Entramos en la quinta semana del juicio del Procés. A medida que pasan los días y el soufflé mediático se desinfla, se va perfilando con nitidez el rol de los actores que comparecen en el Tribunal Supremo. Una primera conclusión: la acusación de rebelión por parte de la Fiscalía está empujando la profesionalidad del Ministerio Fiscal a los umbrales del ridículo. Incluso si se aceptara la hipótesis de que su estrategia pasa por una acusación de rebelión para hacer más digerible la acusación por sedición, se estrellaría con una realidad inapelable. El movimiento independentista ha sido, en su totalidad e historia reciente, un movimiento plenamente pacífico. La violencia subjetiva – a la que no se le puede negar la importancia política y emocional, por lo que representa- no se corresponde con la tipificación de los delitos de rebelión y sedicion establecidos en los articulos 473 y 544 del Código Penal.

El esquema es el siguiente: la Fiscalía busca encuadrar en el marco por rebelión un relato que incluya, 1) la desobediencia implícita del Govern de la Generalitat que llevaba a escenarios explícitos de violencia 2) La desidia de los Mossos ante una orden judicial 3) la organización paramilitar de grupos organizados en defensa del referéndum. Vemos en qué estado se encuentran estos tres puntos.

Este análisis es fruto de la colaboración entre Catalunya Plural y El Salto. Leélo completo aquí

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