1 de abril de 2024. Israel ataca el consulado de Irán en Damasco (Siria). Balance: 16 muertos, entre ellos un oficial de alto rango de la Guardia Revolucionaria iraní.

El ataque coloca a Irán ante un complejo dilema. No puede dejar pasar la afrenta sin perder credibilidad ante los suyos y en la zona, pero según el tipo de contestación que se dé, puede significar el inicio de una nueva etapa en un conflicto que, hasta el momento, se había mantenido en una suerte de guerra fría en Oriente Medio. Tal vez, incluso podría acabar iniciando la Tercera Guerra Mundial, si nadie consigue desescalar a tiempo. 

13 de abril de 2024. Irán contesta finalmente al ataque israelí con una acción con drones, misiles y cohetes que pretende ser una demostración de fuerza. A decir verdad, aunque el régimen de los ayatolás parece haber escalado el conflicto enormemente al atacar por primera vez de forma directa en suelo israelí, también es cierto que informan del ataque a Washington con horas de antelación. Más que hacer daño de forma efectiva y real, viene a ser un: “estamos aquí, tenemos muchos cohetes y misiles, y nos queda poca paciencia”. En este sentido, aunque es un ataque militar, en la contestación se intuye cierta diplomacia o, cuando menos, la consciencia de lo devastador que puede ser pasarse de frenada y llevar a término otro tipo de agresión.

19 de abril de 2024. A pesar de las insistencias de EEUU al gobierno de Netanyahu para que dé por finiquitado el roce con Irán, Israel decide atacar con drones instalaciones militares iraníes sin causar víctimas mortales, tal y como ocurrió en la contestación previa de los persas.

Viendo la secuencia de los hechos, pareciera que nadie está dispuesto a desescalar este conflicto porque todos quieren tener la última palabra. Hasta cierto punto, nadie se podría perdonar ante los suyos y en la proyección internacional el quedarse sin respuesta. Sin embargo, tampoco ninguno quiere ser el responsable de que esta situación se vuelva totalmente incontrolable. Así las cosas, ninguna de las contestaciones está yendo mucho más allá de una llamada de atención o, más bien, de un gesto que haga palpable que se está atento a lo que ocurre, que no se va a dejar pasar ni una, pero sin grandes despliegues que puedan complicar todavía más la situación.

Tal y como lo explico, quien me lee puede verse tentado de sentir cierta tranquilidad. Aunque tan solo fuera por un pensamiento temeroso y puramente estratégico, un nivel soterrado de diplomacia se estaría imponiendo. No obstante, cabe pensar que no es la altura de miras y la diplomacia lo que está evitando un desastre mayor, sino, tal vez, la pereza.

A tenor de la forma en la que se está actuando en Gaza por parte del ejército israelí desde hace meses, con una impunidad difícil de describir y que nos debe avergonzar (y nos avergonzará aún más), y viendo cómo la situación se desborda y evoluciona con la amenaza constante de nuevos frentes (Hezbollah en el Líbano, los hutíes en Yemen, la omnipresencia de Irán, etc.), es difícil sostener que las vías diplomáticas, aunque tan solo fueran por estricto temor, se están imponiendo. Más bien, parecería que una serie de casualidades,  y un tanto de suerte quizás, están evitando que se culmine con la fatalidad máxima global de una Tercera Guerra Mundial. Pero si se rasca un poco, debajo de esta suerte tal vez encontremos desidia, torpeza y, sí, pereza. 

En el escenario actual, y de forma especial cuando se ve actuar a Israel, el temor, la prudencia y el pensamiento estratégico parecen estar en un segundo plano. Nadie quiere desencadenar la madre de todas las guerras, pero por simple y llana pereza. ¿Sabéis lo que significaría un conflicto así? Movilización de miles de soldados, evacuación de población civil, suministros, intensificación de los escudos antiaéreos, acondicionamiento de búnkeres… Este breve y no-exhaustivo listado ya produce sopor, ¿cómo no va a dar pereza iniciar un conflicto de este calibre? ¿Sabéis todo lo que se tendría que trabajar en un conflicto así? Ya no digo para mantenerlo, apenas iniciar el conflicto ya es una cuesta muy empinada.

Se podría pensar que mi hipótesis no es más que una ocurrencia frívola, que habida cuenta de cómo está de tensa la situación, del sufrimiento involucrado de tantísima y tantísima gente, sobre todo, por supuesto, de la población civil de la franja de Gaza, es inadecuado aludir a la pereza. Sin embargo, ¿es más frívola esta mención que los acontecimientos que nos rodean?

Estamos ante, presuntamente (no vaya a enfadarse nadie), un genocidio que no parece tener freno, y mucho menos fin (es difícil parar cuando se niega la mayor por parte de los causantes). Cada semana y cada día que pasa nos encontramos ante una monstruosidad nueva: ataques a consulados, a cooperantes humanitarios, a hospitales, a camiones de suministros, a periodistas… Ni tan siquiera el derecho internacional (no digamos ya el derecho internacional humanitario) parece respetarse en casi ninguna circunstancia y, por si fuera poco, se ataca a la soberanía de otros países, sin que haya sanciones y apenas se produzcan tímidas advertencias o reproches.

A lo sumo, admitiremos, en el mejor de los casos, cierta torpeza en el proceder diplomático y que se está fermentando un caldo de cultivo sumamente peligroso. Y aún así, las cosas podrían empeorar mucho más y de momento no está sucediendo. Pero no, no es por inteligencia, por tacticismo, ni mucho menos es por buena voluntad. Da pereza escalar, casi tanta como el asco que produce contemplar este tapiz.

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