¿Quién soy yo para decirle a una mujer que limpie baños por 600€ en vez de prostituirse?

A menudo, oímos esta pregunta como supuesto argumento definitivo contra la reivindicación feminista que plantea la necesidad de abolir la prostitución. Es una pregunta que parece tener una respuesta obvia e inapelable: que hagan lo que quieran, meternos es una intromisión inaceptable y un juicio moral contrario a la libertad. Pero es una pregunta trampa.

Quien plantea esta pregunta parece obviar que el 96% de las personas en situación de prostitución son mujeres, y que la práctica totalidad de los demandantes son hombres. Estas cifras no son casuales, sino que reflejan una profunda desigualdad machista incompatible con pensar que “no hay nada que hacer”, si se tiene una mínima preocupación por la justicia social y la igualdad.

No hay ningún hombre abocado a ser carne de cañón por el sistema prostitucional. Tampoco la mayoría de las mujeres, no es una simple cuestión de azar. Más del 90% de las mujeres prostituidas en Europa son jóvenes, inmigrantes y pobres. Aparte de situaciones de vulnerabilidad económica y social, un altísimo porcentaje de ellas han sido víctimas de abusos sexuales de niñas o adolescentes. Emocionalmente, esto provoca una tolerancia enajenante a la violencia sexual y trastornos desadaptativos que a menudo las llevan a buscar una repetición de la experiencia traumática en un intento de dominarla.

Este proceso es profundamente destructivo. Los daños físicos y psicológicos de la prostitución en sus víctimas son severos. Las mujeres soportan los dolores físicos derivados de las múltiples penetraciones diarias y la violencia de los puteros (‘consumidores’ de prostitución) con drogas y alcohol, que las dejan atrapadas en un estado de dependencia e inacción. Las supervivientes sufren estrés postraumático, depresión e ideaciones suicidas, y un daño irreversible en su integridad sexual que les dificulta construir posteriormente relaciones afectivo-sexuales sanas. No consta que las trabajadoras de la limpieza tengan estos problemas.

La pregunta que abre este artículo suelen hacerla personas que nunca dirían “¿quién soy yo para decirle a alguien que no trabaje por menos del salario mínimo?”. En este caso, les parece más que evidente que la protección de los derechos empieza por limitar qué puede ser comprado y qué no. Sin embargo, si se trata de mujeres, pretenden que nos traguemos que vender o alquilar sus cuerpos por partes es compatible con la expansión de los derechos de las personas.

Mercantilizar las relaciones sexuales es lo contrario de proteger los derechos sexuales de las mujeres. Que en una relación sexual prime la voluntad de quien paga y no el deseo recíproco es incompatible con una sexualidad libre y sin violencia. Quien muestra una preocupación hipócrita por la cultura de la violación desde una posición favorable a legalizar la prostitución, en el fondo, está planteando una división clasista y racista entre las mujeres que deben satisfacer las demandas de los clientes y las que tienen derecho al “solo sí es sí”.

Tampoco plantean la pregunta: “¿quién soy yo para decirle a una mujer maltratada que no viva con su maltratador?” La cuestión no es qué hacen las mujeres, sino qué no deben hacer los hombres. Que las víctimas de violencia machista sigan con sus maltratadores no hace menos criminal lo que ellos hacen con ellas. La abolición de la prostitución no cuestiona las decisiones de las mujeres, sino que manda un mensaje inequívoco a los hombres: las mujeres no estamos a su disposición.

Ante esto, hay quien argumenta que habría más violaciones si no existiera la prostitución. Esto no es cierto. En primer lugar, porque la prostitución es violenta y legalizar la violencia no la hace desaparecer. Allí donde se ha legalizado la prostitución ha aumentado el tráfico de personas con finalidad de explotación sexual. Además, la prostitución deshumaniza a todas las mujeres. La realidad es que los demandantes de prostitución son hombres machistas que ven a las mujeres como trozos de carne para su consumo, y que piensan que nuestra voluntad sexual es irrelevante.

Legalizar la prostitución es legitimar el machismo. Por eso, el feminismo defiende la abolición de un sistema organizado de violencia y explotación de las mujeres. Y si hay hombres que no pueden evitar violar, quizás lo conveniente sería encerrarlos hasta que se demuestre que no son un peligro para las mujeres. ¿Por qué esto escandaliza y las propuestas de regular la violación de algunos partidos que se llaman de izquierdas, no? ¿Derecho a ser violadas por dinero? No, gracias.

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6 comentaris

  1. Todo falso. La inmensa mayoría ejercen porque quieren y no lo quieren dejar dicho por ellas mismas. Además el trabajo sexual es una relación consensuada entre adultos libres, por lo tanto dejad de compararlo con una violación

  2. Totalmente de acuerdo con vosotras. Estoy totalmente unida en esta lucha contra la esclavitud y el abuso sexual que es la institución de la industria de la prostitución que destruye las vidas de tantas mujeres en el planeta. Es tan doloroso ver cómo los hombres creen tener el derecho a usar a las mujeres y lo poquito que nos aman a todas. También es difícil de entender que haya mujeres que los apoyen y defiendan el “ derecho” a que otras mujeres sean prostituidas. Yo espero que la vida les de bien de lecciones y que sean sus hijas las que la ejerzan, si son tan liberales y que algún día vean que apoyar el machismo no te hace inmune al patriarcado y que pronto o tarde serás solamente una mujer, sin relevancia alguna para ellos.
    Seguimos queridas compañeras.
    Os admiro y adoro, me hacéis sentir acompañada y que una no está sola cuando salen estos temas y todo el mundo parece odiar a las mujeres.
    Guadalupe

  3. Josete… claro todo falso porque tú lo
    digas ???
    Que o quién te avala para afirmar tales cosas… no creo que le llegues ni a la suela del zapato a ninguna de las dos mujeres expertas investigadoras en estos temas, siendo una de ellas superviviente de explotación sexual.

  4. Siempre hay señores que defiende su privilegio de comprar mujeres (que no consideran seres humanos) escudándose en los supuestos derechos de éstas mujeres. Pero siempre olvidan que ser explotada, ser penetrada por desconocidos que no deseas varias veces al día por todos tus orificios, no es un derecho y NO es un trabajo. Si lo fuera, Manolo del bar de 60 años,calvo y con barriguita, podría hacer el “servicio” sin que nadie se quejase.

  5. gladysvarela@gmx.de on

    Fijémonos en que no existe apenas prostitución masculina porque, para la inmensa mayoría de las mujeres, la idea de mantener relaciones sexuales sin que exista un deseo mutuo y recíproco no resulta nada atrayente. Resulta más bien algo patético, tan patético como sería pagar a alguien para que llore contigo por tus penas, fingiendo que se siente triste por ti. ¿Quién pagaría por algo tan falso?

    La concepción de la sexualidad que tenemos las mujeres es mucho más sana y es precisamente la que protege a los hombres vulnerables de ser objeto de explotación sexual por parte de mujeres. Y, por cierto, también protege a los hombres de ser violados por mujeres porque, sí, las mujeres también podríamos violar a hombres si nos los propusiésemos. Pero cuando consideras a alguien como un ser humano igual a ti no lo utilizas como si fuese un objeto.

  6. las prostitutas son mujeres adultas. en menos tiempo ganan lo que un hombre tarda un tiempo mayor en ganarse ese dinero. Ahora. tienen que enfrentar situaciones de diversos hombres con distintos tamaños de pene.

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