Lluís Permanyer (Barcelona, 1939) ha sido reconocido con el Premio Nacional de Periodismo Cultural 2022 por el ministerio de Cultura. El jurado ha subrayado su “extraordinaria trayectoria de más de seis décadas de periodismo histórico, artístico, cultural y ciudadano, en castellano y en catalán, en prensa, radio y televisión”. El razonamiento concluye con una frase que seguro comparten muchos de sus colegas : “una figura muy apreciada por sus lectores y el público en general”.
Puedo dar fe porque hemos paseado juntos por la ciudad y basta con ver el respeto y la admiración con que la gente le mira. Y no es para menos. Aunque no lo conocieran, su apariencia, su bigote y su pelo son unos signos tan reconocibles que es imposible pasar a su lado sin girar la cabeza.

Como queda claro en las razones del premio, Permanyer es un hombre polifacético, que ha dedicado buena parte de su producción a su ciudad. De los más de ochenta libros escritos, casi la mitad están relacionados con Barcelona.
Conversar con Permanyer es una de las experiencias más gratificantes que pueden tenerse. En la redacción de La Vanguardia era uno de los privilegios asociados al trabajo periodístico. Su memoria parece infinita y tiene gran capacidad para recordar detalles y reproducir fielmente conversaciones que han tenido lugar medio siglo atrás. Esta entrevista es como una cata de todo lo que sabe Permanyer , de las personas que ha conocido y de sus opiniones respecto a la Barcelona actual. Y una pequeña aclaración: durante la conversación nos tuteamos, pero a la hora de escribirla he querido aplicar el tradicional consejo periodístico que indica que se debe huir del tuteo por respeto al entrevistado.
-Tengo la sensación de que sus colegas se han alegrado tanto o más que usted por este premio.
-Como decía Dalí, “que hablen de mí me da igual, pero espero que hablen de mí bien en el café de Figueres”. Pero sí, me han explicado que la gente ponía cara de felicidad cuando lo contaba.
-Lo digo porque es bastante renuente a los premios
-Soy renuente a los premios concedidos a dedo, por políticos, pero en este caso ha sido un jurado quien lo ha decidido y eso me hace especial ilusión.
-No aceptó, por ejemplo, la distinción de “Cronista Oficial de Barcelona”
-Un compañero me preguntó: “¿qué sueldo tendrás?”. Y eso me inquietó, porque pensé, si un compañero del diario que debería saber que esto no tiene retribución piensa eso, ¿qué pensará la gente de la calle?.
-Aunque no lo sea, todo el mundo le llama “cronista de Barcelona”
-En la radio me presentaban, en broma, como el cronista “no” oficial de Barcelona. Creo que debía rechazar el “nombramiento” porque si no, pierdes libertad y equidistancia.

-Estaba en la sección de Internacional de La Vanguardia y de repente se “destapó” como especialista en Barcelona.
-Es un recorrido algo largo. Yo estudié Derecho porque no sabía muy bien lo que quería hacer. En realidad quería ser diplomático para marcharme, porque odiaba aquella Barcelona que olía a dictadura, corrupción y franquismo. Saqué el número 1 de la promoción y ya me preparaba para hacer oposiciones cuando pensé: voy a pasar la juventud estudiando cosas que no me van a servir para nada y ensayando ante un espejo para hacer oposiciones. Y en eso que me salió la oportunidad de trabajar en la editorial Destino y de ahí pasé a la revista.
-Un camino muy curioso. Odiaba Barcelona pero acaba convertido en cronista de la ciudad.
-De Destino fui a La Vanguardia y me propusieron hacer de corresponsal en París. Dije que yo venía de Cultura y que no sabía lo suficiente de política internacional. Alguien me dijo: no te preocupes, si lees La Vanguardia cada día ya sabrás lo suficiente. Aquella sección era una isla de libertad. Me permitía viajar y ver cómo funcionaban las democracias, podía comprar libros prohibidos, podía expresarme en libertad.
La sección de Internacional de La Vanguardia era una isla de libertad. Me permitía viajar y ver cómo funcionaban las democracias, podía comprar libros prohibidos, podía expresarme en libertad
-Y no fue de corresponsal
-No, pero también aprendí que en periodismo muchas veces tienes que improvisar, pero las cosas que no debes improvisar más vale prepararlas. Pregunté: ¿qué pasará el día que muera Mao Tse Tung , Konrad Adenauer o Winston Churchill. Pues escribiremos un obituario, me dijeron. Y como era muy evidente que su tiempo de vida era más bien corto y que si se morían a una hora avanzada de la noche no daría tiempo a preparar bien los artículos, propuse hacer los obituarios por adelantado. Y a eso dediqué mis primeros tiempos en el diario, a preparar obituarios, que fueron muy útiles en el momento oportuno. Ahora ya todos los medios tienen obituarios preparados, pero entonces no había tradición.

-¿Cómo fue el salto a Local, usted, que había odiado Barcelona?
-Cuando llegó el cambio democrático pensé que era el momento, que el ciudadano querría información sobre el cambio. Me dijeron que querían que yo fuera la persona que dijera la última palabra en cuestiones de política municipal. Y yo les dije: “yo tengo un partido monoplaza llamado Barcelona. Un partido en el que sólo estoy yo. Y cuando opino no tengo ninguna presión”. Disfruto de esa libertad. Puedo equivocarme, naturalmente, pero cuando me equivoco, me equivoco yo solo.
Yo tengo un partido monoplaza llamado Barcelona. Un partido en el que sólo estoy yo. Y cuando opino no tengo ninguna presión. Disfruto de esa libertad. Puedo equivocarme, naturalmente, pero cuando me equivoco, me equivoco yo solo
-Y se sumergió en el conocimiento de la ciudad
-Para opinar debes partir de la información. Y por eso, cuando empecé a hacer periodismo de Barcelona, lo primero que hice fue vaciar 600 libros sobre la ciudad. Entonces pensé que ya podía empezar a escribir sobre Barcelona. Yo he ido aprendiendo las cosas de mayor. En el cole me suspendían de redacción y tampoco tenía facilidad de palabra.
-A ver si lo entiendo: le suspendían de redacción y se dedica al periodismo, odiaba Barcelona y acaba convertido en cronista de la ciudad, tenía poca facilidad de palabra y ha dado más de 400 conferencias…
-Y he hecho documentales de televisión en los últimos años, je, je… Yo no me canso nunca de aprender. Ahora ya llevo vaciados más de 3.000 libros sobre la ciudad. Y sigo escribiendo. Pronto publicaré una ampliación del libro “Mil testimonis sobre Barcelona”. Y no dejo de revisar fotos sobre la ciudad para ver qué encuentro. He aprendido más mirando fotos que leyendo libros.

-Sin olvidar que escribió una ópera
-Fue un hecho excepcional -excepcional en el sentido de original- dentro de mi producción. Hice el libreto de una ópera de cámara de Xavier Benguerel, Spleen, que se estrenó en Barcelona, Mataró, Girona y Frankfurt. La razón de que se estrenara en Alemania responde al hecho de que un amigo mío que vivía allí y era muy catalanista no paraba de lanzar iniciativas que tuvieran que ver con la cultura catalana. Se representó con el acompañamiento de la Orquestra Ciutat de Barcelona.
-Me sorprendió mucho su mesa en La Vanguardia, sin papeles ni libros encima y con los cajones casi vacíos. Cuando le mostré mi asombro me dijo: tiro todo lo que sé que no me servirá. Pero todavía me pregunto: ¿cómo sabe que no le servirá?
-Hago lo mismo con los libros. Sólo utilizo aquéllos que sé que me servirán para escribir artículos o libros. No tiene sentido tratar de tener todos los libros que se publican sobre la ciudad. Tengo 8.000 porque los voy renovando, sólo conservo los que necesito para escribir, pero han pasado por mis manos unos 25.000 libros.
-Uno de los motivos del premio es que escribe tanto en catalán como en castellano
-Empecé escribiendo en castellano, como es obvio, porque no había más remedio. Y una de las razones por las que escribí libros fue para poder hacerlo en catalán. En La Vanguardia tuve una columna de opinión que llamé EL PAIS, que servía tanto en catalán como en castellano, porque en aquellos momentos las mayúsculas no llevaban tilde. Esto fue mucho antes de que naciera el periódico.

-¿Recuerda el primer artículo?
-Me estrené (aunque sin el epígrafe) con una columna dedicada al catedrático de Estética José María Valverde, que dimitió en protesta por la expulsión de la Universidad de López Aranguren, García Calvo y Tierno Galván. Lo titulé “Por el retorno de Valverde” y explicaba que él había escrito en la pizarra la frase “Nulla aesthetica sine ética” para comunicar que dimitía como catedrático. Fue el 6 de febrero de 1976, poco después de la muerte de Franco.
-Como periodista cultural tuvo mucha relación con Dalí, Miró, Chillida, Saura… Creo que Miró era la única persona a la que dejaba estar en el estudio mientras trabajaba
-A mí y a Català-Roca. Porque éramos como gatitos, nuestra presencia no se notaba. Estuve a punto de escribir sus memorias. Ya había aceptado pero se echó atrás. “Debería decir tantas cosas sobre mi familia que es mejor dejarlo estar”, me dijo. Tuvo una relación muy difícil con su padre. No quería que pintara y lo puso a trabajar en una droguería. Cogió una depresión. Por eso la masía de Montroig, que después pintó, fue tan importante para él, porque pudo alejarse. Y por eso fue feliz cuando hizo los decorados, las máscaras y los títeres de “Mori el merma”, que se representó en el Liceu, porque era una manera de seguir matando al padre.
Miró tuvo una relación muy difícil con su padre. No quería que pintara y le puso a trabajar en una droguería. Cogió una depresión. Por eso la masía de Montroig, que después pintó, fue tan importante para él, porque se pudo alejar
-Usted siempre ha defendido que Picasso pintó “Las señoritas de Aviñón” inspirándose en un burdel de la calle Aviñón de Barcelona, no en la localidad francesa.
-Tuve una fuerte polémica con el crítico Santos Torroella. Él decía que en una calle tan distinguida, como lo era en ese momento, no podía haber un prostíbulo. Y yo defiendo que el hecho de que en esta calle estuviera el Bolsín era lo que justificaba la presencia de este local, porque era muy fácil decir “me voy al Bolsín” y no dar muchas más explicaciones.
-Una de sus aportaciones al periodismo cultural fue el Cuestionario Proust.
-Tiene que ver con que me costaba escribir y no tenía facilidad de palabra. Escogí el Cuestionario Proust como una forma periodística para conocer a toda la gente que admiraba sin tener que hacer muchas preguntas.
-¿Funcionó?
-Un día llamé por teléfono porque quería entrevistar a Dalí. Digo: “El señor Dalí, por favor”. “Yo mismo”. Me quedo sorprendido de que respondiera en persona, pero acierto a explicarle la razón de la llamada: “Estoy haciendo entrevistas para la revista Destino…” Me corta y le escucho decir con una especie de cantinela: “Cuestionario Proust… Venga cuando quiera”.
-Tuvo mucho que ver con una obra de Chillida en Barcelona
-El Ayuntamiento quería una gran escultura para la ciudad. Yo era amigo de Chillida y me ofrecí a hablar con él. Le dije a Oriol Bohigas que le invitaran a Barcelona, pero, sobre todo, que no trataran de imponerle un espacio, que dejaran que fuera él quien eligiera el lugar. Y así fue como acabó instalando “Elogio del agua” en el Parque de la Creueta del Coll.
-Ahora es muy crítico con el Ayuntamiento
-Es que no estaban preparados. El mundo municipal es muy complicado. La dimensión municipal y la dimensión nacional es radicalmente distinta. En la política nacional todo son abstracciones y en la local son concreciones. Por eso hay alcaldes que mantienen el cargo muchos años, porque los ciudadanos valoran su trabajo. En los últimos 30 años, después de los Juegos Olímpicos, la ciudad ha mejorado mucho, salvo en los dos últimos mandatos, en los que se ha empezado a cometer disparates. Veo como un intento de perpetuación en la “poltrona”, incluso a costa de su código ético [el de Barcelona en Comú] que dice que no deben estar más de dos mandatos en el Ayuntamiento.
-Y no le gusta el urbanismo táctico
-La diferencia entre táctica y estrategia son las dimensiones. La táctica son los detalles y la estrategia es la visión a más largo plazo. Y con el urbanismo táctico están trinchando el Eixample. Si en Barcelona las vías periféricas funcionan es porque el Eixample funciona. El tranvía por la Diagonal es un buen ejemplo de cómo puede condicionar el futuro. En 15 años nadie sabe lo que va a pasar, pero seguro que no tendrá nada que ver con lo que hoy pensamos. Y se están realizando actuaciones que hipotecan el futuro, como el tranvía. Si practicas cosas inamovibles es un coste económico irreversible.

-No le gusta el tranvía
-No estoy en contra del tranvía, estoy a favor del metro. El tranvía es un artefacto del siglo XIX, cuya inversión implica vías e instalaciones muy costosas. No me parece mal la ampliación hasta Verdaguer porque es una parte de la Diagonal que tenía una reforma pendiente. Pero en la parte central es un disparate. El tranvía ha vuelto a ciudades pequeñas o se ha mantenido en ciudades donde ya estaba. Pero ¿imaginas un tranvía en los Campos Eliseos ?
-¿Qué diferencia el urbanismo de derechas del de izquierdas?
-El de izquierdas es más generoso. Por eso es tan importante el Eixample, porque Cerdà concibió un Eixample para todos, en el que todos podían tener las mismas condiciones de vida. Él estaba muy influenciado por un estudio que realizó en Ciutat Vella y que constató que cuanto más estrecha era la calle, más muertos había. Fue el primer urbanista en el mundo que utilizó la estadística. El Eixample ha demostrado que funciona muy bien. Él fue un visionario. Es el único ensanche de los ochenta o noventa que hay en el mundo que tiene chaflán, porque Cerdà vio claro que circularían por todas las calles lo que él llamaba “locomotora”. La gracia que tiene el Eixample es que es un espacio que facilita todas las actuaciones que se puedan realizar en el resto de Barcelona y alrededores.
Cerdà fue el primer urbanista en el mundo que utilizó la estadística. El Eixample ha demostrado que funciona muy bien. Él fue un visionario
-¿Sigue riñendo a la gente cuando ve muestras de incivismo y recriminando a la Guardia Urbana cuando no hace su trabajo?
-Sí, ya hace muchos años que llamo a menudo al ayuntamiento para denunciar situaciones irregulares. Y también a través de los artículos, por supuesto. De hecho, se han cambiado cosas que yo he denunciado. Por ejemplo, cuando Aena colocó un enorme cartel frente al mural de Miró en el aeropuerto, por lo que era imposible tomar una foto de todo el mural. Lo denuncié y lo quitaron enseguida. Pero debo decir que no es fácil. El Port, Aena y las compañías de servicios tienen un poder inmenso, todavía ejercen su dictadura.
-¿Actualizará el libro de la Barcelona fea?
-No lo sé. Yo sigo paseando todos los días y voy tomando nota de las cosas que observo. Cuando escribí el libro, tiempo después me llamó una señora para decirme que era la propietaria de uno de los edificios que aparecían y que tenía que rehabilitar la fachada: ¿qué color quiere que pongamos?, me preguntó.
-Siempre se ha distinguido por su vocación divulgativa
-Cuando escribo pienso en el tipo de lector al que me dirijo. Veo una distinción fundamental: como periodista debo hacer un esfuerzo de síntesis y como escritor de libros debo hacer un ejercicio de extensión. Cuando empecé a escribir sobre arte noté que quienes hablaban de arte abstracto hacían literatura abstracta y yo intenté hacer lo contrario. Un día me encontré a Lluís Armet y me dijo: eres el primer periodista que escribe de arte y al que se le entiende.
Llevo muchos años llamando a menudo al ayuntamiento para denunciar situaciones irregulares. Y también a través de los artículos, por supuesto. De hecho, se han cambiado cosas que yo he denunciado
-Ya veo que no se sentía atrapado por la ortodoxia. Los que hemos trabajado con usted tenemos pruebas diversas de su alma transgresora: le hemos visto disfrazado de Millán Astray , y le hemos seguido cuando ha liderado un par de expediciones a El Molino.
-Siempre me ha interesado ese mundo. De hecho, los primeros pantalones largos que vestí fueron para entrar en El Molino. Y cuando entrevisté a Serrat lo hice en ese escenario. Fue curiosa esa entrevista, porque yo no le conocía y en un acto en las Drassanes de homenaje a Josep Pernau se me acerca y me dice: “Me gustaría hablarte de mi barrio”. Desde el primer momento pensé que la entrevista debía realizarse en El Molino.
-Y en un documental de TV3 incorporó como testimonio a Mónica de la Rambla. Hay una escena impagable en la que se les ve cogidos del brazo.
-Propuse que apareciera porque era un personaje representativo de la actividad en La Rambla a unas ciertas horas. Y ella se expresa muy bien. Cuando terminamos la entrevista, el cámara y la realizadora se adelantaron Rambla abajo. Y cuando ella y yo íbamos bajando me dice: “Me he comprado unos zapatos para la entrevista, me duelen mucho los pies y tengo miedo de caerme”. Así que yo le ofrecí el brazo y así fuimos bajando, mientras ella iba diciendo: “ Qué majo eres, qué majo eres…”
-La Rambla da mucho juego
-Cuando Stephen Hawking visitó Barcelona, mi mujer [Assumpció Gausa ] y yo hicimos de anfitriones. Él estaba en el hotel Ramada, junto a la Rambla, porque no había ningún otro establecimiento de categoría que tuviera acceso para sillas de ruedas. Le expliqué que en ese paseo estaban los mejores quioscos del mundo, porque al lado de la prensa había pornografía, y al lado, literatura, y al lado, poesía… Al día siguiente, cuando salimos a pasear, veo que sale disparado con la silla de ruedas hacia el quiosco y se está un buen rato mirándolo todo. Y en la conferencia en Caixaforum dijo: “Estoy muy contento de ver que junto a mis libros, en catalán y en castellano, hay revistas de señoras desnudas”.

-Recuerdo una foto de él y usted en el despacho del alcalde Maragall
-Cuando estábamos en la plaza Sant Jaume aparece un coche negro y baja Pasqual Maragall. Me ve y me suelta: “Lluís, ¿¡qué cony fas aquí!?”. Le presento a Stephen Hawking y nos hace subir al despacho. Nos hicimos unas fotos con la bandera olímpica que acababan de recoger en Seúl. De esa visita surgió que Hawking interviniera en la ceremonia de apertura de los Juegos Paralímpicos. Nunca había aceptado participar en cosas como esas porque pensaba que le utilizaban, pero vio que en este caso era diferente. Aquellos cinco días con Stephen Hawking fueron una de las emociones más extraordinarias de mi vida.



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