El siglo XXI de Gràcia es el peligro perpetuo de caer en las garras de la gentrificación. Uno, que ha pasado media vida en sus calles, hasta llega a plantearse si la culpa es un poco de todos, pues al fin y al cabo los del barrio sentimos orgullo cuando lo vemos lleno de gente, pero a veces no pensamos en las consecuencias de tanta afluencia, debida en parte a su categoría de zona bohemia sólo de adjetivo. La realidad es otra bien distinta, que ha aflorado estos años con episodios como el del Banc Expropiat, cuya labor de concienciación se vio eclipsada por su desalojo y el asunto del alquiler, pagado a tocateja durante un tiempo por el Ayuntamiento del alcalde Trías para evitar problemas.
Esta semana el foco está situado casi al principio del carrer Encarnació, concretamente en los números 15 y 17. Suelo coger esta calle para llegar a la Vila. La conozco bien y por eso sé de los recovecos de su recorrido. Cuando muere en Lepanto marca una frontera entre Gràcia y el Baix Guinardó. Un poco más adelante contiene un triple pasaje que la mayoría ignora. Cuando llega a Pi i Margall inicia un leve tramo en descenso para luego introducirnos en el meollo, y es aquí donde no es difícil percibir una brecha cimentada a lo largo de los últimos decenios. Al lado de un parking, pintado bien cool con imitaciones de la pintora Tamara de Lempicka, damos con el jardí del silenci, coronado en su muro por una chica que recuerda a las trabajadoras de la pasada centuria. Enfrente, hasta hace bien poco, había un parking que en su lateral anunciaba una escuela de ballet con letras de cerámica. Aún se nota el rastro de esas vocales y consonantes en esa parte de territorio que a partir de este segmento inaugura una hilera de casas antiguas, comprendidas entre finales del siglo XIX y el Noucentisme.

La verdad es que el habitante o el paseante de Gràcia tiene pocas referencias pedagógicas para aprehender lo visto. A algún lector esta referencia le parecerá una tontería, pero no se equivoquen. Si hiciéramos pedagogía urbana todos valoraríamos mucho más el patrimonio y se evitarían desastres como el del pasado fin de semana. Está bien que los vecinos protesten. Si lo hacen es por el descuido de la administración, así que no veo mucho sentido en el hecho de que el regidor Eloi Badia se ponga medallas, aplaudiendo la acción para parar el derribo cuando ellos, metidos en una desidia total en lo que corresponde a la protección edilicia, no mueven un dedo para salvar nada, como mucho alzan los brazos en signo de resignación desde el cinismo de la ignorancia, y lo mismo serviría para los otros partidos representados en el hemiciclo municipal, que aprovechan cualquier ocasión para criticar gratis sin proponer antes iniciativas para remediar el desaguisado, quizá por eso el viernes, cuando saqué las fotos que ilustran el artículo, me pareció ver a Jordi Graupera al lado de las viviendas afectadas, como si conspirara para sacar réditos electorales.
Si vamos al aspecto histórico deberemos remontarnos al Ochocientos para comprender un poco el sentido de preservación del dúo destinado a desaparecer. A principios del siglo XIX Gràcia era un pueblo con escasa población que pegó un salto de gigante a mediados de la centuria en parte por el boom industrial y su cercanía con Barcelona para llegar a ser, en las postrimerías del Novecientos, una de las ciudades más pobladas de todo el Estado Español. Este crecimiento demográfico se vio acompañado de una incesante actividad urbanística capitaneada en gran parte por Antoni Rovira i Trías, a quien se debe la característica configuración del espacio en una plaza y una serie de vías adyacentes.
De este modo, las parcelas de todos y cada uno de los propietarios adquirieron sentido. Algunos mantuvieron el egocentrismo de quien paga, como ocurre con la plaça del Diamant y su nomenclátor de piedras preciosas, mientras otros, con toda probabilidad porque nadie adquirió ese trozo de tierra y pudo bautizarse distintamente, optaron por nombres con carices y matices de otra tipología. En la parte baja del barrio los nombres hablan de obrerismo y anarquía- Venus, Llibertat, Fraternitat entre otros- mientras en el sector cercano a travessera de Dalt sobresalen los dedicados a conceptos religiosos como Encarnació, Sant Lluís o Providència, de hecho como dijimos en otra ocasión, Verdi fue durante años el carrer de les monges por un convento en sus alrededores.

Más allá de estas efemérides hay una referencia arquitectónica próxima a los números 15 y 17 que puede ayudarnos a fecharlos cronológicamente. En el 18 de Encarnació con Montmany podemos admirar Villa Mena, una especie de cubo con pilastras adosadas y la fecha de 1867 bien visible en su fachada del carrer Montmany. Esta casita unifamiliar de una sola planta es el precedente directo a la formas constructivas del número 15, que por estilo y tamaño parece corresponderse con el último tercio del siglo XIX, entre otras cosas por el jardín donde reside la encina de la discordia, bicentenaria según sus defensores. Es probable que los edificadores del 15 supieran de su ancianidad y la cuidaran con esmero, por lo demás reconozco mi ineptitud para con la flora y la fauna de la capital, no así con el número 17, que quizá fue una casa anexa al 15 y ganó la típica tribuna modernista a principios del siglo XX, sería lo más normal vista la estructura del inmueble.
Uno dirá que con tan poca información no hay elementos para clamar al cielo la supervivencia de ambas víctimas. No caigan en la trampa. En Barcelona trabajar para investigar lo pretérito es muy complicado. Hace poco fui al registro de la propiedad porque ando intrigado con tres casas del Eixample con castillos, tal como leen, encima de su fecha. La trilogía puede fecharse, así lo indican sus fachadas, entre 1887 y 1889. Bien, me hicieron rellenar un papel, esperar tres semanas y así pude orientarme mejor en ese misterio. Y dirán, vale Jordi, muy bien. Toda esta documentación debería estar digitalizada y al alcance de todos, pero claro, hablamos de mercado inmobiliario, y los intereses creados quieren sumirnos en la inopia intelectual. El catálogo de casas debería disponible de inmediato por el bien de la Historia de la ciudad y la posibilidad de pedir la protección de todo aquello con valor. De otro modo el ciudadano, y la misma belleza barcelonesa, quedan indefensos entre los depredadores. Después de leer esto espero hayan entendido a quien corresponden las culpas, gravosas, notorias y presentes en todo y cada uno de los Ayuntamientos desde la restauración democrática.



1 comentari
Moltes gràcies per aquest article. Em vaig cridar l’atenció l’edifici mentre estava passejant. Estic d’acord, tant de bo podria ser crear un projecte històric dedicat als barris de Barna.