La credibilidad de la democracia participativa está en juego en Barcelona. En septiembre, todos los partidos representados en el Consejo Municipal tendrán que votar (lo tendrían que haber hecho ya) al nuevo Síndic de Greuges de la ciudad, a partir de una propuesta que tiene que presentar la alcaldesa y para la cual se desea encontrar un amplio consenso que en estos momentos no existe. Desde la creación de la institución, en 2004, los síndicos de Barcelona (en realidad, han sido dos síndicas, Pilar Malla i Maria Assumpció Vilà) se han votado en el pleno del consistorio por unanimidad o casi, si bien el mínimo legal son dos tercios, es decir, que hacen falta los votos de 27 de los 41 concejales. En estos momentos, ninguno de los aspirantes los tiene garantizados.

Lo que hay sobre la mesa son los resultados del proceso participativo que se hizo entre el 19 de abril y el 19 de mayo a través de la plataforma decidim.barcelona, y que concluyó con una victoria holgada de David Bondia, profesor de derecho de la UB y presidente del Institut de Drets Humans de Catalunya. Bondia era el único de los candidatos que ya había presentado candidatura cinco años atrás, en 2016, cuando quedó en segundo lugar en votos populares, a poca distancia de Maria Assumpció Vilà. Cinco años después, repite como candidato y obtiene el 46,6% de los apoyos: 1.414 votos. El segundo con más apoyos es Ramon Nicolau (410, 14%), seguido de Jordi Giró (288), Zaida Muixí (270), Isabel Alonso (215), Ricard de la Rosa (186), Rosa Cañadell (167) y Rafel López (84).

El proceso de votación popular no es vinculante, pero en 2016 fue determinante para que Vilà fuera ratificada poco después del proceso participativo, a pesar de que la distancia con Bondia había sido de solo 135 votos (2.594 a 2.459). Ahora ha habido más candidatos y el sistema de votación se ha endurecido, con muchas más medidas de seguridad para garantizar que cada voto correspondía a un barcelonés o barcelonesa real, lo que dificultaba mucho la participación y sin duda explica que haya sido inferior a la registrada en 2016. También se ha criticado la poca publicidad que el mismo Ayuntamiento ha hecho del proceso participativo, si bien este no es un punto diferencial respecto a lo ocurrido hace cinco años.

Hay otro aspecto que ha diferenciado ambos procesos. Mientras que en 2016 la votación se podía seguir al minuto durante las semanas que estuvo abierta, y por tanto era como una carrera de fondo con público en las gradas, en esta ocasión los votos se han mantenido en secreto hasta el último día del proceso. Dicho de otro modo, hasta el mismo día que se anunciaron los resultados nadie tenía ni idea de cómo iba situado en la carrera.

El ‘lastre’ del apartidismo

La imprevista victoria del profesor de la UB, en especial por la gran distancia con el resto, ha trastocado todos los esquemas. En esta ocasión, la democracia participativa no ha dado el resultado esperado, y solo eso puede explicar el hecho de que entre los partidos políticos del consistorio la cuestión se haya ido dilatando a la vez que iban apareciendo algunos artículos tratando de desacreditar el resultado o el mismo proceso participativo.

Bondia no milita en ningún partido y no era el caballo ganador de ninguno de los partidos representados en el Ayuntamiento, por mucho que algún medio digital lo haya querido adscribir a los Comuns (una hipótesis poco consistente, teniendo en cuenta que hace cinco años los Comuns votaron a Vilà y que dos de las personas que se presentaban en esta ocasión, Zaida Muixí y Rosa Cañadell, forman parte de este espacio). Curiosamente, el apartidismo y la independencia política, los rasgos que más y mejor tendrían que avalar a un aspirante a un cargo de defensor de los ciudadanos, es lo que está jugando en su contra. Así lo expresaba el mismo Bondia el 10 de julio a través de un tuit que fue bastante comentado.

Cómo desacreditar un proceso participativo

En el marco de la estrategia para desacreditar el resultado participativo, durante estos meses se han oído/leído dos argumentos más. En algún momento se han querido presentar los resultados como un empate técnico entre David Bondia y Ramon Nicolau, afirmando que el primero había ganado en apoyos individuales mientras que el segundo lo había hecho en apoyos institucionales, puesto que las candidaturas las presentan entidades sociales y Nicolau tenía 73 mientras que Bondia sumaba 57. Pero esta cifra no tiene nada que ver con el proceso de votación, las entidades no votan y, de hecho, pueden apoyar a más de un candidato (como así ha sucedido). Es más, en el anterior proceso para escoger al síndic de Barcelona, el candidato que se presentaba con más apoyo sociales, Àngel Miret, no fue el elegido, ni siquiera fue tenido en cuenta porque quedó tercero, pero a mucha distancia de Vilà y Bondia.

El otro argumento (o la otra excusa) para desacreditar el resultado es el de la participación. En Barcelona viven aproximadamente 1,4 millones de personas mayores de 16 años, que son las que tenían derecho a votar su candidato/a a Síndic de Greuges. Solo lo hicieron 3.034, lo que quiere decir que la participación final fue del 0,21%. Una participación tan pobre tendría que hacer reflexionar al Ayuntamiento, que es quien impulsa estos procesos, pero no hacer caso de los que sí que se los creen y participan en ellos no parece la mejor manera de estimularlos. En 2016, con un sistema informático que ponía las cosas mucho más fáciles para votar, se contabilizaron 6.747 votos, que suponían el 0,48% del censo, una participación igualmente pírrica pero que no se usó para desacreditar el resultado. Seguramente porque era el que se deseaba.

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1 comentari

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