Que los partidos políticos anhelan el poder es una opinión generalizada y, salvo casos extraordinarios, cierta. Lo que hacen para llegar a él es lo que determina las estrategias a seguir, los análisis cuantitativos sobre percepciones de voto, los focus group para evaluar la idoneidad o no de nuevas propuestas, el dinero invertido en encuestas y asesorías políticas, y, en última instancia, la actividad parlamentaria realizada. Tanto es así que se puede llegar a hacer como Ciudadanos y pasar de definirte como socialdemócrata para saltar a liberal y acabar pactando con VOX. La coherencia en política – al igual que la verdad – es importante si te afecta electoralmente.
En estas reflexiones deben estar últimamente en la sede nacional de ERC de la calle Calabria de Barcelona. Si llegar al poder es el deseo de todo partido político, es posible que para ERC lo sea con una pizca extra de intensidad. Después de todos los años en democracia, nunca han logrado coronarse con la Presidencia de la Generalitat. Aún peor, en las últimas elecciones se les escapó la victoria en el último momento.
Pero la mutación convergent y las divergencias entre el PDeCAT, Junts x Cat y La Crida respecto a la independencua abren una grieta por donde la estrategia de ERC prevé colarse. Se frotan las manos, los líderes republicanos, en pensar que por fin pordrán substituir a la antigua Convergència como actor central del catalanismo político. El catalanismo político es, digamos, la fórmula mágica que los partidos autonómicos con voluntad de convertirse en pilar de la polítican catalana deben aceptar. Es lo que define el grueso del pensamiento político ciudadano catalán y que pasa, grosso modo, por la aceptación de unos valores que tienen que ver con el reconocimiento de la singularidad catalana -sus costumbres y lengua- una cierta moderación en las formas y una actitud dialogante.
Junts x Cat ha renunciado a hacer política con el eje-izquierda y derecha. Esto no quiere decir que no mantengan una ideología de carácter liberal conversador, sino que rechazan hacer política hablando de políticas públicas. El Procés es el todo por el que apuesta el mundo Puigdemont. Y en esta decisión estratégica, que supone la pérdida histórica del dominio Convergent en la política catalana, ERC toma su lugar.
Así, en este cambio de tornas para conseguir el trono ansiado, ERC está llevando a cabo dos estrategias en paralelo: por un lado, en un intento de situarse como interlocutor principal con el Estado español, han reducido tres marchas el discurso sobre la independencia, defendiendo la necesidad de ensanchar las bases en primer lugar. Este cambio no ha pasado desapercibido por el grueso de la opinión pública. Pero la sala de máquinas de ERC pulsa otra palanca, produciendo un segundo giro. Un giro que se explica por la estrategia de convertirse en un actor político capaz de ganarse las simpatías – y apoyo – de la clase y el tejido empresarial moderado de Catalunya. Es éste el último giro de ERC que les acabaría de otorgar este papel de centralidad política que caracterizó a CiU durante tantos y tantos años.
¿Cómo si no entender, por ejemplo, la negativa de ERC a aprobar la propuesta de los comunes de subir ligeramente el IRPF a las rentas superiores a 120.000 € anuales como hicieron en diciembre en el Parlament? La política fiscal progresiva es la base de cualquier formación que dice poner la justicia social en el centro de su ideario político, por lo que, de forma descontextualizada, podría sorprender que se alinean con Junts x CAT y el PP para tumbarla. Pero en ubicarlo dentro de esta estrategia todo cobra más sentido.
Lo mismo sucede con la negativa reciente a aprobar la propuesta de un servicio público funerario para la ciudad de Barcelona. El coste de enterrar un muerto en la capital catalana supera de media los tres mil euros, una cifra difícil de afrontar para gran parte de la población. No sólo es eso, sino que el servicio de funerarias que opera en la ciudad de Barcelona lo hace en un mercado estrictamente oligopólico, donde dos empresas se reparten el total de tanatorios de la ciudad.
Otra vez, a simple vista, parece que el voto favorable de ERC tanto podría justificarse bajo criterios de equidad (esta parte asociada a la “E” de Izquierda) como apelando a la tradición liberal de la formación, en el sentido de establecer cierta competitividad dentro del mercado. La lista puede seguir con el posicionamiento respecto al CAP Raval Nord o la abstención ante la propuesta de ofrecer un servicio público municipal de dentista.
Quizás algún votante de ERC no acaba de estar de acuerdo. Pero si esto está sucediendo es que los resultados de todo este engranaje de encuestas, asesorías y análisis, deben informar de que la entrada de nuevos votantes compensaría, de largo, la pérdida de estos otros. ERC, como no podría ser de otra manera en este mundo de la política, hace lo que está en los límites de lo posible para conseguir el sueño de llegar a Ítaca. Quiero decir, perdón, a la Presidencia de la Generalitat de Catalunya.