Hace unos días España decidió, junto a Noruega e Irlanda, sumarse a una lista de más de 140 países para reconocer el Estado de Palestina. Israel respondió a esta decisión del ejecutivo español con un vídeo que colocaba en letras mayúsculas y bien grandes un “Gracias, España” acompañado de escenas de folklore español (principalmente, de flamenco) que se intercalaban con espantosas imágenes del atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023. La vinculación que se trataba de sostener era tan burda como evidente, pero, por si las moscas, algunos miembros del gobierno israelí se apresuraron a señalar que Hamás le daba las gracias a España por el reconocimiento del Estado palestino. Al fin y al cabo, cualquiera que no defienda a ultranza las tesis del gobierno sionista es cómplice de los terroristas, según el propio eje de coordenadas establecido por el gobierno de Netanyahu. Es más: es manifiestamente antisemita.
El fiscal jefe de la Corte Penal Internacional ha solicitado órdenes de arresto contra Netanyahu y otro ministro del gobierno israelí, así como para los principales líderes de Hamás. Pero no nos engañemos, lo de Hamás se ha hecho para disimular el antisemitismo de la Corte (entiéndase la ironía). A decir verdad, que el fiscal lo haya solicitado es un primer paso, pero la Corte Penal Internacional aún no ha dictado dichas órdenes. Sea así o no en el futuro, desde la perspectiva del gobierno de Israel nada cambia: o se hace justicia no dictando las órdenes o se es antisemita, no hay otra posibilidad.
En el momento en el que escribo estas líneas, hace ya unos cuantos días que fue bombardeado un campamento de refugiados en Rafah. No en una, sino en dos ocasiones, en dos días distintos. Y sí, el gobierno de Israel se disculpó por el “trágico error”: sí, las dos veces. Igual que se disculparon cuando fueron atacados los cooperantes de la ONG World Central Kitchen, otro célebre y trágico error. Resulta cuando menos curioso… Israel pasa por ser una potencia militar que dispone de armamento sumamente preciso y, sin embargo, la cantidad ingente de errores que se van acumulando… Si no fuera porque estos errores cuestan tantísimas vidas de civiles, quizás la situación resultaría cómica. Pero no lo es. No lo es, ni puede serlo.
Netanyahu dice que estos “errores” no serían tan comunes si Hamás no utilizara de escudo a la población civil. Esta petición podría parecer sensata, si no fuera porque cuando se lee entre líneas, todo se vuelve muy lúgubre: si para dar caza a un terrorista se debe matar a los civiles que estén por medio, pues… Daños colaterales. Lógica perversa. Así, en el más reciente ataque hasta la fecha (aunque puede que para cuando lean esto, por desgracia, ya tengamos algún episodio nuevo) a una escuela de la UNRWA, ni siquiera hubo disculpas o lamentos, aquí murieron muchos niños porque, otra vez desgraciadamente, estaban en medio… ¿Quién iba a pensar que iba a haber niños en una escuela?
Rafah era el último reducto que quedaba libre de presencia israelí hasta que a principios de mayo toda Gaza ya había entrado en el más absoluto infierno. Sin escapatoria, sin ningún lugar a dónde ir.
Igual que la historia no comenzó el 7 de octubre de 2023, tampoco acaba hoy, ni siquiera la masacre, que ojalá nunca hubiera comenzado. Pero en cualquier caso, con Hamás o sin Hamás, el pueblo palestino no debe ser un perfecto e inmaculado referente moral (nadie requiere serlo) para merecer nuestra consideración, nuestra compasión, nuestra empatía y nuestra solidaridad. No se pueden matar a los inocentes en pos de ninguna otra razón. Si in dubio pro reo implica que es preferible dejar libre a un culpable que condenar a un inocente, siempre será preferible no satisfacer un objetivo militar a perpetrar una masacre tras otra.
La atrocidad campa a sus anchas por toda Gaza (y, en cierta forma, también en Cisjordania a través de la violencia ejercida por los colonos hebreos y tolerada por las autoridades competentes): cortes de suministros, bombardeos, persecuciones… Un sinfín de “errores” y de “daños colaterales” que suman decenas de miles de muertos civiles, unas infraestructuras colapsadas, ciudades destruidas y murmullos que cada vez con más nitidez hablan de genocidio. Y no lo dice un gobierno en particular, hay voces por doquier que lo están gritando.
Pero quizás todo el mundo es antisemita, quizás respirar sea ya, de hecho, antisemita.


