Andreu Claret ha combinado el periodismo, el activismo político y la gestión institucional a lo largo de su trayectoria. Como periodista fue director de la agencia EFE en el África Subsahariana, América Central y Catalunya. Dirigió Treball, el órgano del PSUC, y Nous Horizonts, la revista teórica del partido. Ha sido director del Instituto Catalán del Mediterráneo, que reconvirtió en Instituto Europeo del Mediterráneo. Entre 2008 y 2015 fue el director ejecutivo de la Fundación Euromediterránea Anna Lindh, con sede en Alejandría (Egipto). Ha escrito cuatro novelas, tres de ellas relacionadas con la guerra civil en Catalunya. La última, “1939. La caída de Barcelona”(Editorial Columna), ha llegado a las librerías este 1 de septiembre.
Dedica el libro “a la madre, que caminó de Manresa a El Pertús cuando todavía no tenía quince años”. ¿Qué le contó su madre de esta caminata hacia el exilio?
Mi madre y mi padre salieron por separado. Aún no se conocían. Mi madre era muy jovencita. Mi padre era mayor. Tanto mi madre como mis abuelos maternos me hablaron mucho de esta caminata de Manresa hasta El Pertús. El mayor impacto que tuvieron fue la llegada a Francia. Iban con el espíritu de refugiados y se encontraron con unos soldados que los atendían a trompicones, separaban hombres y mujeres, y los hacían ir hacia los campos de concentración, con aquel famoso “allez!, allez!”. Muchos de los soldados franceses eran de origen senegalés. Para mi madre, que no había salido de Manresa, ver un soldado senegalés era un susto. Me hablaron mucho de aquello. También mi padre. La gente que no ha vivido en el exilio no lo entiende porque aquí, de la guerra, se hablaba poco y en el exilio se hablaba mucho, con nostalgia, con la idea de que “las próximas Navidades volveremos a estar en Barcelona”. Y pasaba una Navidad, otra y otra, y las cosas no cambiaban, pero se hablaba de ello. Tengo el recuerdo humano de mi madre y el recuerdo más político de mi padre, que siempre que había discusiones acaloradas en casa entre refugiados sobre la guerra, las cortaba diciendo que “la guerra no la ganó Franco, la perdimos nosotros, los republicanos, y por tanto, lo que tenemos que hacer es examen de conciencia para saber porqué la perdimos”. Detrás de esta frase estaba la visión crítica del desbarajuste inmenso que había sufrido Catalunya durante la guerra y durante la huida hacia Francia. Primero con las violencias de los grupos más o menos incontrolados, después con la incapacidad de gestionar políticamente la situación y finalmente con el drama, que intento describir en la novela, de la derrota de las instituciones catalanas, que se ve a través de la figura de Lluís Companys, un presidente que pasa la frontera, solo, abandonado y criticado por los suyos, sin un duro en el bolsillo, de tal manera que, cuando se come un bocadillo al otro lado del Coll de Lli, debe pedir dinero al presidente vasco, José Antonio Aguirre. Esta imagen de Companys es una metáfora del desbarajuste que sufrió Catalunya tras la caída de Barcelona.

Yo nací en 1956 y a mí mis padres no me hablaban nunca de la guerra que habían vivido
Yo nací Acs, en Francia y vine a Barcelona cuando tenía 17 años. Me sorprendió cuando vine que nadie de mi edad hablaba de la guerra y si yo les hablaba de ella no sabían nada. Sus familias se habían quedado aquí. No sabían nada de lo que había pasado ni de los primeros años del franquismo. Para mí fue un choque afectivo, sentimental, también intelectual. ¿Cómo era posible que yo supiera el nombre del general Yagüe, que dirigía las tropas que entraron en Barcelona, porque en casa se hablaba de él y aquí no sabían nada de nada?
¿No se quería hablar del tema? ¿Se quería evitar enfrentamientos, discusiones?
Cuando se critica el olvido está bien que se hagan críticas políticas porque tiene que ver con la forma en que se hizo la transición, con la amnistía, pero a veces se olvida que este olvido fue de toda la sociedad, fue una necesidad colectiva de cerrar una puerta ante una situación que era de mal recuerdo. En una de las citas que hago al principio del libro, Teresa Pàmies dice que “las victorias son más fáciles de evocar que las derrotas” y la guerra era una derrota. En Catalunya era una doble derrota, una derrota ante los franquistas que habían ocupado Catalunya, impuesto su ley, una lengua única, etcétera, pero era también una derrota política de una Generalitat incapaz de gestionar la retaguardia catalana y que cuando terminó la guerra, en febrero de 1939, estaba hecha añicos, desintegrada. Se recompuso un poco en el exilio, con iniciativas de Companys que no duraron mucho y se mantuvo, estrictamente, por la tozudez de Tarradellas. El silencio de mucha gente que había vivido aquello se debía a que para ellos era mejor no recordarlo. Era una catástrofe. Al principio hubo un momento épico, que fue la capacidad de resistir el levantamiento franquista en Catalunya, pero que fue acompañado, casi enseguida, de la violencia de las milicias. Recordar la batalla del Ebro desde Catalunya era difícil porque Catalunya envió a ella miles y miles de chicos que no tenían ni veinte años que murieron en una contraofensiva que todo el mundo sabía que era inútil porque la guerra estaba perdida. ¿Recordar qué? ¿Recordar la salida? Se hizo con un desorden monumental; nadie fue capaz de organizarla. En la novela queda bastante claro. Cuando se acabó la guerra, la gente de aquí guardó los recuerdos en un cajón y no lo abrió hasta mucho más tarde. Era una derrota colectiva y las derrotas colectivas las sociedades las digieren mal. Recordar ahora, encontrar a la gente que está enterrada en fosas comunes es necesario pero no habrá una verdadera recuperación de la memoria colectiva si no se recuerda también el porqué de esta derrota.
Es el tercer libro que dedica a la guerra civil en Catalunya. Antes escribió “El secreto del brigadista” y “El cónsul de Barcelona”. ¿Por qué ha elegido la caída de Barcelona en manos franquistas para cerrar esta trilogía?
Porque es el fin. La guerra civil en Catalunya tiene algunos momentos icónicos. La derrota de los fascistas, el 19 de julio. La violencia de las milicias. Los Fets de maig, o sea la guerra dentro de la guerra, una particularidad de la guerra en Catalunya que no interesa recordar porque nos matamos entre catalanes y porque Franco no tenía nada que ver con ello. En todo caso, quien ponía leña al fuego era Stalin intentando que se eliminara a la gente del POUM. Y, finalmente, la caída de Barcelona con la huida de cientos de miles de personas. Este recuerdo de la madre siempre me ha atormentado. Siempre he pensado ¿cómo es posible que de una epopeya como ésta, con 450.000 personas huyendo, y pasando la frontera en tres semanas, una riada de gente impresionante, haya tan poca narrativa? Y que no haya ninguna película. ¡¡Tanto que hablamos del drama de los Balcanes, de Siria…!! En Catalunya hemos conocido uno de los grandes éxodos humanos del siglo XX. Siempre me ha sorprendido que se hable tan poco de esto. He leído los relatos personales de gente que lo vivió, que lo explicó en caliente, y constituyen un momento extremadamente épico. La situación que conoció Figueres es parecida a la de Gernika. Se han hecho películas sobre la guerra civil, o sobre Companys, pero no se ha tratado el drama humano extraordinario que supuso que miles y miles de personas hicieran lo que hizo mi madre con sus padres, salir de Manresa caminando, arrastrando un carrito, que cuando las ruedas se rompían seguían tirando de él con una cuerda hasta que tenían que tirarlo y guardar las cosas imprescindibles. Mi abuela, en Francia, me ponía una cuchara de plata para el desayuno y un día me explicó que era la única pieza que conservaba de toda una vajilla de su matrimonio que se había llevado y que había tenido que tirar porque pesaba demasiado. Esto es un drama que debería haber generado más literatura. Los novelistas servimos para que lo que los historiadores cuentan, y que no siempre tiene suficiente trascendencia, sea más conocido.
Hay poca narrativa en catalán sobre el drama que representó el éxodo de 450.000 personas. ¡Y ninguna película!
El libro se puede considerar ‘novela histórica’. ¿Por qué elige esta fórmula para hablar de hechos como la caída de Barcelona?
La novela histórica, cada uno la interpreta a su manera. Hay novela histórica donde pesa más la condición de ficción que el marco histórico. Yo intento ser bastante respetuoso con este marco. Con mi interpretación, claro está, que no tiene porqué ser compartida. La historia es como un esqueleto. Si sólo existe la historia, los esqueletos no son muy atractivos, no provocan emociones aparte de asustar a los chavales. Este esqueleto lo tienes que rellenar de carne para que esté vivo. Y esta carne es la narrativa, con personajes de ficción como Manuel, la chica polaca, Agnieszka, la otra chica, Irene, que está inspirada en Irene Polo, la gran periodista que estuvo en Catalunya en los años treinta. Esto es lo que da vida a la novela histórica. Por otro lado, si tú hablas de Companys, Azaña o Negrín, tres personajes que salen en esta novela, no les tienes que hacer decir cosas que no sean verosímiles. Inventas los diálogos pero deben ser verosímiles. También puedes hacer una novela haciéndole decir tonterías a Companys, pero será otra cosa, una ficción, no una novela histórica. He leído muchos relatos para escribir este libro. Por poner un ejemplo, me conozco Caldetes durante la retirada como si la hubiera vivido, porque me he leído todo lo que se ha escrito de Caldetes en aquellos momentos pero no basta con éso. Lo tienes que vestir con personajes que tengan sentimientos, que hagan el amor, que lloren o que se mueran.

¿Ha hablado con los familiares de los personajes reales que aparecen en la novela?
No. Todo lo que hace y dice Companys en la novela está muy documentado. Cuando digo, por ejemplo, que los suyos, la gente de ERC, lo despreciaron, e, incluso, que lodescalificaron llamándole El Pajarito, que se metían con su carácter estrafalario, con su mujer,… nadie se puede sentir molesto. Companys es un personaje fascinante a quien yo salvo humanamente. Tenía un buen fondo. Estoy convencido. Así lo revela su amistad con el Noi del Sucre y Layret, y mi padre que era amigo suyo me habló mucho de él. Pero políticamente él y su partido fueron incapaces de hacerse cargo de la situación que se creó a partir del 19 de julio. Hizo algo muy importante, que es que plantó cara al levantamiento franquista, porque otro podría haberse largado. Él plantó cara, pero se desató una situación que le superó completamente. Políticamente le salva la firmeza con la que hizo frente al secuestro de los alemanes, el juicio y el fusilamiento de los que también hablo en “1939”.
¿Se puede comparar el exilio de los que marcharon de Cataluya al final de la guerra civil con la marcha al extranjero de los independentistas en octubre de 2017 tras la proclamación de la independencia?
Una novela es algo que tú escribes y luego la gente la lee y cada lector saca sus conclusiones. Algunos verán paralelismos y otros, no. Algunos estarán de acuerdo; otros, no. Yo no escribo novelas para hacer comparaciones o lo que se llama presentismo; es decir, hablar del presente a partir de la historia. No es mi talante. No se puede comparar el exilio que sufrieron las 450.000 personas que salieron por La Jonquera con el llamado exilio que han sufrido algunos líderes del proceso. No se puede comparar y punto. De todos modos, vivir fuera, como yo que he vivido en Francia desde que nací hasta los 17 años, siempre es jodido. También lo es para Puigdemont, Comín y los que han marchado. Dicho esto, que no me vengan con comparaciones históricas que no tienen sentido.

Los hay que difunden la idea de que la guerra civil fue un confrontación entre España y Catalunya y bastante gente les cree. ¿Cómo es posible?
Hay toda una relectura interesada de la guerra que hace el independentismo y, en general, el nacionalismo catalán, que ve la guerra civil como algo que nos cayó del cielo porque España era un país ingobernable y mientras tanto Catalunya era un oasis. Según esta visión, la guerra que importamos de España acabó con el sueño catalán. Esto es una tontería que no resiste el más mínimo análisis histórico. La guerra civil española ha generado cientos de libros y nadie compra este relato. Nosotros fuimos parte de la guerra civil, porque Catalunya también sufría un conflicto social muy agudo. Aquí hubo una burguesía catalana que se fue a Burgos, aSan Sebastián, a Roma. Aquí hubo una gente que plantó cara al levantamiento fascista, los anarquistas, los comunistas, los socialistas, Companys y un sector de ERC, entre otros. Aquí también hubo una guerra entre catalanes, en mayo del 37, alimentada por el estalinismo. En la retaguardia catalana hubo una violencia extrema peor que la de otros lugares de España. ¡No nos engañemos! Si queremos recuperar la memoria lo tenemos que hacer en todos los sentidos y analizar todo lo que pasó. ¿Cómo es posible que Companys pasase el Coll de Lli en las condiciones lamentables que lo hizo, sin un duro, mientras que Aguirre pasaba acompañado de los gudaris, con el dinero del gobierno vasco puesto en Suiza y un plan diseñado para afrontar el exilio? Fue un desbarajuste y tenemos que analizarlo así si queremos aprender algo. La historia siempre te dice algo sobre el presente. No quiero comparar el desbarajuste del 39 con el que hemos sufrido aquí los últimos años, con el gobierno de Quim Torra, pero la historia siempre te enseña cosas. Si hacer una novela contribuye, al menos en el sentido de abrir un debate, mano de santo.

Tenemos, eso sí, partidos y grupos que defienden hoy el franquismo. En el Congreso y en el Parlamento hay un buen número de diputados de Vox. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha obligado al Ayuntamiento a reponer la placa de la calle dedicada al general Millán Astray…
Hay un franquismo sociológico que existe, sobre todo en el resto de España, pero también tiene una presencia aquí, no nos equivoquemos. ¡Miremos los últimos resultados electorales! Hay una nueva derecha beligerante que intenta reescribir el relato de la guerra civil. Como Pablo Casado que intenta explicar la guerra civil a partir de un origen republicano, como si la República hubiera hecho tan mal las cosas que la guerra se hubiese hecho inevitable. Esto no es así. La guerra civil española no se puede analizar fuera del contexto internacional. Era una anticipación de lo que llegaba a Europa como consecuencia del auge de los nazis en Alemania y del fascismo en Italia. Esta revisión histórica de Casado tiene un sentido instrumental, para acusar a los herederos de la República de tener una mancha negra por la guerra. Como decía mi padre, la República cometió mil errores, conocidos por todos, pero Franco se levantó contra un gobierno legítimamente constituido y punto. No ofrece ninguna duda a la inmensa mayoría de historiadores que han tratado el tema y mientras la derecha española no tenga la capacidad de verlo así lo tiene jodido porque se coloca en una narrativa que no será hegemónica en la sociedad española y que no se entiende en Europa.
¿No?
Yo creo que no. La sociedad española es democrática. Hay un gobierno de izquierdas basado en una mayoría parlamentaria que hace las cosas mejor o peor pero que expresa una realidad del conjunto de España, incluso Madrid. Es verdad que en Madrid hay una derecha beligerante y populista que ha logrado ensanchar su apoyo, pero hay otro Madrid que yo he conocido cuando viví allí. Hay una Andalucía, que ahora es de derechas porque la corrupción hizo mucho daño al PSOE pero donde el sentimiento democrático y progresista está muy extendido. La derecha no puede pretender vender al Partido Popular Europeo la idea según la cual la guerra civil fue culpa de la República. Si intenta desarrollar esta narrativa, el PP tocará techo en España.
La guerra civil fue una sublevación contra un poder legítimamente constituido y mientras el PP no lo acepte lo tiene jodido
¿Por qué se perdió la guerra?
Como decía mi padre, “la guerra la perdimos nosotros, los republicanos”. Hablando sobre todo de Catalunya, la guerra se perdió porque con los excesos la República perdió popularidad en sectores populares muy amplios. En España, la guerra se perdió porque Hitler y Mussolini jugaron a fondo a favor de Franco. Sin ellos, Franco no la habría ganado. Estoy convencido. Es verdad que en un primer momento se equilibró con la ayuda soviética, pero sólo en un primer momento. Cuando Stalin vio que se enfangaría en la guerra civil española y que necesitaba recursos para hacer frente al auge del fascismo en Alemania, dio marcha atrás y se retiró. ¿Quién bombardeaba? Los alemanes y los italianos. Porque salió tanta gente a la calle cuando llegaron los franquistas a Barcelona aplaudiéndoles? Porque había mucha gente católica en Catalunya que llevaba tres años sin poder ir a una misa. Porque mucha gente lo había perdido todo con la colectivización forzada. A los agricultores de La Fatarella les colectivizaron los jamones que tenían en la despensa, que era toda la riqueza que tenían acumulada. Esta gente estaba harta. Y porque se acababan los bombardeos. Es un tema poco conocido internacionalmente y por eso insisto una y otra vez en ello en la novela. Los bombardeos de Barcelona, Granollers y Figueres fueron el ensayo más sistemático de lo que pasaría después en la segunda guerra mundial, con los de grandes ciudades. La gente no podía más. La victoria franquista significaba un cierto orden, una cierta normalidad, reabrir las tiendas, volverse a poner corbata los que tenían…
Los bombardeos de Barcelona fueron el ensayo de lo que pasó en grandes ciudades europeas durante la segunda guerra mundial
Dice que no le gusta hacer presentismo pero déjeme preguntarle si es capaz de imaginar cómo estaríamos ahora si Franco no hubiera ganado la guerra
¡Esto es para una novela ucrónica! En Catalunya había un potencial cultural, intelectual, y social muy importante. Había un movimiento anarquista que ha sido criticado por la acción de los grupos incontrolados pero que tenía una dimensión cultural muy interesante. ¡Y lo digo yo, que vengo de una tradición más bien comunista! Me interesa esta tradición anarquista por lo que tenía de modernidad, por lo que llamaríamos hoy una vida sostenible… Si la guerra la hubiera ganado la República, tampoco habría sido fácil pero hay que pensar que nos hubiéramos incorporado a la dinámica europea medio siglo antes. A los catalanes, que pensamos que somos más europeos que nadie, hay algo que nos falta y es no haber vivido plenamente el drama de la segunda guerra mundial. Yo, que nací en Francia, todavía me emociono el día de la liberación. Si Franco hubiera perdido, España habría sido más europea y la historia de Europa habría cambiado.
¿Companys era independentista? ¿Qué pensaría del procés?
Algunos me han preguntado qué haría Companys si pudiera viajar en el tiempo y ver la Catalunya actual, como sucede en una novela. Pues depende de cuando llegara a Catalunya. Si fuese en 2010, en medio del conflicto con el gobierno Rajoy, lo más probable es que se hubiera incorporado a la dinámica del procés como tantos otros. Pero Companys no era independentista. Tuvo momentos de arrauxament, porque era un hombre arrauxat y porque una parte de los suyo y de la gente de Estat Català lo presionaban y la acusaban de no ser suficientemente nacionalista; entre otros, su mujer. Si Companys cayese del cielo ahora, en 2021, sin haber conocido el procés, y viera que la mitad del país se ha hecho independentista creo que se quedaría boquiabierto. Insisto, Companys no era independentista, a pesar de su relación difícil con Negrín, que le hizo incontables putadas durante la guerra. Companys venía de una mentalidad catalanista, republicana, progresista, de izquierdas que hoy llamaríamos federalista. No tenía un marco de referencia conservador como el que definió Jordi Pujol y que después ha sido la matriz a partir de la cual el independentismo ha crecido en Catalunya.

¿Cierra la trilogía sobre la guerra civil y Catalunya con este libro?
Espero cerrarla pero no puedo poner la mano en el fuego porque hay temas que me fascinan, como el de Ramón Mercader. Hay mucha cosa escrita y películas, pero no sé si se ha entrado bastante en el personaje, en las razones por las que este comunista catalán que vivía en Pedralbes, con el padre empresario del textil y la madre, de origen cubano. Es muy catalán eso de pasarse de vueltas y de clase, agarrándose a una utopía, en este caso la utopía comunista. La razón por la que Mercader acabó matando a Trotsky es muy compleja psicológicamente.
“1939. La caída de Barcelona” ¿gustará más a los independentistas o a los no independentistas?
No escribo pensando en esta pregunta, pero ya que me la hace contestaré que quizás sea de especial interés para gente de ERC que puede encontrar sugerencias sobre la historia azarosa de su partido.



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