
Un centenar de jóvenes universitarios, en perfecta sincronía, hacen su performance anual dedicada a las chicas vecinas. El líder desgrana su fantasía erótica -seguramente muy pulida por la pornografía- que da forma a un discurso machista profundamente arraigado en la sociedad española, a pesar de todos los cambios -indudables e innegables- de la última década. El coro le acompaña con su estribillo donde dejan patente los que les une: la fatria que se defiende agresiva y sádicamente del temor a la mujer. Lacan señalaba que el varón no sabe muy bien qué hacer con el cuerpo de una mujer y que por eso muchas veces termina cosificándolo y dominándolo con más o menos maltrato. Podemos definir la escena como un ejemplo típico de cortejo ritual, con parada fálica, en la línea de las performances que algunos machos animales practican con las hembras. Nada original, por cierto.
Una de las claves de lectura de esta violencia machista es la influencia creciente que el consumo de porno tiene hoy en los jóvenes (mayoritariamente, ellos) como vía de iniciación sexual. Un porno gratuito que encuentran sin problemas (el 20% de lo que circula por Internet es porno) con escenas duras que incluyen la asfixia (chocking), el coito anal y los castigos físicos, como si estas actividades fueran las que a ellas les gusta. El porno se cuela así entre sus sueños para ofrecerles, en esas escenas de crueldad sádica, respuestas a su despertar sexual. Documentales sobre la exitosa industria del porno como Pleasure o Hot Girls Wanted ya nos había acercado a las historias y desengaños de estos jóvenes que lo que descubren finalmente -de la misma manera que algunos pacientes que nos explican su uso del porno- que hay una brecha importante entre esas fantasías y la realidad del deseo de las adolescentes y del suyo propio, una vez que se han hartado del consumo repetitivo que lo deja con un profundo sentimiento de vacío. Y no solo eso, sino que las disfunciones eréctiles (ellos) y los desgarros anales, inhabituales en adolescentes, desde hace algún tiempo son motivos crecientes de consulta. El porno les sirve de protocolo de actuación, pero el deseo de las parejas es otro y ante ese hecho, quedan confundidos y vacilantes, sin potencia.
Una segunda clave menos universal y más acotada es el contexto social de estos jóvenes. Procedentes de clases acomodadas perpetúan el discurso familiar, en el que la desigualdad en los roles sexuales y la peor cara del goce abusador y violento del patriarcado se resalta en ésta y en otras actuaciones de carácter político y cultural, afín a grupos de extrema derecha con cánticos fascista y simbología nazi. Todas ellas presentes en ese mismo Colegio Mayor, donde un notable ex alumno como Pablo Casado dejó alguna joya ‘literaria’ e ideológica muy clarificadora. Es un discurso heredero de esas prácticas ancestrales de la iniciación sexual que hacían uso de la prostitución y/o el abuso de mujeres próximas (criadas, amigas e incluso familiares). Junto a las virtudes públicas de estos futuros líderes empresariales, políticos y judiciales, era necesario disponer de su back door para el desahogo.
La tercera clave de lectura es la ética, entendida ésta como la posición que uno toma ante la vida y ante las dificultades que se le presentan, en este caso las propias del tránsito a la vida adulta, con la sexualidad apremiando. La de los actores ya la hemos explicado: una declaración a gritos de su fantasma de poderío, que no pasa de ser su sueño pornográfico más que el deseo que le suponen a las mujeres. Nos queda la posición ética del público femenino (o al menos una parte de él), esas “mónicas” que enseguida salieron a disculparlos -no se sentían ofendidas- y a rechazar el revuelo mediático por lo que consideran “un rito tradicional sin más valor”. Y en parte tienen razón: ellos serán sus futuros maridos (ya hay varias parejas), futuros padres de sus hijos y sustentadores principales de un hogar confortable. ¿Por qué no permitirles un ‘inofensivo’ desahogo con bravatas que ellas saben bien lo que ocultan de verdad: sentimientos personales de impotencia y miedo de ellos que combaten con una impresionante bravuconería, conscientes de que su impunidad no tendrá castigo porque tienen las espaldas bien cubiertas?
Este teatrillo sería patético si no fuera preocupante el destino que les espera a esta élite en puestos claves de este país.



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