Nadie ha iluminado tanto lo que se está dirimiendo en el Supremo como Jordi Cuixart. No me refiero tanto a su decidida actitud de asumir la desobediencia. Ya he dicho, en otras ocasiones, que su posición me merece respeto por qué no ocupa cargos públicos. Aunque España no sea Alabama, ni una colonia británica, tiene derecho a equipararse a quienes, desde contextos muy diversos, han desafiado el statu quo. Tanto él como Jordi Sánchez pueden hablar en nombre de la desobediencia civil. Civil. No quienes ocupaban cargos amparados por el Estatut y la Constitución.

Donde Cuixart compendió porqué hemos llegado hasta aquí fue cuando afirmó que ‘el estado de derecho no está por encima de la democracia’. Este es el meollo, el quid de la cuestión de lo que ha pasado en Catalunya en los últimos años. Con esta sentencia, Cuixart fue el más político de todos los acusados. Rehuyó las sutilezas que aconsejan las defensas y dejó caer una frase que lo resume todo. La misma que Torra había formulado, de forma más tosca, en una entrevista en la que antepuso la democracia a cualquier ley. Anteponer fue el verbo.

Vamos a ver. Todos sabemos que esta primacía no es de recibo en un estado de derecho. Algunos independentistas que han leído a Rousseau, Kant o Montesquieu han buscado un ardid, sosteniendo que el franquismo también era un estado de derecho. No cuela. ¿Si España fuera una dictadura, pregunto yo, porqué se aprobó una ley de desconexión? De una dictadura no se desconecta. A una dictadura se la combate. Como hicimos con la de Franco.

El 6 y 7 de setiembre de 2017 no fueron sino un intento, frustrado, de resolver la mixtificación. Los diputados sabían perfectamente que la democracia (mayora parlamentaria) no prevalece sobre el derecho (Estatut) ya que la propia ley había previsto mayorías cualificadas para resolver posibles conflictos. Por ello buscaron la manera de sustituir un derecho por otro. Una ley por otra ley. Reconociendo que sin ley no se va a ninguna parte. Como ocurrió.
Todo lo demás, en el juicio, de Junqueras a Rajoy, podrá parecer épico o patético, según cada cual, pero esta es la cuestión. Ni rebelión, ni sedición, ni hostias, que diría Cuixart. ¿Es legal saltarse la ley desde las instituciones? No ¿Es legítimo? Tampoco. ¿Cómo se llama?

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