El pasado 29 de mayo, la autopista entre Badalona y Mataró fue cortada por organizaciones cívicas durante cuatro horas. Más de cincuenta entidades de la ciudad situaron sobre el asfalto tenderetes en los que planteaban dos reivindicaciones: la defensa de la enseñanza pública y la conversión del espacio habitualmente ocupado por los coches en un bulevar verde. La acción, comunicada y tácitamente autorizada, se desarrolló sin ningún incidente. Todo ese movimiento no salió del término municipal de Badalona. Una especie de ley del silencio se interpuso entre los badaloneses y la opinión pública catalana.
Construida ‘manu militari’

La C-31, conocida como la autopista de Badalona, se construyó, casi por sorpresa, hace 53 años, fruto de un real decreto de la época franquista. Aparentemente, la función de esta carretera era y es facilitar la salida hacia el Maresme de los miles de barceloneses que querían disfrutar de las playas. En ese momento no hubo oposición. La dictadura no lo permitió.
Así pues, en 1969 se inauguró la autopista de Barcelona en Mataró, ahora C-31. Esta gran infraestructura vial destinada a los vehículos privados a motor atraviesa toda la ciudad de Badalona y ocupa una superficie de unos 200.000 metros cuadrados.
La vía de comunicación para los badaloneses ha significado una especie de cuchillo que trocea una ciudad bastante torturada con la construcción de barrios – dormitorio durante la ola más fuerte de inmigración. La estructura de la autopista es desmedida: una barrera de hormigón que separa no sólo físicamente a los barrios sino que lo hace también psicológicamente. La gente habla en Badalona de norte y sur de la autopista. E incluso la demoscopia refleja esa división.
Sólo algunos datos ayudarán a entender cómo la autopista trocea la ciudad. De las 45 calles que atravesaban de sur a norte la vía de comunicación, 36 han quedado bloqueadas por la autopista. Y ocho de los nueve distritos de Badalona quedan separados por la C-31. En este sentido, recordar que una de las promesas que en su día se hicieron: construir viales laterales que permitan la circulación paralela, no se ha cumplido después de más de 50 años.
Unos 70.000 automóviles diarios
Según los últimos estudios el tráfico que ocurre a diario por la autopista es de unos 70.000 vehículos de motor. Esto implica una contaminación creciente, no sólo fruto de los tubos de escape, sino también por el ruido que hacen los autos, que pasan a pocos metros de las ventanas de bloques de pisos.
Hace aproximadamente un año activistas de diversos ámbitos se reunieron en el movimiento Transformem de autopista. El objetivo es coser de nuevo la ciudad, muy dañada del desbarajuste que significó el desarrollismo franquista. Y sí, se quiere convertir el espacio, ahora reservado a los coches, en una especie de rambla longitudinal que acerque a los ciudadanos del norte y del sur de la vía de comunicación. La alternativa sería derivar el tráfico por otras vías como las que pasan junto al gran polígono de Montigalà, ahora destinado comercio masivo. También se habla de potenciar el transporte público, enterrando la vía de cercanías que comunica el Maresme con Barcelona. Esta guerra está ganada, explica un ecologista badalonés: «si no se hace nada, el mar se va a llevar las vías», afirma.
Los sectores educativo y cívico, líderes
Por todo ello no es de extrañar que la Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos de Badalona (Fampas) haya co-liderado la revuelta. Llevan meses reclamando, junto a su lucha eterna en favor de más plazas públicas para todos los niños y niñas de la ciudad, el control del tráfico a las puertas de las escuelas. Tienen claro los efectos nocivos que, para la salud de los niños, tiene la polución ambiental. Así pues, Tansformem la Autopista y las Fampas llamaron a la acción y más de 50 entidades, desde la Federación de Asociaciones de Vecinos de Badalona, pasando por el Club de Cricket local, impulsado por jóvenes paquistaníes; el club de arqueros, o las entidades ecologistas y los miembros de centros de esparcimiento locales y las escuelas de ballet, se autoconvocaron el 29 de mayo para ocupar durante unas horas el asfalto con sus puestos.
Cuatro horas de actividades ciudadanas llenaron, sin ningún incidente, los carriles de la C-31. Al terminar la sensación era de euforia entre los organizadores. Todo había funcionado bien, e incluso el público asistió masivamente, a pesar del escenario inusual.
Silencio sospechoso
Sin embargo, al día siguiente ningún medio de comunicación de fuera de la ciudad, ni público ni privado, se hizo eco de la movilización. Fuentes de la organización explican que fueron avisados personalmente, pero no acudió ninguna. Solo los medios locales informaron puntualmente.
Badalona está muy cerca de Barcelona y muy a menudo es objeto de informaciones en la prensa, radio y televisión catalanas. Un activista por el derecho a la vivienda explicaba: «he visto venir unidades móviles de TV cuando se quema una papelera». Y no puede decirse que TV3, por ejemplo, no se mueva. El mismo día hizo un reportaje de la recogida de colillas en la playa de un pueblo del Maresme.
¿Cómo se explica el silencio mediático, el menosprecio a una acción propositiva llevada a cabo por más de cincuenta entidades de la sociedad civil y que contaba con el apoyo tácito del ayuntamiento? Existen diversas teorías. Una sería un repentino error colectivo de las correspondientes redacciones. Poco plausible si se tiene en cuenta que están llenas de buenos profesionales. Otra sería un silenciamiento fruto de una consigna desde el poder político. Y la tercera podría explicarse porque la acción ciudadana rompe un relato que se ha extendido por todas partes sobre Badalona.
Un relato interesado, comprado por los medios
Durante años y años se ha vendido una idea de Badalona como territorio salvaje, con altos niveles de conflictividad de orden público y barrios casi suburbiales. Un político ha hecho buena parte de su carrera extendiendo estos tópicos en todo el país. Y, consecuentemente, vendiendo la solución a todos los males en forma de más policía y mucha mano dura, especialmente hacia la gente más débil. Parece que muchos medios han tomado a este dirigente conservador como su referente en la ciudad. A los medios les sería, pues, más fácil creer según qué tópicos que tener una mirada abierta en relación a la ciudad.
Porque Badalona tiene problemas y desde siempre ha tenido una sociedad civil viva. Contra lo que se explica hay consensos mayoritarios entre sus habitantes: la educación, reclamar servicios y la salud para todos son algunos de estos puntos de coincidencia, a norte y sur de la autopista. Y el sentimiento general es que, sin palos en las ruedas, la ciudad tiene futuro.



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