
VilaVeïna es un servicio urbano realizado como todos los servicios públicos, hoy, y en el futuro, deben ser: infraestructuras sociales para construir y mantener activas comunidades expertas y capaces. Es decir, de las infraestructuras que movilicen y apoyen las energías, los conocimientos que la ciudad tiene y que los ciudadanos necesitan. En el caso de VilaVeïna, impulsado por el Ayuntamiento de Barcelona, la comunidad a la que se hace referencia es aquella capaz de cuidar. Capaz, es decir, de crear relaciones de ayuda mutua entre quien, de distintas formas y diferentes momentos, da o recibe atención. Cabe decir que en otras ciudades también se ha adoptado un enfoque similar. Por ejemplo, en Italia, en Trieste, con las Microaree, en Milán con el proyecto MeMi (Welfare Milán), hasta el programa nacional italiano de recuperación y resiliencia post-covid, actualmente en fase de aplicación, llamado PNR, en el que se financia un programa de salud territorial basado en las Casas de la comunidad. En otros países de Europa se están produciendo iniciativas similares. En su conjunto se pueden definir como comunidad de bienestar: un bienestar basado no sólo en servicios profesionales y especializados, sino también en existencia de comunidades capaces de cuidar. VilaVeïna se coloca, pues, en este panorama de experiencias de bienestar de comunidad y, por tanto, de construcción de comunidades de cuidado. Pero tiene algunas peculiaridades que le hacen único.
La primera y más evidente es el hecho de estar claramente integrado en, y coherente con, un plan de regeneración urbana más amplio, las Supermanzanas. Ambos, Superilles y VilaVeïna se refieren a una visión de la ciudad como agregado de sistemas de proximidad. Es decir, un conjunto de zonas de pequeña extensión, en las que se puede encontrar todo lo que necesita para la vida cotidiana. Con este espíritu, el proyecto Superilles hizo de Barcelona una ciudad conocida en el mundo por haber devuelto las calles a los ciudadanos, transformándolos de infraestructuras de uso único (movilidad automovilística), a lugares públicos para diversas actividades. Entre ellas deberían, precisamente, las comunidades de atención. VilaVeïna se convierte así en una de las iniciativas de proximidad que dan sentido y razón de estar en el proyecto de Superilles. Y viceversa: Supermanzanas crea las condiciones espaciales más favorables para que los sistemas de proximidad que VilaVeïna propone puedan existir y florecer. En otras palabras, el conjunto Superilles-VilaVeïna hace operativo el doble vínculo entre la ciudad de la proximidad y el bienestar de comunidad. Por eso una ciudad capaz de curar es necesariamente una ciudad de la proximidad. Y viceversa.
Esta peculiaridad de VilaVeïna es la más conocida y debatida (yo mismo escribí extensamente en Livable Community, Egea 2022). Por tanto, ahora quisiera pasar a la segunda particularidad, menos visible pero, para mí también importante. VilaVeïna, como otros ejemplos, se propone construir comunidades de cuidado que involucren a todos los ciudadanos (porque todos tarde o temprano necesitamos cuidado o nos convertimos en cuidadores). Su especificidad es que lo hace dando especial atención a los cuidadores y cuidadoras. Y, haciéndolo, adopta un fuerte enfoque feminista. Esto es, en el panorama internacional, un caso único. En efecto, aunque hoy muy a menudo se habla de sociedades y ciudades capaces de cuidar, rara vez se da el siguiente paso. Es decir, que para llegar es necesario construir comunidades de cuidado. Y aún más raramente se indica cómo se deben construir estas comunidades. VilaVeïna lo hace. Veamos cómo.
La construcción de la comunidad del cuidado requiere una estrategia. VilaVeïna tiene una muy clara y, en mi opinión, eficaz, cuyo punto fuerte y original es la construcción de la comunidad más amplia a partir del apoyo a los cuidadores y cuidadoras: a los que lo son porque son familiares o amigos de una persona frágil o porque son cuidadores profesionales. La idea de fondo me parece ésta:si consideramos a las personas vulnerables como personas en dificultades, alrededor de cada uno de ellas hay, o debería haber cuidadores (o debería llamarse cuidadoras, ya que casi todas son mujeres), que también necesitan cuidados. Como lo demuestra una investigación realizada entre los diferentes tipos de cuidadores profesionales y no, éstos generalmente realizan un trabajo difícil, de gran responsabilidad, en soledad, sin tiempo libre, sin apoyo en los momentos de dificultad.
La parte que me parece más original en VilaVeïna es, pues, la siguiente: construir la comunidad alrededor de los, ya partir de los cuidadores y cuidadoras, sostenerlas, ayudarlas a sentirse menos solos en términos prácticos (el servicio apoya en caso de necesidad), pero también en términos relacionales (que comienza con el conocimiento de quien está en la misma condición, pero continúa con la posibilidad de tener tiempo libre) y, para los cuidadores profesionales, en términos de derechos (con un servicio legal que les apoya para tener contratos correctos).
VilaVeïna es, pues, una de las primeras iniciativas concretas y conscientes de la construcción de comunidades de cuidado: concretas porque realmente se está implementando ya gran escala. Conscientes porque, al hacerlo, tiene en cuenta la reflexión que en estos años se ha hecho sobre el concepto de cuidado y trabajo de cuidado.


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