Una proporción considerable de muertes prematuras en las ciudades europeas se podría evitar anualmente si se redujeran las concentraciones de contaminación atmosférica por debajo de las directrices de la Organización Mundial de la Salud. Concretamente, si las ciudades fueran capaces de cumplir con los niveles de partículas en suspensión inferiores a 2,5 micras (PM2,5) y NO2 recomendados por la OMS, se podrían evitar 51.000 y 900 muertes prematuras cada año, respectivamente.

Así lo evidencia un estudio publicado liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), que ha contado con la colaboración de investigadores del Instituto Suizo de Salud Tropical y Pública y de la Universidad de Utrecht, en Holanda. La investigación, publicada en la revista The Lancet Planetary Health, forma parte del proyecto Ranking ISGlobal de ciudades y es el primero de una serie de análisis destinados a estudiar el impacto en la salud de diversos factores ambientales propios de la vida urbana, como la contaminación del aire, el ruido, la falta de acceso a espacios verdes o el efecto isla de calor.

Tras estimar las muertes prematuras evitables en cada una de las ciudades, el equipo investigador estableció rankings en función de la carga de mortalidad para cada uno de los dos contaminantes estudiados. Según explican los autores del artículo, la carga de mortalidad varía considerablemente entre las ciudades europeas, lo que indica que se necesitan, con más urgencia, medidas políticas para reducir la contaminación atmosférica y conseguir comunidades sostenibles y saludables.

Así, según el estudio, grandes ciudades como París, Madrid, Barcelona, ​​Milán, Bruselas y Amberes encabezan el ranking de muertes asociadas al dióxido de nitrógeno, así como ciudades más pequeñas situadas en sus proximidades con un posible aumento del uso del automóvil para desplazarse a las grandes ciudades, como Mollet del Vallés, que se sitúa en la séptima posición del ranking, por detrás de Barcelona.

En cambio, la mortalidad mayor atribuible a partículas finas se encuentra en la región italiana de la Llanura Padana, al sur Polonia y al este de la República Checa. Esto se explica, según los investigadores, porque estas partículas finas son materia en suspensión producto de la combustión, no sólo de los vehículos motorizados, sino también de otras fuentes, como la industria, la calefacción doméstica o la quema de carbón y de madera.

El equipo de investigadores avisa de que «no hay un nivel de exposición a la contaminación que sea seguro para la salud» e insta a la Unión Europea a revisar los umbrales de contaminación actuales. «Las directrices actuales deberían revisarse y las concentraciones de contaminación atmosférica deberían reducirse aún más para conseguir una mayor protección de la salud en las ciudades», señalan los expertos.

Los autores del estudio afirman que el estudio tiene ciertas «limitaciones» y que serán necesarios más investigaciones que puedan tener en cuenta los efectos diferenciales sobre la salud basados ​​en la región, la edad, el sexo y el estatus socioeconómico. «Este tipo de análisis permitirá comprender mejor cómo varían los efectos adversos para la salud dentro de la población y servirá de base para emprender acciones políticas más específicas allí donde más se necesitan», remarcan.

Greenpeace denuncia «la pasividad de las administraciones»

Según Greenpeace, los datos presentados por ISGlobal demuestran «la pasividad de las administraciones públicas ante un problema de primer orden como es la contaminación atmosférica». La organización ecologista critica la «lentitud y falta de ambición para restringir el tráfico contaminante», así como los líderes políticos que han intentado derogar las medidas instauradas para reducir los niveles de contaminación.

«A pesar de los reiterados avisos de la comunidad médica y científica, y de las amenazas de la Unión Europea por incumplir los límites de calidad del aire, las grandes ciudades siguen priorizando un modelo de movilidad basado en el automóvil», señaló Adrián Fernández, responsable de movilidad de Greenpeace.

Para la ONG, es prioritario reducir el número de automóviles en la ciudad priorizando el uso de transportes sostenibles, con más transporte público, espacios peatonales y vías ciclistas seguras. «El descenso de la movilidad durante la crisis del Covid-19 es una oportunidad para reinventar las ciudades y evitar así que volvemos a la ‘vieja normalidad’, donde la gente muere por respirar aire contaminado», remarcó Fernández.

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