El inicio de un año nuevo suele conllevar buenos propósitos, promesas, compromisos que en la mayoría de los casos no van más allá de la preinscripción en un gimnasio, dejar de fumar o leer por fin un libro. El 2019 nos trae la novedad de elecciones municipales en mayo y la campaña ya empieza a estar en plena ebullición y casi todos los partidos políticos ya tienen decididos sus candidatos.
Barcelona es una ciudad clave históricamente desde cualquier perspectiva que se contemple y por tanto es “pieza” apetecida. Quien gana y gobierna en Barcelona adquiere una gran relevancia en el panorama político. Los partidos están intentando explicar su programa, su modelo de ciudad quien lo tenga, y legítimamente lanzan una lluvia de propuestas para mejorar la ciudad, según su entender.
Pero hay una cuestión, un error grave en mi opinión, en el que están incurriendo los partidos que representan a los que se creen “amos” de la ciudad, los que la gente identifica como “los que mandan”, “los que cortan el bacalao” y es el difundir una imagen falsa malintencionada de una Barcelona sucia e insegura. El propósito es generar un miedo, descontento, incertidumbre, que les permita proclamarse los representantes de la seguridad y el orden.
Digo que es un error porque Barcelona es una ciudad segura y de orden. Otra cuestión es que los amos aludidos la quieran convertir en la del “ordeno y mando”. Que Barcelona es una ciudad segura y de orden lo demuestra la respuesta del Ayuntamiento ante el caos de los pisos turísticos, cerrando 4.500. Eso es seguridad y orden. La seguridad también empieza con viviendas dignas que permitan un plan de vida a largo plazo. La seguridad humana es un concepto más amplio que afecta a la supervivencia, los medios de subsistencia y la dignidad de los ciudadanos. Garantizarla, exige respuestas centradas en las personas que refuercen su autonomía y empoderamiento.
Obligar a las constructoras a destinar el 30% de las nuevas promociones a vivienda asequible es seguridad y orden.
Enfrentarse al oligopolio energético evitando 10.000 cortes de luz y poner en marcha la primera compañía eléctrica pública es seguridad y orden. Saber que podrás encender la calefacción también es seguridad. Promover programas de formación e impulsar la economía social para los más desfavorecidos dotándoles así de herramientas para una vida digna es seguridad y orden.
Convocar plazas para 300 nuevos Guardias Urbanos es seguridad y orden. Dotar de presupuesto municipal a las becas de les guarderías, las de comedor y ayudas a la dependencia y a la gente mayor es seguridad y orden. Reducir la brecha de esperanza de vida entre barrios es seguridad y orden. Crear un servicio de dentista municipal es seguridad y orden. Luchar contra la contaminación con más espacios verdes y un mejor transporte público es seguridad y orden.
¿Donde están pues la inseguridad y el desorden con el que pretenden inculcarnos el pánico? ¿Donde está el caos?
Les invito a que hagamos el siguiente ejercicio. Informémonos de cuales son las competencias de las respectivas administraciones: Gobierno estatal, Generalitat y Ajuntament, y a partir de aquí hagamos un repaso sobre los cumplimientos de sus competencias y obligaciones.
Descubriremos que el hecho de que los partidos del Parlament no den curso a los presupuestos para atender las urgencias sociales es inseguridad y desorden. Veremos que la Generalitat no destine ni un solo euro a las becas de las guarderías es inseguridad y desorden. Que la Generalitat haya puesto palos a las ruedas a destinar un mayor número de Mossos en Barcelona es inseguridad y desorden. Que ni Gobierno estatal ni Generalitat cumplan sus compromisos en materia de vivienda y dependencia es inseguridad y desorden.
Por tanto, no caigamos en el argumento tramposo inventado por la oposición que resulta ridículo ante la realidad evidente. En Barcelona hay problemas de hurtos y convivencia que deben ser atajados de manera colectiva entre las instituciones, sin tacticismo electoralista y poniendo en el centro el bienestar de la ciudadanía.
Hace cuatro años que una nueva formación política liderada por Ada Colau junto a un equipo de gente comprometida con los movimientos sociales y que conocía los problemas desde la calle inundó Barcelona de ilusión y optimismo. Una parte importante de vecinas y vecinos se sintieron representados y los llevaron a gobernar el ayuntamiento con una incómoda y ajustada minoría, que han explotado los partidos de los “amos”.
Cuatro años más tarde debemos analizar si nos han defraudado o si de verdad han dado la cara ante los que “cortan el bacalao”. Mi conclusión nítida es que han dado la cara de forma valiente llevando la bandera del bien común, superando las enormes dificultades que se han ido encontrando en su gestión. Hoy Barcelona es más de las vecinas y los vecinos, está más descentralizada, y la gestión municipal es más ética y transparente. Cada día son más visibles los proyectos de contenido social que tanto han ayudado a eliminar los verdaderos miedos.
Defendamos Barcelona desde el orgullo y no desde la debilidad defensiva. Defendámosla desde la fortaleza de la fuerza colectiva, no desde la fragilidad del miedo inducido. Barcelona solo es insegura si queda en manos de los “amos” de los que nunca situaron a la ciudad como referente mundial en inversión social.
Queda camino por recorrer, la necesaria autocrítica, pero los “amos” seguirán lanzando piedras, señal inequívoca de que se acertó la ruta. No permitamos que nos ensucien lo que tanto cuidamos, que no nos metan el miedo amenazador. El miedo de verdad, el que causa horror, es el de sus políticas que solo buscan el beneficio de los que “cortan el bacalao”.
Que no nos manchen Barcelona, protejámosla.