El anuncio de Boris Johnson de que los viajes podrían volver a empezar tan pronto como en mayo para los turistas de Reino Unido provocó el aumento más grande de reservas de “LA HISTORIA DEL TURISMO”, según han dicho dramáticamente los diarios. ¡Preparaos! Los británicos de 50+ y calcetines con sandalias van hacia Alicante, y eso quiere decir que sus hijos están reservando pisos de fiesta aquí para disfrutar de aquello por qué Barcelona es más famosa: la playa de la Barceloneta y Pacha. Cuando vi el titular pensé inmediatamente un plan de fuga. Ahora soy una experimentada Barcelonesa de periferia y no pienso cometer los mismos erros. Mi primer verano me quedé casi todo el agosto en la ciudad y vi como toda mi vida más allá del centro cerraba, y mis amigos se iban a las playas del norte o el sur de la ciudad, dependiendo de su posición socioeconómica, durante meses. Era caluroso y pegajoso, estaba aburrida, y fui testigo del carnaval de pesadilla que supone un centro con millones de turistas más de los que puede soportar. La lengua que perturbaba la paz, cantando, gritando, y portándose mal, podría haber tenido varios acentos, pero ciertamente era británico.

No defenderé lo indefendible, y no tengo ni idea de por qué tienen que venir y tratar sus vacaciones como si fueran una temporada del reality Jersey Shore. Veo como faltan el respeto a su entorno, con el alcohol como foco principal y sin parecer ser conscientes de estar visitando una ciudad con residentes que intentan vivir su vida normal. Lo único que puedo decir es que, al contrario de la creencia popular, estos turistas no embotellan su energía en el trabajo, comportándose bien todo el año, y respetan el lugar donde viven para después volar al extranjero y cagarse en otra ciudad durante una semana, hacen lo mismo cada fin de semana en el centro de su ciudad. Los pueblecitos de Reino Unido, pequeñas ciudades, periferias de grandes ciudades e incluso el mismo Pub del pueblo están cubiertos de vómito y vidrios rotos el domingo por la mañana, y el lunes los responsables de los daños están a las 8 de la mañana yendo hacia la oficina. La situación turística en Barcelona es insostenible, y me solidarizo con una ciudad que lucha para sobrevivir por sus residentes.

Cuando pienso en la etiqueta guiri me acuerdo como de complicada es debida la realidad que es el problema turístico. La turismofòbia se entrecruza con la identidad guiri regularmente y da cobertura y justificación a una mayor hostilidad versus el guiri. Los turistas son un problema, y los guiris que viven aquí y hacen lo mismo son vistos del mismo modo, no hay distinción. Me han dicho mil veces que un guiri es un tipo de turista molesto predominantemente del Norte de Europa, pero el problema con esto es que yo nunca he estado de vacaciones en España antes de vivir y solo me han bautizado como guiri desde que vivo.

Una reacción a una de mis columnas resumió perfectamente la desconexión. Decían que el término en cuestión es solo una broma que no se tomaba seriamente entre los españoles y catalanes, y que los mismos guiris exageraban. Para aclarar este punto añadieron que ellos también se sentían igual cuando estaban de vacaciones, así que ¿Cuál es el problema? Ahora bien, luz de gas a parte, centrémonos en el hecho que a pesar de que mi columna habla íntegramente de mi experiencia viviendo y trabajando aquí los últimos 5 años, la imagen de un sonriente norteuropeo combinada con las compartimentadas ideas del residente local, pobre inmigrante y turista, querían decir que este pobre chaval todavía no se podía hacer una idea que a estos extranjeros que viven en su ciudad no se los gusta ser reducidos a su divertida experiencia como forastero en su último viaje a Japón.

Lo que digo, y él lo prueba, es que el problema con el guiri es que nunca podrás pasar a tener un estatus de residente a ojos de la población local, porque siempre se te asocia al estado temporal de turista. Este guiri es la permanente manifestación de resentimiento hacia los turistas para apoderarse de la ciudad, turismofòbia. Decir que no me tendría que preocupar porque guiri solo se refiere a turistas, es no comprender que este guiri es una identidad de destino final. Cuando llegó la pandemia en marzo, mis padres, asustados en casa viendo la televisión, insistieron en que cogiera un vuelo y saliera de Barcelona antes de que fuera demasiada tarde, para volver a casa. Aun así, algo en el estómago me molestaba, esto mí casa, aquí es donde recaen mis responsabilidades, aquí es donde he contribuido en el estado. Cuando lo pensé algo más, les dije que no quería abandonar la casa que me había hecho, que, si esto tenía que ser realmente un desastre había escogido quedarme en Barcelona, es mí casa y es mi ciudad, es la sociedad a la cual quiero reincorporarme después de la cuarentena, y estará allí para mí cuando esto acabe.

Durante la pandemia, olvidé mi condición de guiri un poco. El hecho de estar tanto tiempo dentro y sin contacto con el público, mi diferencia no se ponía de manifiesto. No se me hacía sentir como el “otro” en absoluto. Supongo que no hay nada como un trauma colectivo lejos de casa para arraigar emocionalmente a un nuevo lugar. Este era mi lugar ahora, y todavía se había convertido más desde que escuchaba las ruedas de prensa de Fernando Simón con el resto de la nación. Asumí también, bueno, no tuve que pensar conscientemente, que puesto que no había turistas mi estado de residencia sería evidente cuando finalmente pudiera salir, que las cosas serían diferentes, la pandemia había cambiado muchas cosas.

Recuerdo el primer paseo de libertad a las 8 de la tarde de un lunes, me generó un poco de ansiedad al principio, puesto que ¡no había visto tanta gente en el Paseo de San Juan en dos meses! Cuando finalmente se podía ir a tomar una cerveza fuera, fui a un bar local de la esquina de mi calle con un amigo, un chico inglés de pelo rizado. Es el bar donde vamos siempre, y la familia que lo lleva nos conoce, todo el mundo quiere algo local, ¡incluso los guiris! Justo tomábamos los primeros tragos alegrándonos de poder vernos de nuevo en persona, una pareja pasó mirándonos con desaprobación antes de mascullar “Oh, mira, ¡ya han vuelto los turistas!”. Algo que no era ni físicamente posible se convirtió en la única explicación de nuestra existencia en sus calles.

Estuvimos en los balcones aplaudiendo, animando, escuchando la música de los otros y cantando con ellos, pero de vuelta en la calle, soy una plaga. Quiero a esta ciudad, es mi única casa ahora, pero nunca reconocerá la experiencia que compartimos, nunca me incluirá en la curación de nuestro trauma compartido. En momentos como este, que exigen una mayor solidaridad comunitaria, ¿quién es la comunidad? No negaré que me volvió a hacer daño, no negaré que me enfadé mientras gritaba “somos residentes” y mi amigo inglés me reñía de tan guiri al respecto. Pero la verdad que un guiri nunca pasa de ser un turista. Residencia: 5 años, pandemia: 1 año, guirigohome: eternamente.

The_tourists_are_back (V.O)

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