En el número 32 de la calle del Cardenal Tedeschini sobresale una vieja masía, con sus terrenos más cercanos reconvertidos en un club de petanca y el antiguo canódromo de Antoni Bonet i Castellana, justo al lado de la Riera d’Horta.

La finca rural se ha transformado en un restaurante y subsiste en pie porque, hacia 1952, sus propietarios lo exigieron como condición sine qua non para tirar adelante una de las propuestas más atrevidas y modernas de la Barcelona contemporánea: las viviendas del Congreso Eucarístico, tan distintas como para incluso romper el orden armónico horizontal del entramado de esos márgenes condales.

Ca l’Armera o Can Ros fue, según las escasas fuentes disponibles, una villa romana, algo probable si se atiende cómo los orígenes de la cercana Vilapicina también se relacionan con este período.

A partir del siglo XVIII, la propiedad fue compartida por los Peguera y los Ros, un condominio bastante endogámico, como podremos comprobar en breve. La extensión de la masía era enorme y se rodeaba de la mayoría de caminos cruciales en la zona, de Sant Iscle a la carretera de Horta a Barcelona, de la de Sant Martí a Horta a la homónima Riera, todas ellas de una vecindad tan estrecha que parecían posesiones de los mandamases.

Orfoto de la zona en 1955. 1 es la masía de Can Ros. 2 Las cocheras dels Quinze. 3 El polígono de Torre Llobeta y 4 La plaça del Congrés Eucarístic. La H roja es el barrio de Salvador Riera,. La línea rosa es passeig Maragall, la azul oscuro corresponde al camí de Sant Iscle, la blanca a Garcilaso, la amarilla a la rémora del camino de Horta a Sant Martí en Cartellà, la verde a Alexandre Galí, la azul marino a Felip II, la verde fosforito a Cienfuegos, la granate a la Meridiana, la violeta a Concepción Arenal mientras la Riera d’Horta se marca en marrón.

Una de ellas nos proporciona mucha información de su poder. Hablo de la legendaria Micaela de Borràs Peguera Casanovas, viuda desde 1837 del noble caballero Joan de Peguera y, en segunda instancia, de Matías Ramón Casanovas de Bacardí, con tanta generosidad como para renunciar a su vasta herencia, quizá al bastarle todo lo obtenido, bien difícil de gestionar.

Micaela fue la gran resistente y urbanizadora de la parte superior del Camp de l’Arpa, y sorprende como los Comuns no le dedicaron ninguna plaza o calle en el barrio, algo bastante metafórico de su derrota en los barrios de verdad al no preocuparse por conocerlos, cuando, de haberlo hecho, hubieran revalidado mandato, pero han preferido campañas de postal para aquellos que no viven en el upper Diagonal y aún se creen clase media.

Micaela tuvo, hasta su fallecimiento en 1867, mucho trabajo. Sus posesiones comprendían hectáreas del Fort Pienc, la masía de Can Peguera, lo circundante a la Farinera Gran de la Sagrera, donde hoy se halla el parque de la Pegaso, buenos metros de la carretera de Ribes y un sector nada desdeñable de Vilapicina, urbanizado a finales del siglo XIX por Joaquim de Ros, hijo de Joan Baptista, dueño de la protagonista de estos párrafos una vez su mítica prima pasó a mejor vida.

Confluencia de la calle de la Riera d’Horta con Cardenal Tedeschini. | Jordi Corominas

A partir de ese instante, en consonancia con toda la periferia, los Ros aplicaron a rajatabla el delirio urbanizador finisecular. Joan Baptista se centró en la colindancia a la Farinera, en la calle Gran de la Sagrera, mientras Joaquím enfocó sus esfuerzos en Vilapicina mediante el maravilloso carrer de la Mare de Déu de les Neus, una ruta secundaria y paralela al passeig de Santa Eulàlia, enlace entre Horta y Sant Andreu que, junto a otros prohombres, quiso conectar más si cabe a través de un frustrado proyecto tranviario en 1880.

Durante esos decenios, Can Ros fue la pieza intocable del patrimonio familiar, rehabilitada en 1915 y más tarde por el hijo de Joan Baptista, Ignacio de Ros y de Puig, el hombre esencial en toda esta trama. Su biografía daría para varias Barcelonas, y la rescataremos si la oportunidad se tercia. Por ahora, nos quedaremos con cuatro datos básicos. Nacido en 1876, contrajo matrimonio con Pilar de Ramis, hija de una familia de la burguesía de Sant Celoni, con campos e inmuebles agrícolas también en el área de Santa María de Palautordera.

Información de Ignacio de Ros en la guía Barcelona Selecta de 1908.

Ignacio podía pertenecer a la aristocracia de las afueras, sin por ello disminuir ni mucho menos sus dones para integrarse entre la flor y nata del centro barcelonés a partir de saber aprovechar sus talentos y usar sin aburrirse la rutina social de su clase. Su vocación política se intuye desde la juventud, adscrito a círculos católicos y nacionalistas, tanto en Barcelona como en Sant Celoni, ciudad pueblo donde organizó en los años veinte actos de afirmación patriótica.

Todo este despliegue alcanzó su cenit durante la dictadura de Primo de Rivera, cuando fue un concejal con galones, ocasional teniente de alcalde, bien colocado en mil juntas directivas y unos de los artífices de cierta castellanización del nomenclátor; por lo demás muy pomposo y autoreferencial durante ese septenio, con la avinguda Gaudí dedicada al bautizado como su Mussolini por Alfonso XIII o el passeig Maragall al terrorífico Severiano Martínez Anido.

Durante los años veinte hay una contradicción muy especial entre la actividad en el consistorio y su papel de patriarca en Can Ros, cercada sin peligro por los Indians en la calle de Ciefuegos y por el naciente barrio de la Jota, detrás la Riera de Horta. El horizonte hacia Concepción Arenal casi era virgen, así como el de su trozo casi privado de la carretera de Horta a Sant Martí, con una rémora en Cartellà una vez superada la avenida dels Quinze, Borbó hasta no hace tanto.

Esta estrechez lo evoca un poco à la Rosebud de Ciudadano Kane durante la Guerra Civil, periodo en que se refugió en Can Ros, bien defendido por el trato con los campesinos su servicio, transmitido de generación en generación y fuerte vinculación con otras masías de la cercanía como Can Xiringoi, el Mas Garrigó, Torre Llobeta, Can Berdura, Can Sabadell o Can Vintró, sólo por citar algunas de las fundamentales de cuando formar parte de Barcelona aún era algo bastante inverosímil pese a su imperialismo.

Ese trienio de Guerra Civil, confinado en la masía, no daría para un artículo, sino para un ensayo que a buen seguro tendría un sinfín de tintes novelescos entre la penumbra de la época, la incertidumbre sobre la seguridad y ante todo el mundo de Can Ros, firme ante ese vendaval de tormentas en el exterior.

Los jardines de Can Xiringoi en la actualidad. | Jordi Corominas

Ros falleció el 24 de julio de 1947. Se celebraron funerales en su honor tanto en Santa Anna, el clan tuvo su residencia en esta carismática calle del centro, como en Santa Eulàlia de Vilapicina. Era Caballero de la Real Orden de la Maestranza de caballería de Sevilla, de Honor y Devoción de la Soberana Orden de Malta y asimismo de la de Carlos III.

La herencia de Can Ros, restaurada en 1942 por su hijo Joaquim de Ros i de Ramis, se dividió entre los ocho hijos, con la casa en régimen de fideicomiso al mayor, Joan de Ros. En los 50, los herederos vendieron dieciséis hectáreas y media al Patronato de las Viviendas del Congreso Eucarístico, siguiente peldaño de esta nueva serie, donde conviene contextualizar muy bien sus porqués antes de pasear a fondo por sus calles.

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1 comentari

  1. Jorge de Ros y Valverde on

    Bastantes errores. Antes de escribir hay que hacer una minuciosa investigación y así poder dar datos ciertos. No pasó la guerra civil en can Ros, lo hizo bastante lejos de Barcelona. Está ud. hablando de mi abuelo