dijeron que me matarían, y mi ciudad está ubicada en la misma isla que Davao, en la isla de Mindanao.
¿Y los periodistas eran uno de los objetivos de estos asesinatos extrajudiciales?
Sí. Mataban a periodistas críticos con Duterte. Recuerdo que mataron a dos periodistas en Davao que eran muy críticos con Rodrigo Duterte cuando era alcalde de Davao. Así que estaba asustado, pero no quería dejar de escribir porque si lo hacía sería malo para Filipinas. Pensaba que necesitábamos escritores y periodistas más críticos.
Estaba asustado, pero no quería dejar de escribir
¿Pensabas que si dejabas de escribir, los otros ganaban?
Sí, también, y me dije “no quiero morir todavía”, así que estuve buscando la manera de salir del país. Al principio, no pensé en España, sino en Canadá, pero no funcionó. En mi familia tenemos raíces españolas porque mi abuelo paterno era de Castilla-La Mancha, y tengo parientes en Cuenca. Un día, en la universidad, una compañera de trabajo me dijo: “Tenemos un acuerdo con la embajada de España. La embajada necesita auxiliares de inglés”. Pero, claro, yo no soy profesor de inglés, y eso fue lo que le contesté, que no era para mí. Y ella me explicó que no era necesario ser profesor porque el programa necesitaba hablantes de inglés. Se trataba de un programa con fondos de la Unión Europea.
¿En qué universidad estabas?
Trabajaba en el departamento de Historia de Xavier University, que es una universidad privada y jesuita de Cagayán de Oro. Me pregunté a mí mismo qué podía hacer. Ella me explicó que, si me elegían, me asignarían una escuela pública y que el programa tenía una duración máxima de tres años. Entonces, en aquel momento, pensé que era una solución: “Tengo sangre española. Creo que, después de tres años, podré solicitar la nacionalidad española”. Esto podía suponer algún tipo de protección para mí, porque en Filipinas podemos pedir la doble nacionalidad.
Así, fui a la embajada española de Manila para hacer una entrevista. Y, finalmente, me aceptaron. Tenía que escoger tres zonas, y como mi abuelo era de Castilla-La Mancha, acepté Castilla-La Mancha, y me asignaron Toledo, donde estuve durante tres años como auxiliar de inglés y de donde guardo muy buenos recuerdos.
¿Qué incluía este programa?
Yo me tenía que pagar el billete de avión y tenía un sueldo con el que podía alquilar una habitación. Llegué a Toledo en septiembre de 2018. Yo tenía un permiso exclusivamente para trabajar en este programa de la Unión Europea. Tenía visado de estancia, no de residencia, pero no tenía permiso de trabajo, sino que era un visado de estudiante hasta 2021.
El problema vino una vez pasados estos tres años. Yo preparé todos los requisitos para poder pedir la nacionalidad española, pero no fue posible porque me dijeron que para obtener la nacionalidad tenía que tener visado de residencia, y el visado de estancia es diferente porque solo es temporal. Tenía que obtener el visado de residencia, y me dije: “Y, ahora, ¿qué hago? No puedo volver a Filipinas”.
Lo tenías muy claro.
Sí. Y, mientras estaba en España, me ofrecieron escribir para más publicaciones digitales y lo hice.
¿Eran medios de comunicación de Filipinas?
Sí. Para escribir sobre Duterte. Yo era muy crítico con los asesinatos y la corrupción que había bajo su mandato. Entonces, me dije: “¿Qué hago?”. No podía volver, no tenía trabajo, porque ya no tenía más trabajo.
Yo era muy crítico con los asesinatos y la corrupción
Después de tres años, había ganado un poco de dinero enseñando inglés en clases particulares de niños y de adultos, hasta que me llamaron de una asociación de periodistas, la NUJP (National Union of Journalists of Phillippines, Unión Nacional de Periodistas de Filipinas), que también tiene miembros en Europa, y me preguntaron por mi situación. Les expliqué que no podía volver, y ellos mismos me confirmaron que era muy peligroso para mí y, que, efectivamente, no podía volver. Realmente, estaba un poco perdido porque no sabía qué podía hacer, y me hablaron de una compañera filipina que vivía en Barcelona y que me podría ayudar, y así fue como llegué a Barcelona.
Estaríamos hablando de 2021…
Exacto. En Barcelona conocí Czarina Musni. Ya la conocía de Filipinas, pero no sabía que estaba aquí. Sus padres son abogados de derechos humanos y son muy amigos míos. Ella me facilitó una entrevista con una abogada de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado (CCAR) que me orientó sobre la petición de asilo político. Yo había pensado en pedir la nacionalidad española, no el asilo, porque, en principio, para pedir el asilo lo tienes que hacer mucho antes, cuando llegas a España. Le dije que era imposible en mi caso porque yo ya hacía tres años que había llegado. Yo desconocía que podía pedir el asilo, y ella me explicó que lo podíamos intentar, así que me ayudó, me entrevistó la policía y documentamos todas las amenazas de muerte. Estuve esperando durante nueve meses.
¿Dónde estuviste durante estos nueve meses?
En Barcelona. Al principio, me estuve mudando de casa en casa. Estaba con filipinos que había conocido aquí, que me podían dejar un lugar durante un tiempo. Yo no tenía trabajo, y una familia con la que estuve me comentó que había un hostal cerca de la plaza Real donde necesitaban a alguien para media jornada. Obtuve el puesto. Sin papeles y sin contrato. Pagaban muy poco, 300 euros en el mes, pero me dejaron una habitación y allá estuve unos meses. Después encontré otro trabajo en una iglesia del Raval. También era a media jornada, pero era mucho mejor.
¿Qué hacías en la iglesia?
Los preparativos de la Santa Misa. Yo iba a misa a la iglesia de Montalegre, fui conociendo a los sacerdotes y los expliqué mi situación. Ellos me dijeron que tenían trabajo y me ofrecieron trabajar con ellos en la sacristía. No tenía opción, y acepté. Ahora puedo alquilar una habitación. Es un buen trabajo porque los padres son muy buenos y se llevan muy bien conmigo. Saben que tengo asilo político y que recibí amenazas de muerte. Me dijeron que me ayudarían y pronto me proporcionarán una habitación gratuita en una casa.
¿Cuándo te concedieron el asilo?
En junio de 2023. Me sentí muy aliviado. Llamé a Czarina y ella me explicó qué tenía que hacer, que tenía que solicitar la tarjeta de residencia. Ahora he legalizado mi situación en España y tengo un contrato de trabajo. Además, hace poco un abogado me dijo que podía solicitar la nacionalidad porque hay una nueva ley para los nietos de españoles, así que tengo que iniciar este procedimiento.
¿España te ha garantizado la seguridad que te faltaba en Filipinas?
Y tanto. Yo creo que no puedo vivir en Filipinas. Después de Duterte, ahora tenemos como presidente a Ferdinand Marcos Jr, que es descendente del dictador Ferdinand Marcos (durante los años 1965 y 1986), y la vicepresidenta es la hija de Duterte, Sara Duterte, que tiene intención de llegar a la presidencia en las próximas elecciones de 2028. Y ella también está involucrada en los asesinatos extrajudiciales. Además, está abierta la investigación contra Duterte en el Tribunal Penal Internacional (TPI) por crímenes contra la humanidad.
¿Tienes familia en Filipinas?
Soy soltero. Tengo cinco hermanos, cuatro chicas y un chico, repartidos entre los Estados Unidos y Filipinas. Tengo una casa en Cagayán de Oro. Pago a una familia para que se haga cargo de la casa. A mí me gustaría visitar mi casa, no con el asilo, que podría ser peligroso, y ahora mi situación no me lo permitiría, pero pienso que, quizás, con el pasaporte español… Quizás.
Hace más de 20 años que escribes artículos de opinión en diferentes medios filipinos. ¿El periodismo crítico está en peligro en Filipinas? ¿Dónde queda el derecho a la información?
Por ejemplo, actualmente, escribo para dos publicaciones digitales que son muy críticas con el gobierno. Una se llama ‘Rappler’ y precisamente su editora es la periodista María Ressa, Premio Nobel de la Paz 2021. Ella también recibió muchas amenazas por parte del régimen de Duterte.
¿Hay pruebas suficientes para afirmarlo?
Sí. Duterte firmó muchos casos contra ella.
¿Y hay pruebas suficientes sobre el origen de los asesinatos?
Sí, hay testigos. Algunos de ellos tienen asilo político en Europa. La otra publicación en la que escribo es ‘Vera Files’, que también es muy combativa contra el gobierno filipino y contra la información falsa. Por todo esto, yo no estaría seguro allá y creo que sería asesinado.
María Ressa recibió amenazas, y tú también. ¿Estas amenazas iban firmadas?
Hay nombres, pero son nombres falsos.
Cuando ha habido asesinados de periodistas, ¿cuál suele ser la fórmula? ¿Amenazan primero en las redes?
Hay amenazas en las redes, y también hay denuncias en los juzgados por calumnias y difamación y se abren juicios contra periodistas. Hay políticos que llevan a periodistas ante los tribunales. En Filipinas es muy común, con el agravante de que también se pueden comprar magistrados.
¿Y qué informaciones salen en la prensa de cara a la opinión pública? ¿Las buenas obras del gobierno?
Desde la época de Duterte, controlan las redes sociales, que mayoritariamente hablan a favor de Duterte. Tienen trols que influencian a la opinión pública y siempre publican mensajes positivos del gobierno.
Si no hay bastante información y la que hay habla a favor del gobierno, es fácil que parte de la población crea que los políticos no lo hacen tan mal.
Sobre todo la población pobre. Ellos no tienen ordenadores, quizás algunos tienen móviles, pero no les llega la información contrastada y muchos de los problemas de corrupción. Por eso, durante la campaña electoral, es fácil comprar los votos. Prometen muchas cosas, que cambiarán sus vidas, que lo harán mejor… Pero es un problema, antes con Duterte y ahora con Marcos, hay violaciones de los derechos humanos y asesinatos. No es un lugar seguro. Por eso, me gustaría quedarme en España, porque es la única manera que tengo de servir a mi país.
Tienen trols que influencian la opinión pública y siempre publican mensajes positivos del gobierno
En un terreno más personal, ¿has conocido a tu familia en España?
Mi abuelo fue a Filipinas en 1891 porque trabajó para el gobierno español allá y se casó con mi abuela, que era mestiza. Era filipina-española. Y mi abuelo murió allá.
Durante cien años, ha habido cartas entre Filipinas y España y la familia de ambos países ha estado en contacto.
¿100 años de correspondencia?
Sí. Mi familia española conoce mi situación.
¿Y en estos 100 años ha habido algún viaje para conocerse?
He sido lo primero. He conocido a familia de Cuenca, Madrid y Valencia. Cada diciembre visito a parte de ella. Hay una revista filipina en inglés que se hace en Barcelona en la que expliqué parte de la historia.
Creo que aquí hay gente muy abierta para personas con situaciones como la mía. Ahora tengo trabajo, tengo un poco de dinero y tengo un techo.
No todas las personas ni todos los partidos son igual de abiertos… ¿Pero tu experiencia ha sido más bien positiva?
La diferencia es que en España hay elecciones libres, en Filipinas no.
¿De dónde viene este espíritu democrático? ¿Lo viste en casa de pequeño?
De mi infancia en Filipinas, recuerdo a mis padres. Eran muy buenos. Mi padre era abogado y aceptaba casos de personas pobres y de sacerdotes. Era interesante, porque era abogado y también dentista.
Crecí en una familia feliz. Yo era el pequeño de los seis hermanos. Fui a una escuela católica, mis padres eran católicos, iban a misa y nos enseñaron buenos valores. Ahora están muertos. Mi madre, que fue la última en morir de los dos y estuvo enferma durante 25 años por un cáncer, me pidió que no la abandonara, así que me quedé con ella hasta que murió. Fue después de que pensara en irme. Estados Unidos no me gusta para vivir, a pesar de que tengo hermanas en Nueva York, pero la vida en Nueva York es muy cara. Y Canadá no salió. Creo que España es para mí.
Ha sido un camino difícil.
En Barcelona, al principio fue muy difícil. No tenía dinero para comprar comida y hacía cola en la iglesia de San Agustín del Raval porque abría la cocina cada día. Mi vida en Filipinas no era pobre.
¿Cómo es pasar de dar clases de antropología en la universidad y tener una casa en propiedad a tener que buscar comida?
Es complicado, porque tienes que comer. Echo de menos mi casa y la universidad, pero aquí no puedo dar clases porque tendría que hacer un máster. Continúo escribiendo sobre la corrupción del gobierno, las matanzas de Duterte, la pobreza en Filipinas y los derechos humanos.
La clase política en Filipinas está controlada por familias
¿Ves posible a medio o largo plazo que mejore la situación en Filipinas?
Quizás. A través de unas buenas elecciones, pero veo difícil que ganen buenos candidatos. El último presidente no corrupto fue Benigno Aquino III (2010-16), hijo de Corazón Aquino (1986-92), pero incluso entonces, durante su presidencia, a veces yo escribía sobre su gobierno de forma negativa, porque creo que el periodismo tiene que tratar sobre cómo el gobierno afecta en la vida de las personas. Veo difícil tener un buen presidente en Filipinas después de Duterte. Las próximas elecciones generales son el 2028 y quizás gana la hija de Duterte. Es muy complicado cambiar a la clase política en Filipinas porque está controlada por familias.
Está también el problema de las drogas.
Todavía dura. Una gran parte de la Policía Nacional está involucrada en el tráfico de drogas. He escrito varios artículos sobre esto.
Cuando los estudiantes van a la universidad a estudiar ciencias políticas, ¿tienen inquietudes de cambiar el panorama?
Los únicos que ganan las elecciones son aquellos que tienen dinero e influencia. Si estás a la oposición y no eres corrupto ni rico, es muy difícil que ganes. Otro gran problema es la impunidad: si tú eres rico en Filipinas, evitas ser juzgado y castigado. No tenemos promedio. No tenemos democracia. Tenemos elecciones, pero son falsas.



1 comentari
Hola a todos, mi nombre es Lucy Maksimovic. Durante bastante tiempo, mi esposo estuvo viviendo en otro departamento debido a la presión laboral y éramos muy felices juntos a pesar de que él permaneció separado de nosotros durante algunos meses. No sabía que un colega del trabajo ya estaba teniendo una aventura con él, lo que hizo que mi esposo me presentara un divorcio de la nada. Sabía que algo andaba mal porque nunca tuvimos que pelear o discutir tanto para obligarlo a irse. Estaba traumatizado y busco ayuda para abordar la situación que me llevó a DR SUNNY debido a los elogios que la gente le dedicó en línea. Discutimos extensamente y él me contó todo lo que necesitaba saber sobre lo sucedido y el debido proceso para solucionar los problemas. Cumplió sus promesas y me devolvió a mi esposo y el proceso de divorcio fue cancelado. Ahora mi marido ha vuelto a casa con nosotros y somos felices juntos. Es realmente sorprendente cómo las personas pueden ayudar genuinamente a otras cuando lo necesitan. Él también puede ayudarte. Simplemente envíele un mensaje de texto a través de WhatsApp +2348082943805 o envíele un correo electrónico a través de: drsunnydsolution1@gmail.com