Un mediodía cualquiera entre semana. Sales de clase con hambre, te esperan para recogerte a la puerta del colegio y procuras no entretenerte demasiado con menudeces como explicar cómo fue tu mañana. Llegas a casa, ayudas a poner la mesa, te sientas y enciendes el televisor: empieza Dragon Ball Z. Tal vez, el capítulo que van a dar es la decimoquinta reposición de un momento de la “Saga de Freezer”, pero te da igual, lo vas a ver igualmente. Hay algo casi religioso en lo que estás haciendo: te congregas delante del aparato de ondas catódicas a la misma hora, ante los mismos personajes, y repites el gesto una y otra vez, esperando que en algún momento avance la trama pero, si no es el caso, no sufrirás por tener que volver a retomar el camino y fortalecer el recuerdo de capítulos previos.
Hay multitud de artistas influyentes a lo largo de la Historia, pero solo unas cuantas figuras condensan los afectos de una o varias generaciones. En este sentido, Akira Toriyama ha sido una figura clave por su aportación al acervo cultural de, cuando menos, la generación millennial (y, en menor medida, de la gen Z y posteriores).
A principios de los años 80, Toriyama comenzó a ganar notoriedad en el mundo del Manga con la publicación de Dr.Slump. La protagonista era Arale Norimaki, una androide con el aspecto de una niña de 13 años. El hecho de que en su entorno nadie supiera, inicialmente, que Arale era una androide, dió mucho juego, dado que el comportamiento de la niña era un tanto peculiar: excesivamente inocente, algo rígido, con una fuerza sobrehumana, pero poco sentido común y, en definitiva, una representación muy estereotipada de lo que esperábamos de un robot. Pero claro, de un robot que nadie sabía que lo era. Así, la sopa de ingredientes característicos de la ficción de Toriyama estaban servidos: malos entendidos, tramas absurdas (en el mejor sentido del término), juegos de palabras y otros elementos que daban un marcado carácter cómico a la ficción. Y sí, ya se vislumbraban también elementos de un humor verde que ha envejecido en general bastante mal, y ya no tanto por lo inadecuado de sus bromas (que en algún caso lo eran realmente, aunque no tanto como habitualmente se piensa), como por cierto sonrojo ante lo pueril de algunos de estos juegos de hilaridad. Sin embargo, Dr.Slump enganchaba, funcionaba muy bien, y comenzó a calar en el imaginario colectivo.
Por supuesto, si hay un punto de inflexión en la obra de Akira Toriyama este es, sin duda alguna, Dragon Ball. En sus inicios, cuando fue publicado su primer número a finales de 1984 (y el Anime a principios de 1986), esta ficción seguía claramente los pasos de Dr.Slump: más tramas absurdas, mismo hilo y tono cómico, pero ahora el protagonista era un niño. A decir verdad, un niño que tampoco nadie sabía (al principio) que no era terrícola y que había venido en una nave de un planeta que estaba colapsando (y no hablamos de Superman, pero casi).
No obstante, conforme fue evolucionando la serie de Dragon Ball, ésta fue ganando en autonomía y se fue distanciando más y más del tono de Dr.Slump. Al fin y al cabo, Goku, el protagonista, era ante todo un guerrero, estaba luchando cada día contra enemigos más y más fuertes, y la escala y dimensión de sus batallas era cada vez más grande y épica, dejando un espacio cada vez más reducido (aunque nunca inexistente) a lo cómico y, de paso sea dicho, dejando en segundo plano también, y de forma progresiva, la búsqueda de las bolas/esferas de dragón (que se suponía que era el leitmotiv, claro está).
En esta dirección hacia la severidad continuó Dragon Ball Z. Aquí el mundo estaba en juego casi en cada capítulo y, si se pudo conservar cierto carácter cómico, fue gracias a que, precisamente, Toriyama dio personalidades propicias para ello a sus personajes principales, especialmente con el protagonista por antonomasia: Goku. Su carácter un tanto ingenuo, aniñado y que, de alguna forma, parecía desacompasado con su fuerza y responsabilidad, brindaban algunos momentos hilarantes por contraste con la severa realidad, así como sucedía con la puntual aparición del antaño mucho más presente Maestro Roshi (Fullet Tortuga[1]).
Más tarde, el hijo predilecto de Toriyama, Dragon Ball, decidió proseguir en una aventura de la que éste no formó parte (Dragon Ball GT), y así él prefirió dar lugar a otras ficciones que, de alguna forma, recuperaban ese talante cómico pérdido, como por ejemplo sucedió en Sand Land[2].
Con el paso del tiempo, a la par que la figura de Toriyama se elevaba a los olimpos de la cultura pop, se comenzaba a cuestionar su figura por diversas razones: su presunta falta de talento como dibujante, poca creatividad en el diseño de sus personajes, bromas machistas o muy pasadas de moda e, incluso, polémicas por algunas entrevistas en las que el propio Akira Toriyama reconocía no acordarse, no ya de elementos de sus tramas, sino ¡incluso de algunos personajes!
A la vista de este último párrafo, uno podría pensar que entonces la impronta de Toriyama no puede haber sido tan grande o que, en cierto sentido, no era “real”. Pero el caso es que sí, muchas de las críticas que se le vertieron tenían bastante fundamento (y otras no tanto, ciertamente), pero Toriyama no marcó a varias generaciones por su calidad como dibujante o, ni siquiera, por la originalidad de sus personajes y tramas: lo hizo en la medida en la que consiguió dar con la tecla para colarse en casi todos los hogares de niños y preadolescentes que, año tras año, compraban sus tramas y le pedían más y más. No se buscaba la originalidad, se buscaba la continuidad. Tal vez como si de una adicción se tratara, porque tal vez así era, sí. Una adicción a la calidez y cercanía de su entretenimiento. D.E.P.
[1] Tanto la alusión en catalán del título como esta del Fullet Tortuga no es baladí: el aporte y la influencia del doblaje en catalán de Dragon Ball bien merecería un artículo aparte.
[2] Toriyama realmente nunca se desvinculó de Dragon Ball, pues siguió presente en películas y posteriormente en Dragon Ball Super, entre otros proyectos. No obstante, entiéndase que este artículo no pretende ser una lista exhaustiva de los trabajos y logros de Toriyama sino, más bien, un recorrido por su impronta cultural.


