Si un barcelonés elogia la Meridiana no te parecerá nada malo internarlo en un manicomio. La mala fama de la tercera avenida de la ciudad proviene de su época más oscura, cuando los malos humos de coches y locomotoras la ocuparon para convertirla en un espacio insalubre y generador de piedad entre las clases adineradas. Buen ejemplo de lo dicho es la soberbia de Oriol Bohigas, quien en 1964 culminó su Colmena para embellecer el repertorio arquitectónica de la zona en su espacio más transitada por vehículos contaminantes.
Al final de la avenida, entre la estación del Clot y la plaça de les Glòries, existe un remanso de paz alejado del brutalismo porciolista. A lo largo de estos doscientos metros se reúnen una serie de elementos remarcables, la mayoría concentrados casi en la esquina con la calle de A Coruña. El paseante, rodeado de un extraño silencio, podrá admirar una vivienda de 1890, otra notable de 1906, el edificio franquista de la Caixa y hasta la anómala reconstrucción del Orfeó Martinenc mediante un cubo bajito y una malla metálica de 13 metres, sede del Urbany Hostel.
Al lado de todo este conglomerado, cuyo cierre es la estatua del meridiano ofrecida a nuestra Ayuntamiento por el de Dunkerque en 1992, damos con la casa Josep Sabadell, un edificio construido entre 1914 y 1918 que demuestra a partes iguales la libertad de su arquitecto y la pésima resaca acaecida entre la muerte del Modernismo y la consolidación del Noucentisme.
Antes de entrar en su Historia debemos adentrarnos un poco en la de la zona. Los caminantes del actual Clot, otro barrio lleno de notables detalles estéticos y urbanísticos, suelen ignorar que su actual parque ocupó el terreno perteneciente desde 1890 a los talleres de RENFE. En una imagen de 1930 se aprecia la división entre Camp de l’Arpa y Clot mediante los raíles. A priori, edificar una casa en este enclave carece de sentido, pero si sabemos algo más de su propietario veremos la lógica del asunto.
Josep Sabadell (Gràcia,1856-Barcelona,1914) fue uno de los últimos alcaldes de la Gràcia independiente de Barcelona; su labor empresarial tuvo más relieve que la política, erigiéndose en gran impulsor de la fundación de la Patronal, desde donde expandió sus tentáculos hacia otras instituciones, llegando a presidir durante la primera década de siglo pasado el Círculo de Propietarios de Gràcia, donde una maravillosa casa lleva su nombre en el número 9 de la rambla del Prat, y el Centro de Contratistas Generales de Obras y Maestros Albañiles de Barcelona. Además, fue el principal impulsor del parque de atracciones y el Casino de la Rabassada, algo que no le impidió vincularse a varios negocios relacionados con el transporte público, llegando a ser concesionario del ferrocarril eléctrico entre Barcelona y Manresa.
Todos estos datos me permiten suponer sin mucho esfuerzo su facilidad para contactar con reputados arquitectos. Si se decantó por Josep Masdéu, un extraordinario maestro de obra, fue con toda seguridad por su apabullante red de contactos. Masdéu tiene un buen repertorio arquitectónico, visible por todo el Principado. En Barcelona sobresale la casa Anita Rodés, de 1909 y un nicho vacío en su fachada para no resucitar los fantasmas de la Semana Trágica, la desaparecida casa Ramis en Horta y Villa Consuelo en la plaça de Valldriera, donde ya mezcla en la fachada esgrafiados de clara inspiración vienesa y cerámica policroma.
Masdéu debió empezar su genial creación de la Meridiana en vida del que debía ser su propietario. Es lícito pensar en el deseo de Sabadell de tener un palacete en el límite urbano, en la quinta horca total y absoluta. Nunca pudo ver completado su sueño. Murió en diciembre de 1914, víctima de una epidemia de tifus y dejándonos muchas preguntas en el tintero, entre otras el sentido de instalarse al lado de las vías, como si fuera un precedente de Cambó y quisiera controlar una porción de sus negocios desde el hogar.
La casa, magnífica pese al desdén crónico de nuestro Ayuntamiento por el pequeño patrimonio, consta de tres fachadas repletas de decoración. Los esgrafiados representan jarrones florales inscritos en los tópicos noucentistes. De hecho, todo el conjunto parece responder a la voluntad orsiana de aniquilar la exuberancia modernista y ceñirse a una sencillez clásica, corroborada por el blanco dominante, imprescindible para comprender la alternancia de motivos blanquiazules cerámicos en las tribunas poligonales, una por cada lado de la fachada, y las ventanas que se complementan con la intensidad del rojo. El resto de piezas desprenden, algo que me hizo dudar sobre si la casa fue de nuestro rico protagonista, alusiones a la identidad catalana. El ferro forjado se llena de escudos con cuatro barras en la puerta y los balcones del primer piso, mientras los siguientes prosiguen con las menciones a la naturaleza.
Los símbolos catalanistas brillan con especial rotundidad en las tribunas donde, flanqueados por arcos de obra vista, vemos la leyenda de Sant Jordi, la cruz de Sant Andreu, la mare de Déu de Montserrat y San Jaime a caballo. Unir tribunas, más propias del Modernismo de parvenus, con esgrafiados noucentistes es una contradicción estilística muy interesante, localizable en casi todos los barrios de la ciudad. No debemos culpar a los arquitectos por estas excentricidades. Quizá Sabadell le pidió los balcones cerrados con vidrieras y Masdéu aceptó sin más, algo normal durante ese periodo de transición entre dos arquitecturas saturadas de ideología. Otra opción, relativa a los jarrones, sería la ya mencionada influencia del Modernismo centroeuropeo para desmarcarse de un cierto pensamiento único en los acabados.
Asimismo, conviene recalcar el estimable trabajo en el interior de la finca, a la que accedí haciéndome pasar por el cartero. Continua el trabajo ceramista con formas geométricas y naturales tanto en el entresuelo como en la escalera.
La casa Josep Sabadell produce una sensación agridulce. Es probable que nos resulte más significativa por hallarse en la periferia. Este don es su victoria y condena. Si lees este artículo explica su existencia a tus amigos, eso sí, no digas nada a turistas y a chafarderos prescindibles. Todo su perímetro está lleno de una belleza bastante ignota que deberíamos conservar para nosotros, dignificándola. Una restauración sería un magnífico inicio para convertirla en el punto y final de la remodelada plaça de les Glòries. Alfa y Omega, bienvenida y cese hacia parajes silenciados por ser demasiado distintos al modelo de parque temático, aún vigente.




Catalunya Plural, 2024 
3 comentaris
Sólo los turistas que confunden las paradas de metro de “Sagrera” y “Sagrada Familia” son los que tal vez algún día descubran los secretos de estos barrios. El poder de Lucanor nos protegerá.
La narración sobre Josep Sabadell puede tener alguna gracia, pero no se corresponde en absoluto a la realidad histórica del edificio ni a su promotor y propietario.
Como conclusión, una crónica absolutamente errónea. ¿Cual es la fuente de dicha historia?.
perdoneu, aquesta casa va ser propietat del meu besavi Delfí Sabadell, on va viure amb la seva esposa Dolors o Neus Oliva i els 6 fills. Quan les filles, Neus. la meva ávia i la Montserrat es van casar van viure plegats a la casa del pare Delfí fins que va estallar la guerra fascista espanyola