A estas alturas, probablemente ya sea algo muy manido y no aporta mucho decir que vivimos tiempos complicados. Pero tal vez sean aún más esperpénticos que complejos, y la semana del 23 al 29 de junio de 2025 es el paradigma de ello. La susodicha semana comenzó políticamente de una manera un tanto pintoresca. Tras el ataque estadounidense a las instalaciones del programa nuclear iraní, Trump anunció un alto al fuego en el conflicto entre EEUU/Israel e Irán que fue violado apenas unas horas después. Al despertar el martes 24, el presidente de los EEUU mostró su enfado y ofreció una regañina a Irán e Israel, que trataron de mantener el alto al fuego, al menos mientras Trump siguiera despierto.

Tras un juego de máscaras en Oriente Medio sobre el que proliferaron más memes acerca de  la Tercera Guerra Mundial que nunca, la cumbre de la OTAN en La Haya reunió a los miembros que constituyen a la organización para pactar el incremento del gasto militar hasta el 5 % del PIB. Con la única excepción de España, todos los miembros firmaron el acuerdo sin rechistar. El compromiso deberá cumplirse progresivamente hasta llegar a esa cifra en 2035, mucho después de que Trump deje de ser Presidente de los EEUU. Habida cuenta de  esto, podemos suponer que muchos de los firmantes pensaron algo como “bueno, ya se irá viendo…”

Lo que sí se vio con claridad fue el nauseabundo peloteo del Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, a Donald Trump. Más allá de sus hiperbólicos y cursis elogios, Rutte se atrevió a referirse a Trump de una forma tan poco correcta diplomáticamente y sonrojante como reveladora: “Daddy Trump” (Papi Trump). Al menos se le debe agradecer cierta honestidad a Rutte, aunque no fuera intencionada. Con dicho apelativo, reveló lo que hay bajo el telón: Netanyahu, buena parte de la UE, la OTAN con el propio Rutte a la cabeza… Todos ellos, y algunos más, se están comportando como niños pequeños ante un padre autoritario. Estos niños, por temor a la ira del padre, procuran ser obedientes, al menos mientras se les está mirando.

Al fin y al cabo, la presión de un padre autoritario tiende a ser demasiado asfixiante, pero la autoridad del padre no elimina el potencial díscolo del hijo, sino que simplemente le obliga a buscar el subterfugio adecuado. Netanyahu lo tiene bien claro: papá no me abandonará por más que me regañe, solo tengo que actuar cuando no esté mirando y cuando ya esté hecho, hecho estará… Aguantar el chaparrón y esperar a su perdón para seguir.

Sin embargo, que un padre sea autoritario no le hace tener más razón o aprobación. Por mucha capacidad que tenga para imponer su criterio, no significa que tenga la misma capacidad de seducir. Así, la idea es hacer caso de mientras se entienda que no cabe más remedio… Al menos para conservar ciertos intereses intactos, claro está.

Así las cosas, la mayoría de los tradicionales aliados de EEUU parecen haber comprendido bien este juego. No vale solo con acatar. A ser posible, se trata de agradar  en todo momento porque eso, supuestamente, satisfará a Trump. Rutte pareció comprenderlo vergonzosamente bien. Nadie quiere ser víctima de los chantajes comerciales y del matonismo de la nueva administración norteamericana. Así que mejor ser cómplices, habrán pensado algunos.

No obstante, del dicho al hecho, hay un trecho. Al fin y al cabo, ningún padre terrenal es omnisciente, no puede estar en todas partes a la vez, ni estará siempre ahí. Por lo tanto, hay resquicios por dónde operar y aliviar la presión de sentirse condicionado por el elemento más poderoso militar y económicamente hablando.

Con este panorama, Netanyahu se salta el alto al fuego sin problema alguno mientras Trump duerme, aguardando a la subsiguiente reprimenda mañanera. Y los socios de la OTAN le dicen que sí a todo, mientras esperan que el mandato de Trump caduque para, tal vez, desdecirse o demorarse en sus compromisos. Al fin y al cabo, insisto, apenas se trata de evitar en lo posible la ira del padre autoritario, no de renunciar a los intereses propios.

Por supuesto, así, tan fría y sintéticamente, se puede caer en la tentación de observar un gesto casi loable en quiénes parecen solo seguirle la corriente al vigente presidente de los EEUU, como si simplemente estuvieran tratando de evitar males mayores. Pero no nos llevemos a engaño. Aunque en muchos casos haya más tacticismo que compromiso real, recordemos que, a decir verdad, aquí todas las partes están compuestas por adultos. Y la palabra de un adulto debería significar algo.

La sumisión esperando otro TACO (es decir, aguardando a que en algún momento Trump recule) no hace sino legitimar la táctica trumpista. Pues, ¿quién dijo que realmente lo que Donald Trump quiere es que se le haga caso? Quizás lo único que quiera es que lo parezca, que su poder aparente ser omnímodo e incontestable, o como expresaba Edward Lewis en Pretty Woman: “Vamos a gastar aquí una cantidad indecente de dinero, necesitamos mucha más gente haciéndonos la pelota, porque es lo que nos gusta”. Igual la adulación no es un medio sino un fin en sí mismo en la proyección de un poder que, aunque de cartón, sigue siendo firme.

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