Es jueves por la tarde y tras una divertida comida de trabajo, las mejores, cometo el acto masoquista de pasear hasta el Guinardó con el calor sofocándome porque salí de casa con americana y no tengo donde guardarla.
Otra persona hubiera cogido el metro y se hubiera quedado tan pancha, pero voy con la cámara de fotos y un defecto de forma en mi cerebro conlleva la obligación de documentarme si ella me acompaña, algo bastante habitual.
Tras despedirme de mi socia Cristina, que volverá a aparecer en breve con más detalles, asciendo por el carrer de Rocafort y topo en su esquina con Córcega con el Hort La Lola, con varios murales urbanos y muchos indigentes, posibles borrachos del Primavera Sound, en los bancos de sus aledaños.

No es indicio de nada porque llevo semanas con la mente preparada para escribir sobre el arte de los muros y el mobiliario de Barcelona. Lo haré con cierto orden a través de un mosaico de diversas caminatas, sin querer ser absolutista en mis intenciones, más bien relacional porque las piezas captadas por la retina suelen encajar con lógica, sin mucho esfuerzo.
Ese jueves encaré el carrer d’Alfons XII, dejé atrás la plaça Molina, avancé por el carrer Ballester y desde plaça Lesseps circulé un rato por travessera de Dalt hasta darme el lujo de pasar un rato por el carrer de la Salut al apetecerme tomar instantáneas de su iglesia, restaurada y cada vez más rara en ese entorno destrozado y poco atendido por el Ayuntamiento.

A pocos pasos, en un solar de obra, leo una plantilla donde alguien ha empleado la ironía sobre este fenómeno contemporáneo: Si esto fuera de Bansky ya sería millonaria. Tampoco exageramos.
Al cabo de cien metros desciendo hacia la plaça Sanllehy. En el lugar de la vieja Quirón veo un mural del brasileño Claudio Ethos, realizado en 2015 con motivo del Open Walls Conference.

Durante el mismo evento, pero justo un año después, Sixte Paredes trazó otro en la plaza sin nombre del torrent del Lligalbé, del Baix Guinardó, destinado a desaparecer en la lenta reforma de un entorno muy maltratado, único al ser el último mohicano identitario de este barrio. Donde antes me sentaba con José Luis a tomar la última, donde antes el señor Paco tenía un huerto y la granja Guillén, donde como mínimo desde 1158 fluía el torrent de Lligalbé ahora hay dos horribles aparcamientos al aire libre, complementados con un tercero en el último rincón de este posible eje de barriada: los pasajes de Boné y Sant Pere.
La arquitecta Cristina Goberna y servidor hemos formado la CIAH, Célula de Inteligencia de Arquitectura y Humanidades. Nuestra primera acción fue presentar al Distrito de Horta-Guinardó un plan para rehabilitar la zona y darla a los vecinos. Los parkings serían áreas verdes y las casitas amenazadas, el muro de unas con otro mural de Miss Van, podrían ser espacios para la ciudadanía, todo ello aliñado con pedagogía urbana para dar a conocer su Historia a los vecinos y peatones.
La respuesta municipal se excusó en la burocracia tortuguil de los proyectos y una improbable unanimidad. El mural del Lligalbé se observa desde el Carmel, policromo, hermoso y nada efímero pese a estar condenado a desaparecer, sin considerarlo como un valor porque este tipo de arte aún se juzga como algo provisional cuando confiere vitalidad, como demuestran determinadas iniciativas, por ejemplo decorar las persianas de los negocios para preservarlas de otro espécimen de pintadas menos estéticas y mucho más vandálicas.

En otro de mis recorridos me acerqué a Mercat Nou para contemplar la última aportación del combativo Blackblock, en el 54 del carrer de la Riera de Tena. Este encargo surgió porque Carles Pageo quiso homenajear el pasado agrícola de Sants en una medianera, ahora espectacular y emotiva al reproducirse una fotografía familiar de 1941, con sus abuelos en el campo, dignísimos junto a los más pequeños del hogar y un carro tirado por un caballo.

Blackblock es reivindicativo. Antes de fotografiar su última joya paro por enésima vez ante otra más antigua en Can Vies, ese centro social pionero en el breve periodo rebelde de los barrios, entre los estertores de la alcaldía de Trias y el debut de Ada Colau en la plaça de Sant Jaume. La alcaldesa también tiene su medianera, disponible hasta en los Gifs de Whatsapp, en la rambla de Guipúscoa, no muy lejos de la policía y la recién inaugurada Biblioteca García Márquez.
Barcelona en Comú no es muy bien recibida en Vallcarca. El núcleo antiguo de este barrio, en el carrer de la Farigola, como referente tiene otros murales donde Núñez y Navarro, principal obstáculo para la conservación de ese patrimonio primordial, es dibujado como una horrenda garrapata.

Un poco más allá, en la Kasa de la Muntanya del carrer de Sant Josep de la Muntanya, Blackblock nos ha legado una miliciana de 1936 y no, no se trata de Marina Ginestà y su inmortal pose en el Hotel Colón.

Los murales pueden ser símbolo de resistencia a esa apisonadora llamada BCN, siempre en contraste con Barcelona, la capital para sus habitantes, un mundo medio perdido cuando debería ser prioritario recuperarlo sin pensar en tanto en cómo nos analizan desde el exterior, más aún tras la pandemia y en plena emergencia climática.
El arte urbano transmite mensajes. Algunos de ellos se han concebido para crear ruido en las redes sociales y vender la moto de lo guay, como fogonazos. El mayor apóstol de esta tendencia en, nunca mejor dicho, los muros condales es TvBoy, un italiano quizá residente en el Baix Guinardó, donde ama dejar huellas casi ocultas en el pasaje innominado que va de Pau Alsina a Sardenya, entre el Campo del Europa y el tremendo rascacielos de Francesc Mitjans.

Una de sus últimas contribuciones a su causa, jaleada en medios y en likes, se halla en el Cinc d’Oros, en el cruce de passeig de Gràcia con Diagonal, o si prefieren junto a la Casa FIAT. La ubicación y el centro indican a las claras el compadreo del transalpino con un modelo y su voluntad poco o nada iconoclasta al dar opio al pueblo sin intenciones de protesta.
Rosalía y C. Tangana conviven. Ella, víctima a mi parecer de un insensato bombardeo poco revolucionario pese a la masiva opinión del rebaño, luce un escudo de Barcelona. De este modo se vuelve marca longeva a partir de ese usar y tirar tan aplaudido, mientras los demás elementos expuestos en este texto apenas son mencionados porque, incluso durante estas legislaturas supuestamente tan de izquierdas, los barrios y las verdaderas preocupaciones de los habitantes de mi ciudad siguen fuera de foco, hasta el silbido final.



1 comentari
No puedo identificarme como “sobreviviente del VIH” porque no estoy sobreviviendo. He conquistado la batalla del VIH con alternativas naturales. He derribado los muros del estigma, he luchado contra la discriminación, he superado los rechazos y las críticas. Han sido 12 años de Victoria, bajo la supervisión del Doctor Muna Remedies. Si puedo encontrar cura, consuelo y curación con los productos herbales naturales del Doctor Muna, cualquier persona con enfermedades crónicas o infecciones virales también podrá curarse. marvelspelltemple@gmail.com merece difusión para el público en general, Whatsapp +2347035449257