El acoso -si somos rigurosos en el uso de los términos- tiene sus condiciones y su escenario. El acosador (o varios) y la víctima ocupan el centro de la escena, bajo las luces de los focos. Son necesarios para la representación, pero insuficientes para el espectáculo ya que sin el público que asiste al drama, el telón caería pronto. Los testigos, compañeros de clase, jalean, miran oasienten con culpa y vergüenza, pero sin decidirse a intervenir por temor a ser las siguientes víctimas. Ver cómo se manipula y maltrata el cuerpo de la víctima deja el suyo a salvo. Es el viejo axioma del chivo expiatorio: que el elegido pague y así conjurar el mal para todos.

En el acoso adulto, la función del público es más discreta pero igualmente clave. El caso Nevenka lo muestra bien: el trofeo se exhibía sin pudor por parte del acosador, era un secreto a voces. Tanto, que la víctima tuvo que recurrir a la líder de la oposición -cuasi desconocida para ella- para encontrar algún apoyo en su sufrimiento. El estilo autoritario del acosador no fue una sorpresa para nadie, los rumores le acompañaban en el imaginario colectivo. Había intencionalidad, perseveró en el tiempo y la víctima estaba en clara desigualdad, tres requisitos de cualquier acoso.

Cuando Nevenka renunció a su papel y desveló lo que nadie quería saber, rompió las reglas del juego y confrontó a cada vecino (y vecinas) con su posición ante el abuso. El silenció se quebró ydescorrido el velo nadie podía alegar ceguera. Esto fue lo imperdonable en el caso Nevenka: que no consintiese a continuar la representación, como si fuera un divertimento teatral, y obligase a cada uno a abrir los ojos y preguntarse si consentían o no con ese horror. La respuesta mayoritaria la sabemos: el dedo bajado que indica el camino del destierro. Nevenka mostró en ella misma, en su cuerpo caído, la destrucción que provoca el acoso.

Nada que ver con otros supuestos acosos atribuidos a disputas políticas en las que una popular lideresa se presenta como víctima cuando lo que allí está en juego es su función y su poder políticos y donde, además, no hay desigualdad posible. En el caso Nevenka sí hubo acoso porque era su ser más íntimo, su dignidad como persona, lo que estaba en juego.

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1 comentari

  1. Catherine Perelló Scherdel on

    Sí, aquest cas és el primer que es va desvelar al estat Espanyol, i la majoria de veïns van mirar cap un altre cantó. Nevenka, sense voler.ho, obrirà els ulls a víctimes que estiguin patint situacions similars.

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