En una ocasión, una alumna de la asignatura Sociología del Turismo me contó que, al ir a hacer la entrevista para las prácticas del grado en un conocido hotel de 5 estrellas de Barcelona, se llevó una inesperada sorpresa. La estudiante estaba interesada en conocer cómo funcionaban los departamentos de recursos humanos del sector hotelero, pues quería encaminar su carrera profesional hacía esta área específica dentro del turismo, de modo que se fijó en la plaza de becaria que ofrecía este establecimiento. Al llegar al sitio a la hora indicada para el encuentro, se encontró con una mujer joven, de su edad, principios de la veintena, que la recibió amablemente y comenzó a hacerle una serie de preguntas sobre su perfil e intereses personales. En un determinado momento de la entrevista, la mujer le dijo que, de hecho, el puesto de prácticas era para sustituirla a ella, a la que se le había acabado el periodo formativo y tenía que buscar una sustituta. En el hotel, las estudiantes en prácticas llevaban a cabo el proceso de su propia reproducción, de modo que los postulantes se incorporaban al trabajo gratis y como por arte de magia. Como anécdota puede resultar baladí, pero no lo es si se pone el foco en el modo de funcionamiento del entramado turístico con el ejemplo de una ciudad como Barcelona.

La periodista y escritora Anna Pacheco dedica a este y a otros aspectos del mundo del turismo su recientemente publicado libro Estuve aquí y me acordé de nosotros. Una historia sobre turismo, trabajo y clase (2024). La obra, que forma parte de la relanzada colección de Anagrama Nuevos Cuadernos, recoge parte del trabajo fin de máster en antropología de la autora en la Universitat de Barcelona (UB) y, como no podía ser de otra manera tratándose de una formación antropológica, cuenta con un importante carácter etnográfico. La vinculación entre periodismo y etnografía, o entre escritura y etnografía, que ya traté con algo más de detalle en otro texto, puede rastrearse hasta casi los inicios de las ciencias sociales en su búsqueda de reconocimiento como disciplina académica. Desde las propuestas de Robert Ezra Park en la Escuela de Chicago de Sociología Urbana, pasando por Michel Leiris, el reconocido escritor surrealista francés devenido etnógrafo en la expedición Dakar-Djibouti, hasta llegar a la actualidad, con figuras como la propia Anna y otros tantos que, sin ser conocidos como etnógrafos, realizan un periodismo a pie de calle que se asimila mucho a ellos.

Estuve aquí y me acordé de nosotros recurre, por tanto, a ese proceso de inmersión en el objeto de estudio que requiere la antropología, la observación participante. Y lo hace mediante la infiltración de la autora en multitud de eventos que tienen que ver con la cotidianeidad de eso tan prosaico que puede llegar a ser la vida de un hotel. Lo hace, además, con un marcado sentido literario, pues fusiona nombres, eventos, lugares y situaciones en una amalgama útil y atractiva para la lectura de un pequeño libro que se lee fácil y del tirón. Anna participa en reuniones sindicales y actividades de team-building, se sitúa estratégicamente en lobbies y otros espacios de los hoteles donde lleva a cabo su investigación en busca de una destacada posición desde donde poder observar y tomar notas, además de conseguir un ambiente de cierta tranquilidad que a ella misma le sorprende.

Lo que encuentra Anna Pacheco en su libro es lo que los estudios críticos con el turismo llevan tanto tiempo señalando: que la turística no es la gran industria sin chimeneas que nos contaban, sino que supone, en relación con el trabajo, una actividad basada en la explotación (la parte donde la autora cuenta cómo funciona el recuento de las horas extras trabajadas por los empleados merece, por sí solo, un espacio destacado), la ideología (la construcción de un imaginario familiar en el entorno laboral que pide a los trabajadores que den el máximo de sí pero sin la adecuada remuneración), las nuevas prácticas de gestión de los llamados Recursos Humanos, una forma eufemística de llamar a los trabajadores pero despojándolos de la carga política del término (fundamental y patética la figura de El Palas, llamado así porque no se quiere perder su partida de pádel), los premios a toda una vida dedicada al hotel (mediante un simple regalo de merchandising de la cadena de la que forma parte) y otros tantos ejemplos que muestran la realidad de una actividad económica, con visos de hecho social total, que supone un elevado porcentaje de nuestro PIB, 12,8%, y hasta 85 millones de visitas y que, por tanto, recibe todos los mimos posibles de las políticas públicas y de los medios de comunicación.

La autora, además, ha sabido purificar su obra eliminando la gran cantidad de referencias académicas que este tipo de trabajo casi siempre conlleva, añadiendo otras de cosecha propia vinculadas a su trayectoria intelectual como escritora joven interesada en la cultura pop. Así, es posible encontrar menciones a series de televisión como White Lotus, o novelistas como David Foster Wallace, y todo sin dejar de poner el acento en algo que ya es un denominador común de la obra de Anna Pacheco: su preocupación e interés por las clases sociales y por las dinámicas de desclasamiento tan típicas del capitalismo neoliberal.

Para finalizar, señalar, a modo de crítica siempre constructiva, que el libro pide más; pide más longitud, más detalles, más acción. Al leerlo, uno no deja de querer saber más de la vida de la Pila o Iulian, o de los procesos de generación de identidad corporativa, otro eufemismo para denominar al sometimiento empresarial y la aceptación de la explotación, sed que se ve truncada con la brevedad de la obra. El turismo no es, por tanto, un derecho individual a viajar, a moverse, a conocer un destino exótico, sino un proceso social que, tal y como indica el título del libro, sirve para acordarnos de nosotros.

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