Tiene razón Ignasi Aragay cuando recurre a la tragedia griega para hacer balance del Procés. No ha sido el primero en utilizar el símil, pero hacerlo desde el diario Ara tiene su qué. Será porque estamos a punto de adentrarnos en marzo, cuando las tragedias amenizaban las fiestas en honor de Dionisio, o por lo que sea, pero ha acertado en la referencia. Efectivamente, nada hay tan parecido a una obra de Sófocles como la desventura que recorre la sociedad catalana. Aquí, como en Atenas, el drama fascina a los espectadores, aunque estos sepan, antes de sentarse en el anfiteatro, que terminará mal porque conocen el destino fatal de sus dioses.

En Grecia, nadie quería perderse la representación, porque lo importante, desde Homero, era el camino. Algo parecido nos ocurre a nosotros. También nos encanta el mito de Itaca. Aragay llama a los independentistas a no dejarse atrapar por los mitos. ‘Tendríamos que pasar página de la tragedia del Procés y empezar a escribir una obra nueva’, afirma. Lo hace sabiendo que muchos independentistas le identificaran con Efialtes de Tesalia, aquel espartano que traicionó a su rey, pero él insiste y, desde la defensa de la causa, advierte que mientras el independentismo siga enganchado al fatalismo de los héroes dramáticos, no encontrará la salida del atolladero (lo del atolladero es mío).

Menos tragedia y más programa de gobierno. No puedo estar más de acuerdo. Que lo diga el director-adjunto del Ara es esperanzador. Otros, sin embargo, llegan a marzo dispuestos a practicar la comedia, el otro género que fascinaba a los atenienses durante las Dionisias urbanas. De estas chirigotas del siglo V a.C. que tenían su enjundia cuando las escribía Aristófanes hemos pasado a un género menor: montar el pollo. Arrimadas haciendo el ridículo en Waterloo, dándole cuerda a Puigdemont y su casa de la República, durante el fin de semana. Unos cuantos CDR gritando fascistas a los republicanos españoles que acompañaban a Sánchez en su homenaje a Machado. ¿Comedia o tragedia? Depende de las ganas que uno tenga de reír o de llorar.

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