El Parque Fluvial del Besòs, en Santa Coloma de Gramenet, se llenó este sábado 29 de noviembre de fotógrafos. Querían recordar a su compañero Joan Guerrero y asistir al acto de entrega del premio concedido por la asociación Catalunya Mirades Solidàries que lleva su nombre a una leyenda de esta profesión: Sebastião Salgado. Evidentemente había mucha más gente. Muchos amigos y compañeros de profesión y de vida de quien, nacido en Tarifa (Cádiz) llegó a los veinte años a Santa Coloma de Gramenet, ciudad en la que publicó sus primeras fotos en la revista local Grama.

El presentador del acto, Julio Carbó, de Mirades Solidàries, fue recordando frases y rasgos de la personalidad de Guerrero aprovechando las presentaciones que hizo de las personas que intervinieron. Empezó diciendo que era “un hombre bueno”, definición que se incluye en uno de los dos libros que se distribuyeron: “Los abrazos del viento” y “Alma, vida y corazón”. Este segundo libro está realizado con aportaciones de 88 fotógrafos y una treintena de periodistas, fotógrafos y amigos, entre ellos Salgado.

Salgado y Guerrero nunca coincidieron frente a frente. Conectaron a través del padre Gabicho, un cura ecuatoriano, que también estuvo presente este viernes en el Parque Fluvial del Besòs, y que hizo de puente entre los dos fotógrafos. Guerrero se enamoró de la gente sencilla que conoció en ese país americano e, incluso, se consideraba tan tarifeño y colomense como ecuatoriano. Para Guerrero, el brasileño era el “Beethoven de la fotografía”. Su otro gran ídolo era el obispo Casaldàliga. Fotografía social y solidaridad fueron los dos principales ingredientes de su personalidad.

Samuel Aranda, nacido en Santa Coloma de Gramenet, dio sus primeros pasos en el campo de la fotografía acompañado por un Guerrero más veterano que le dio unos consejos que después le han valido para obtener el World Press Photo en 2012. Le explicó que los buenos fotógrafos no son los que dan más codazos sino los que hacen imágenes sin trampa, humildes y alejadas de la perfección engañosa.

Guerrero se hizo querer tanto en su Santa Coloma como en las redacciones donde trabajó, en el Diari de Barcelona, El Observador, El Periódico o El País. La alcaldesa Mireia González se refirió a la exposición de grandes fotografías que se inauguró en el muro del Parque Fluvial diciendo que “la ciudad le ayudó a ver el mundo de una determinada manera y él hizo que el espíritu de Santa Coloma traspasara fronteras”.

González sustituyó a Núria Parlón al frente de la alcaldía cuando la histórica alcaldesa asumió la dirección del Departamento de Interior de la Generalitat. Parlón trató mucho a Guerrero. Era inevitable con un hombre de su vitalidad y capacidad de trabajo. “Nunca podías decirle que No porque siempre te contestaba con un SÍ”, dijo. “Veía la belleza en las miradas más humildes de los pueblos e incluso la veía en el Besòs cuando era una cloaca”, recordó y animó a los presentes a copiar su forma de ser: “Cuando tengamos un arrebato de ego o egoísmo pensemos en Joan y cuando nos afecte el pesimismo o la nostalgia pensemos en Joan”.

La última vez que Parlón habló con Guerrero, antes de su muerte el pasado abril, a los 84 años, el fotógrafo estaba muy emocionado con la organización de un acto con Sebastião Salgado. El acto se ha hecho, ha permitido que Salgado, “el fotógrafo más destacado en la defensa de las comunidades indígenas y el medio ambiente y en la lucha contra la deforestación y destrucción del Planeta”, recogiera el premio Joan Guerrero 2024 –una piedra en forma de cámara fotográfica- de manos de las dos hijas de Guerrero y descubriera el universo humano entrañable de un fotógrafo al que hay que decidir qué lugar de Santa Coloma de Gramenet, ciudad en la que nacieron sus hijos y murieron él y sus padres, se dignifica con su nombre.




1 comentari
El gran Guerrero y el gran Salgado, ambos admiradísimos fotoperiodistas. Qué buen tándem.